Patrullan con drones para frenar la ‘epidemia’ de suicidios en Japón
El Mundo
La leyenda se remonta siglos atrás, cuando muchos elegían una montaña situada en una isla a unos 100 kilómetros al sur de Tokio, como destino final para acabar con sus vidas.
Pero los locales aseguran que su triste fama repuntó en 1933, cuando una estudiante de Tokio se lanzó al interior del volcán Mihara al considerar imposible su atracción hacia una de sus compañeras.«Queridos, estoy desconcertada ante la distracción por las perplejidades de la madurez de la mujer. Ya no lo puedo soportar por más tiempo. ¿Qué debo hacer? Me gustaría saltar en un volcán», explicó la chiquilla en su última carta, según reveló la prensa nipona.
El suceso se convirtió en un fenómeno mediático y al mismo tiempo motivo de inspiración para cientos de personas que decidieron imitar en los meses y años sucesivos a Kiyoko Matsumoto -así se llamaba la estudiante-, hasta el punto de que los responsables de la conexión naviera con el islote tuvieron que incrementar la frecuencia de los ferris ante la afluencia de turistas que pretendían asistir a uno de los frecuentes saltos mortales.
La práctica sólo se frenó con la colocación de vallas, alambradas y una vigilancia permanente de las fuerzas de seguridad.La truculenta aureola que se creó en torno al Mihara tan sólo es un exponente del macabro mapa que en Japón se asocia con este tipo de tragedias y que esta última semana ha recuperado la triste fama mediática de otro de estos enclaves, el bosque de los suicidios de Aokigahara, situado en las inmediaciones del sagrado Monte Fuji.
La polémica grabación que realizó el youtuber Logan Paul, en la que mostraba a un cadáver colgado de un árbol en esa misma localización y bromeaba sobre ello, ha recuperado la controversia en torno a un suceso recurrente en la nación asiática. Con la segunda tasa de suicidios más alta de Asia, tan sólo superado por Corea del Sur, las estadísticas locales de este suceso son devastadoras: unos 70 japoneses se quitan la vida cada día y esa es la primera causa de mortandad entre los ciudadanos de 15 a 39 años.Tokio esgrime como dato positivo que la cifra total de suicidas se redujo en 2016 por séptimo año consecutivo y por primera vez en 22 años bajó de las 22.000 víctimas fatales, quedándose en 21.897.
El también llamado Mar de Árboles se ha ganado un triste lugar en la primacía de esta singular guía al beneficiarse también de la fama que le otorgó aparecer en publicaciones tan exitosas como El Manual Completo del Suicidio escrito por Wataru Tsurumi en 1993 -vendió cientos de miles de ejemplares- o la novela Torre de Olas de Seicho Matsumoto (1960), basada en el final de una pareja que se quita la vida en ese mismo enclave.
Tsumuri lo definió como «el lugar perfecto para morir» y muchos de sus lectores parecen haberse tomado esa referencia de forma literal, ya que han sido varios los casos en los que se ha encontrado su libro junto a un cadáver. Para contrarrestar esta perniciosa publicidad, las fuerzas de seguridad dejaron de difundir estadísticas sobre el número de suicidios que se registraban en Aokigahara y que fueron 108 en 2004.
Al igual que en otros conocidos destinos de la misma guía como los acantilados de Tojinbo, en la prefectura de Fukui, en los últimos años se han organizado grupos de voluntarios que patrullan la zona para intentar disuadir a los potenciales suicidas. No sólo eso, ahora los visitantes se topan en los accesos del bosque con carteles que le recuerdan lo importante que es su vida y proporcionan el número de teléfono de una de las muchas líneas de atención urgente en este tipo de casos.
En Tojinbo, el líder de una de estas agrupaciones, Yukio Shige, explicó hace meses al diario The Asahi Shimbun que habían comenzado a utilizar hasta un avión no tripulado para perfeccionar su actuación.«Esperamos que el uso de drones sirva como llamamiento para que nadie se intente suicidar en Tojinbo y que esto se convierta en un lugar turístico alegre», precisó el japonés de 73 años, que estimó que su camarilla ha salvado a casi 600 personas desde que comenzaron a intentar frenar esta práctica en 2004.