Plañideras: Las mujeres que cobraban por llorar
EFE / Foto referencial
“El sistema lagrimal se desarrolló por primera vez cuando los peces se convirtieron en anfibios terrestres. Dejamos el agua y empezamos a llorar por el hogar que habíamos abandonado” dice Heather Christle en ‘El libro de las lágrimas’. Llorar, ese acto que responde a emociones de todo tipo. Llorar por miedo, por alegría, por tristeza, desde que llegamos al mundo. Aunque para Christle, “quizá no podemos conocer las verdaderas razones de nuestro llanto. Quizá no lloramos por, sino cerca o alrededor”. Respuesta, pregunta, a veces el llanto no es nada de eso, es una forma. El llanto es una capacidad.
Sin embargo, no es una capacidad reconocida, sino relegada a las mujeres, empleada para satisfacer la forma del sistema patriarcal hasta nuestros días. Recientemente, en Madrid, han abierto una llorería. Pero mucho antes de la capitalización del llanto sin desestigmatizarlo, mucho antes de que empresas cobraran a quienes necesitan llorar, fueron las mujeres las que cobraron por hacerlo.
Destinadas por fuerza a la fragilidad vinculada a la lágrima, en algún momento de la Historia decidieron hacer de ello una forma de sustento. Plañideras, lloronas, ‘choronas’, ‘vocetrices’, lastimeras o rezanderas. Se habla de ellas con la distancia del pasado, de lo antiguo, pero su existencia y su presencia histórica durante siglos apelan a la actualidad.
Seres psicopompos
Las plañideras no lloraban por llorar, no cobraban por cualquier cosa, sino por lamentar la muerte de alguien cuya alma, a través de aquellos sollozos de mujeres, alcanzaría el descanso eterno. Según apunta la historiadora Ana Valtierra, tal y como recogen Ángeles Boix Ballester y Encarna Lorenzo Hernández, su origen podría estar en Egipto, en algunas mujeres que siguieron el ejemplo mitológico de Isis, la gran diosa madre. Cuenta la historia que Isis lloró desconsoladamente cuando murió su esposo Osiris, asesinado por su hermano Seth, mientras buscaba sus trozos por todo el país e intentaba devolverlo a la vida. Mito o realidad, las plañideras ya aparecen representadas en restos arqueológicos, desde cerámicas hasta pinturas de entonces.
“Las plañideras actuaban como seres psicopompos, acompañando al difunto en el tránsito hacia el otro mundo, y repetían el gesto mágico de la diosa con el fin de procurar su renacimiento en el Más Allá”, sostiene la investigadora Sofía Lili Reyes. Es decir, las plañideras, acudían a los rituales funerarios en representación de las diosas, “eran como actrices trágicas que dramatizaban el dolor con gestos extremos: lágrimas, sollozos, golpes el pecho, rasgándose las vestiduras, arañándose el rostro, arrancándose mechones de cabello o manchándose el cuerpo y la cabeza de barro”.
Según apunta Reyes, se ha encontrado en momias que los embalsamadores colocaron entre sus vendas pequeñas plaquitas que representaban a Isis y Neftis, una forma de ofrenda como amuleto para facilitar el paso a la nueva vida. Pero fue en la Antigüedad donde las plañideras se expandieron y expandieron sus llantos. Del latín, plangere, significa sollozar.
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