Provincias francesas se alzan contra políticas de Macron
EFE
Inédita por su naturaleza espontánea y por su magnitud, la clase media de provincias se volvió hoy contra la política tributaria del gobierno de Emmanuel Macron en una tensa protesta que se propagó por carreteras y ciudades del país y que se saldó con una mujer muerta y decenas de heridos y detenidos.
Los denominados «chalecos amarillos», una suerte de revuelta popular organizada en las redes sociales sin la tutela de un partido o un sindicato, se echaron desde primera hora de la mañana a las carreteras francesas en protesta por el impuesto a los carburantes.
Jubilados, profesionales liberales o pequeños comerciantes figuraron entre los 124.000 participantes contabilizados, quienes se movilizaron en unos 2.000 puntos repartidos por todo el país, como rotondas, peajes y puentes, muchas veces sin haber avisado a las autoridades, lo que generó desconcierto entre la policía.
La protesta, ampliamente respaldada por la sociedad francesa, respondió, en un primer momento, a un alza tributaria sobre los carburantes para financiar la transición energética, aunque rápidamente se extendió a la falta de poder adquisitivo en general.
«¡Macron, dimisión!», gritaron muchos de los participantes, quienes con frecuencia entonaron «La Marsellesa», el himno francés.
Sin líderes ni portavoces concretos, un millar de ellos se llegaron a plantar sin previo aviso en las inmediaciones del Palacio presidencial del Elíseo, en París, donde se vivieron tensos momentos con la policía, que dispersó a la turba con gases lacrimógenos.
La muchedumbre logró bloquear parcialmente los Campos Elíseos, otro punto neurálgico de la capital.
Este movimiento, inédito en la historia reciente de Francia, se considera un reflejo del hartazgo de la clase media, obligada a vivir lejos de los grandes centros urbanos -debido a lo altos precios del alojamiento, entre otros motivos- y a usar el coche diariamente.
«Mis hijas, profesoras, hacen 83 kilómetros al día. Su gasto en gasolina va a aumentar en 60 euros», lamentó François, un jubilado que participó en estas concentraciones, donde el objetivo era entorpecer o bloquear el tráfico de las carreteras y autopistas.
De entre las centenas de incidentes, destaca la muerte en Pont-de-Beauvoisin (sureste de Francia) de una mujer de unos 50 años atropellada por otra que tuvo una crisis de nervios cuando los manifestantes golpearon su coche, en el que transportaba a su hija al hospital.
También se registraron 47 heridos en varias localidades del país, entre ellos tres graves y un policía, y decenas de arrestos.
Los antidisturbios tuvieron que intervenir con gases lacrimógenos en estratégicos puntos como el túnel de Mont Blanc, que une Francia con Italia por los Alpes.
A unos seis meses de las elecciones europeas, Macron vuelve a estar en apuros cuando su popularidad toca mínimos de sus 18 meses de mandato.
La oposición, desde la extrema izquierda hasta la ultraderecha, no participó oficialmente, pero aprovechó la movilización popular para censurar al presidente.
«Espero que el presidente de la República les escuche. Esto tiene que cambiar. Este movimiento parte de todo el mundo. Mi deber es apoyarlo», dijo el líder opositor de Los Republicanos, el centro-derechista Laurent Wauquiez.
«Un gran momento» de organización popular se está celebrando, se felicitó el izquierdista Jean-Luc Mélénchon, quien censuró a las autoridades por haber dado una cifra rebajada de manifestantes.
Otra de las principales fuerzas opositoras, el ultraderechista Frente Nacional (FN), también respaldó a los «chalecos amarillos».