Pedagogía para la juventud inmersa en el coronavirus - 800Noticias
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EFE

Según los datos de movilidad los jóvenes no se desplazaron más de un kilómetro durante los meses de confinamiento.

El  Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad Pompeu Fabra (UPF) han concluido que este colectivo fue el que tuvo menos contactos fuera de casa.

¿Qué ha pasado para que ahora sea el colectivo mas denostado por el incumplimiento de las normas?

Tendríamos que pensar que habitualmente buscamos culpables para quitarnos la responsabilidad sobre nosotros mismos y eso nos produce placer aunque simplifica una realidad que es compleja de por sí, produciéndonos un autoengaño.

Buscamos “chivos expiatorios” descargando culpa pero impide hacer una lectura de la realidad sana.

Poner la lupa exclusivamente sobre los jóvenes es también una agresividad que ejercemos como sociedad, fueron ellos los más afectados laboralmente en la crisis de 2008 y también lo serán en esta, especialmente los de más de 24 años.

No obstante, faltan recursos para hacer atractivas las reglas de la nueva normalidad en todos los colectivos, pero especialmente en los jóvenes.

Mensajes que desde las instituciones han sido en ocasiones confusos y a veces, contradictorios (por ejemplo uso de mascarillas o la posibilidad de fumar en la calle…).

La juventud es una época en la que ellos se sienten invulnerables, “inmortales” y al mismo tiempo desarrollan un sentimiento en contra de la autoridad, generando un sentimiento de individualismo frente a la sociedad.

Deberíamos realizar campañas desatacando los beneficios de cumplir las normas, mensajes que lleguen de manera horizontal por personas que tengan autoridad sobre ellos.

Mensajes que tienen que venir desde diferentes ámbitos y jerarquías pero especialmente desde las redes sociales donde ellos sienten que reciben las noticias válidas.

Los jóvenes se tienen que sentir como agentes del cambio, protagonistas de que salgamos juntos de la pandemia. Involucrados. Un pensamiento generalizado ha sido de paréntesis, es decir, me sacrifico en el confinamiento para disfrutar posteriormente y si viene un nuevo “encierro” haberlo pasado bien.

No se ha desarrollado una reflexión certera sobre lo que supone la “nueva normalidad” y los comportamientos que lo acompañan.

No ayuda un cierre generalizado del ocio, en algunas comunidades también de la cultura, la criminalización del botellón… que no va a desaparecer por cerrar playas o parques, sino que lo va a desplazar haciéndolo clandestino.

Por eso son necesarios educadores que puedan fomentar la relación responsable in situ, el uso de vasos individuales… Esta época del coronavirus es una oportunidad social para cambiar de pensamiento, pero también lo es para que los dirigentes queden retratados con actuaciones exclusivamente coercitivas sin que le acompañen actuaciones educativas sistematizadas.

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