Psicología y coronavirus: Cómo fomentar comportamientos responsables - 800Noticias
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EFE Salud

“El coronavirus nos ha trastocado la vida. De repente, hemos sentido que debíamos defendernos de un virus como lo hacían en la Edad Media, aislándonos y confinándonos; intentando que las puertas de nuestras casas nos sirvieran de murallas de protección.

Desde la psicología están muy claros los efectos de esta pandemia en la población. Sabemos que el estrés psicológico mantenido está generando cuadros de ansiedad y estados depresivos, tal y como lo documentan los estudios de Rodríguez Cahill, Books et al. (2020), quienes han realizado una revisión de 24 estudios que abordan los efectos psicológicos del confinamiento en la salud mental, encontrando que la cuarentena se asocia con:

  • Mayor distrés psicológico (estrés negativo)
  • Síntomas de estrés postraumático
  • Depresión
  • Insomnio
  • Irritabilidad y humor bajo
  • Emociones de miedo, nerviosismo, tristeza y culpa

Efectos que se pueden mantener a lo largo del tiempo. En China se ha constatado un incremento de los trastornos de pánico, ansiedad y depresión (Qiu et al., 2020), siendo las mujeres, los estudiantes y las personas con patologías mentales previas los que sufren un mayor impacto derivado del confinamiento, con niveles más altos de ansiedad, estrés y depresión (Wang et al., 2020).

Los niños que han pasado cuarentenas registran niveles medios de estrés postraumático cuatro veces superiores que aquellos que no han estado en cuarentena. Los efectos negativos de la cuarentena son significativamente mayores si esta dura más de 10 días.

Además, tras el confinamiento muchas personas están manifestando conductas de evitación: no querer salir a la calle; experimentar gran nerviosismo cuando alguien tose; evitar los espacios públicos…

Las consultas de psicología se han llenado de personas que manifiestan problemas de convivencia con sus parejas, con sus hijos, con su familia…; personas que han descubierto una realidad diferente y que se sienten desbordadas.

Los profesionales que han estado en primera línea, luchando contra la pandemia, están sufriendo cuadros severos de estrés postraumático; presentan muchas dificultades para descansar; constantemente recuerdan escenas desgarradoras que han vivido: personas que se les morían, que les imploraban ayuda; familias rotas por el dolor, que no podían acompañar a sus seres queridos, ni estar a su lado para darles su último adiós.

Comportamientos responsables

Desde la psicología debemos contribuir y ayudar al máximo en la situación actual en la que nos encontramos, cuando los rebrotes, los focos de transmisión, las infecciones y los contagios se multiplican peligrosamente.

En este contexto, muchas personas sostienen que amplios sectores de la población están teniendo conductas muy irresponsables; pero ¿cómo podemos fomentar comportamientos responsables?

La psicología nos enseña que gran parte de nuestras conductas vienen determinadas por los antecedentes y por las consecuencias de ellas.

Si analizamos los antecedentes (la información que nos llegó sobre el virus, las contradicciones sobre el origen y el alcance, cómo nos afectaría, lo que teníamos que hacer, los efectos de la enfermedad a corto, medio y largo plazo…), hoy sabemos que esa información fue deficiente y más que ayudar confundió a la población; de tal forma que se instauraron una serie de ideas erróneas que han condicionado en gran medida el comportamiento de muchas personas, especialmente las que están en las franjas de edades más jóvenes.

Otra equivocación fue enmascarar la realidad y no mostrar la auténtica realidad que estábamos viviendo; se hurtaron esas imágenes que habrían podido llegar a impactar en la sensibilidad de la persona más insensible, y que habrían podido despertar la responsabilidad de los más irresponsables.

Recordemos que la ignorancia de los hechos favorece la irresponsabilidad de los comportamientos. Pero de nuevo en la desescalada está habiendo mucha improvisación y falta de coordinación.

La psicología nos muestra que las consecuencias deben afectar a quien comete actos de irresponsabilidad, y deben ser inmediatas, coherentes y proporcionadas con el daño causado.

Pero si las consecuencias del incumplimiento de los jóvenes las pagan los adultos con los que conviven y ellos pueden seguir incurriendo en las mismas conductas de riesgo; si para los establecimientos que no cumplen las normas la consecuencia inmediata es que aumentan su recaudación y que las medidas sancionadoras tardan en llegar, si es que llegan, ¿dónde está la disuasión?

Si las conductas irresponsables no tienen consecuencias suficientemente disuasorias, esos patrones de comportamiento permanecerán, incluso se incrementarán.

A nivel emocional, nos resulta más sencillo no cuestionarnos lo que consideramos positivo que enfrentarnos a una realidad más dura, que implica sacrificios y conductas restrictivas.

Engañarnos incrementará nuestra debilidad frente al virus, favorecerá nuestra desprotección y nos hará vulnerables a esta pandemia que sólo superaremos desde el rigor científico, el comportamiento responsable, los hábitos saludables y el trabajo colaborativo.

¡No volvamos a cometer el mismo error! ¡Rectifiquemos de inmediato y mostremos la realidad! Si anestesiamos a la población, su respuesta no se producirá desde la consciencia, sino desde el adormecimiento”.

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