¿Por qué el terremoto de México no fue tan devastador como el de septiembre?
ABC
«Por Dios, otra vez no», suplicaba Tina mientras un potente terremoto de magnitud 7,2 agitaba violentamente el suelo de la Ciudad de México. Abrazada al pecho de su hija mayor, la mujer, de unos 50 años, trataba de calmarse con respiraciones profundas y pausadas, mientras el recuerdo de la todavía cercana tragedia, que provocó más de 300 fallecidos y derrumbó alrededor de 40 edificios en la capital, inundaba sus pensamientos. «Tranquila mamá, respira. No va a pasar nada», trataba de calmarla su hija, Marina, quien mantenía la mirada hacia el cielo para estar alerta por si se desprendía algún objeto.
Madre e hija se encontraban en mitad de la calle Tabasco, en la colonia Roma Norte, un barrio que fue arrasado durante el terremoto de 1985, que se estima que provocó más de 10.000 fallecidos, y sufrió un duro impacto en el temblor del pasado 19 de septiembre, donde varios edificios se derrumbaron y otros tantos sufrieron daños en su estructura, por lo que aún están a la espera de ser demolidos. Y es que las colonias de moda Roma Norte y Condesa, las preferidas por muchos extranjeros por sus encantadoras calles de estilo europeo, son especialmente vulnerables a los terremotos porque se asientan sobre el terreno arcilloso de un lago.
Afortunadamente, esta vez todo quedó en un susto. Casi 24 horas después, no se han reportado víctimas de este temblor que, si bien fue de una magnitud ligeramente superior que el del 19 de septiembre, que fue de 7,1 grados, su efecto no fue tan destructor debido a que el epicentro tuvo lugar a unos 400 kilómetros de la Ciudad de México, lo que redujo su intensidad. Asimismo, la lejanía de la capital permitió que esta vez sí sonaran las alarmas sísmicas, por lo que en esta ocasión los ciudadanos gozaron de hasta cerca un minuto para salir de sus hogares y ponerse a salvo. En cambio, en el terremoto de hace cinco meses el epicentro fue a 120 kilómetros de la Ciudad de México, por ello, las alarmas no tuvieron tiempo de sonar y su intensidad fue mayor.
José Alcántara, de 27 años, iba en un Uber escuchando música a través de Spotify, por lo que no la alarma no sonó en el coche. De repente, vio que cientos de personas comenzaron a salir de los edificios a la calle y pensó que podría tratarse de una balacera. Pero cuando el vehículo comenzó a tambalearse de un lado a otro, se dio cuenta de que estaba comenzando a temblar de nuevo. «Estábamos parados frente a un semáforo en rojo y de repente el carro se empezó a moverse», comenta, por lo que el chofer y él salieron del vehículo y buscaron un lugar en el que ponerse a salvo. «Vuelves a decir ‘otra vez’ y regresa a tu mente lo que se vivió en ese entonces», continua José.
Sin embargo, el miedo apenas duró unas pocas horas más después del temblor. Esta vez, la red de datos y de telefonía móvil no se cayeron durante horas, lo que permitió a los habitantes de la megalópolis de más de 20 millones de personas poder ponerse en contacto con sus seres queridos, e, igualmente, las noticias indicaban que, por el momento, no se había caído ningún edificio. Tampoco se sintieron explosiones ni escapes de gas como en el seísmo del 19 de septiembre.
Así que, transcurridas unas horas, la rutina volvió la Ciudad de México. Era viernes y las personas continuaron con sus planes de fin de semana. Las terrazas de las colonias Roma y Condesa mostraban un aspecto similar al de cualquier otro fin de semana. Sólo fue un susto que duró unos minutos, un corto periodo que fue suficiente para traer a la memoria de los mexicanos la pesadilla que vivieron hace cinco meses.