¿Qué es el síndrome del sabio? - 800Noticias
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Redacción 800 Noticias

En una escena de la película “Rain Man” (1989), protagonizada por Dustin Hoffman, una caja de mondadientes se cae al suelo. Rápidamente Raymond Babbitt (Hoffmann), que tiene el Síndrome de Savant –o del Sabio, como es conocido popularmente–, dice “82, 82, 82”. Del empaque de 250 palillos, calcula que 246 tocaron el piso. Por su interpretación, el actor ganó el Oscar, pero la cultura pop tiene a su referente más reciente con esta condición en la serie estadounidense “The Good Doctor” -cuya cuarta temporada ya está disponible en Amazon Prime Video-, en la que el joven Shaun Murphy (Freddie Highmore), un autista Savant, lidia con ser un profesional de la cirugía pediátrica y la aceptación de su entorno.

El Savant, que apunta precisamente a individuos con dotes o competencias destacadas en determinadas áreas como el arte, las matemáticas o la música, no es necesariamente algo vinculado con el trastorno del espectro autista (TEA), pero sí puede darse en personas con estas condiciones y manifestarse con características del Asperger. Eso sí, no todos aquellos con el Síndrome del Sabio son autistas, ni es una sintomatología con la que los individuos nacen necesariamente. Por ejemplo Kim Peek, quien inspiró la película protagonizada por Dustin Hoffman, y que falleció en 2009, nació con una agenesia del cuerpo calloso –ambos hemisferios del cerebro tienen “el puente cortado” y la comunicación entre estos se hace más complicada–, macrocefalia y daño permanente en el cerebelo. Pero no era autista.

Otro es el caso del matemático Daniel Tammet, que en 2004 logró el récord Guinness por recitar 22.154 cifras del número Pi en cinco horas. El inglés nació con condiciones del espectro autista (Asperger) y Savant. A este se suma, y aún más distante, la situación de Jason Padgett, quien en 2002, después de una golpiza, se convirtió en uno de los casos de Savant adquirido y desarrolló una obsesión por las matemáticas. Según ha contado, tras el incidente abrió los ojos y de un grifo de agua vio salir cristales y triángulos conectados donde había árboles.

Y la lista sigue. El pianista y compositor de jazz norteamericano Matthew Savage se hizo conocido en primera instancia porque aprendió a leer en 18 meses y luego le diagnosticaron savantismo. También está Derek Amato que, tras golpearse la cabeza en una piscina en 2006, se convirtió en el único caso musical de Savant adquirido y sus habilidades, que supuestamente perdería, mejoraron progresivamente. Los casos con esta afección, dicen los estudios, se reducirían a menos de cien en el mundo. Al menos en Chile no hay ninguno reportado.

En el caso de la ficción, el protagonista de “The Good Doctor” es autista, con la patología del Síndrome Savant, con una habilidad especial para averiguar diagnósticos, pero con muchas complicaciones para relacionarse. Para preparar su rol, el actor Freddie Highmore dijo en una entrevista a Los Angeles Times que “hay personas en mi vida personal que tienen autismo. Era una condición de la que estaba consciente. Leo mucho. Vi un brillante documental llamado ‘Autism in love’, que es genial, porque se centra en la emoción más humana y profunda que podemos sentir, que es estar enamorado. La forma en que Shaun toma sus manos es algo que lo hace destacar. Para mí, eso vino de dos lugares: los niños con autismo solían ser animados a juntar sus manos para no estimular. Se llama manos tranquilas”.

Factores genéticos o del entorno

Los padres son los primeros en notar ciertas actitudes distintas en sus hijos cuando son pequeños. Que no miren a lo ojos, no respondan a su nombre, entre otras características, pueden ser un indicio de algún TEA. Y, si no son diagnosticados oportunamente, la persona puede crecer en un entorno como el de cualquiera, pero afectando su desenvolvimiento a futuro en la interacción social y desarrollando ciertos trastornos del ánimo como depresión o ansiedad.

Las causas, que pueden deberse a factores genéticos o ambientales del entorno, son variadas y dependerán de caso en caso, pero requieren de evaluaciones de neurólogos, psiquiatras, psicólogos, fonoaudiólogos o terapeutas ocupacionales. En caso del afectado ser adulto, el diagnóstico es más dificultoso.

Según comenta Joanna Borax, miembro de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (SOPNIA), toda la literatura sobre el tema afirma que desde los 18 meses pueden identificarse rasgos de la presencia de un TEA, pero los especialistas en el área pueden hacerlo incluso antes. “La adultez es un reflejo de la infancia y, si un niño con TEA fue diagnosticado y tratado de forma oportuna, tendrá a futuro un desempeño adecuado”, dice la especialista en neurología infantil. Por el contrario, si la persona no es diagnosticada a tiempo, “es posible que tenga comorbilidad importante de trastorno ansioso, del ánimo u obsesivo compulsivo. Y puede que hayan mermado su vida de tanto que lo afectaron”, por lo que es relevante la promoción de su temprano hallazgo.

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