Partido gobernante de Japón elige a Fumio Kishida como próximo primer ministro - 800Noticias
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EFE

Fumio Kishida se convertirá en el nuevo primer ministro de Japón tras imponerse en las primarias del partido gobernante con un perfil conciliador, una amplia experiencia diplomática y una agenda que incluye reformas económicas de calado.

Político profesional de tercera generación, Kishida nació hace 64 años en el distrito tokiota de Shibuya, aunque tiene sus raíces en Hiroshima, la ciudad del oeste de Japón que fue la primera de la historia en ser atacada con una bomba nuclear en la fase final de la II Guerra Mundial.

Este exministro de Exteriores y de Defensa encabeza su propia facción liberal dentro del partido conservador nipón, y ha llegado al poder en su segundo intento por conquistar el trono de esta formación y precedido por una fama de gestor eficiente pero discreto.

Rupturista con las políticas neoliberales

Kishida es considerado un líder continuista en las líneas generales de su partido, aunque llega con la promesa de romper con las «políticas neoliberales» que han sido el sello del prolongado Gobierno de Shinzo Abe (2012-2020) y de su estrategia «Abenomics», todavía vigente.

El nuevo líder del PLD ha afirmado que promoverá un reparto más equitativo de la riqueza apoyando a los más desfavorecidos y con el punto de mira en las grandes corporaciones del país, a las que ha acusado de «acosar» en ocasiones a las pequeñas y medianas empresas.

Además, aspira a sacar adelante un nuevo paquete de estímulos económicos de «decenas de billones de yenes» (decenas de miles de millones de euros) dirigido a encauzar la recuperación tras el impacto de la pandemia.

Conciliador y antinuclear

Su currículum como canciller de Japón de 2012 a 2017, precisamente bajo el Gobierno de Abe, incluye avances en asuntos delicados como el deshielo con Rusia o el acuerdo de 2015 con Seúl para compensar a las esclavas sexuales surcoreanas, aunque este pacto fue desechado posteriormente por el Ejecutivo surcoreano de Moon Jae-in.

Kishida ha sido el ministro de Exteriores más duradero del Japón de posguerra, y fue el artífice de la histórica visita del expresidente estadounidense Barack Obama a Hiroshima en 2017, en la que por primera vez un líder del país autor del ataque nuclear rindió tributo a las víctimas de la mortífera arma.

El político aspira, además, a dar continuidad a la iniciativa de las autoridades locales de Hiroshima para «liderar los esfuerzos globales» por el desarme nuclear, lo que podría significar que Japón pase a apoyar el Tratado sobre la Prohibición de las Armas Nucleares de la ONU, entre cuyos signatarios no están las potencias atómicas.

En el área de seguridad y Exteriores, una de sus prioridades será reforzar las capacidades defensivas del país frente a China, cuya creciente presencia militar e influencia económica ha tachado como «profundamente alarmante», además de reforzar la tradicional alianza con Estados Unidos.

¿Mejores relaciones con los vecinos?

Pese a sus mensajes sobre Pekín, la llegada al poder de un primer ministro moderado y valorado por su capacidad de diálogo podría significar una mejora de los lazos con el gigante asiático y con Seúl, que no atraviesan su mejor momento, así como con Rusia.

Quienes lo conocen lo definen como una persona tranquila, honesta y que sabe escuchar, aunque quizás demasiado seria y poco carismática para la política, incluso en un país donde no abundan los líderes con gran dominio escénico.

Una de sus pocas iniciativas que tuvo calado entre el público joven en Japón durante su larga trayectoria política fue su aparición en un vídeo junto al artista nipón Piko Taro, una versión del éxito viral «Pen-Pineapple-Apple-Pen» dentro de una campaña de la ONU para promover los objetivos de desarrollo sostenible.

Aficionado al equipo de béisbol Hiroshima Carp de su tierra y amante del «okonomiyaki», una de las especialidades culinarias de esa zona, Kishida cuenta también con la reputación de ser un gran bebedor.

Su resistencia al alcohol, según cuenta la prensa local, permitió que le aguantara el ritmo con vodka y sake a su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en una de las reuniones entre ambos ministros que sentó las bases para una posterior cumbre entre Abe y el presidente ruso Vladímir Putin dirigida a abordar una vieja disputa territorial.

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