«Parasite», un antes y un después para director de «Drive my car» - 800Noticias
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EFE

Desde la irrupción en el «mainstream» de la coreana «Parasite», ganadora de cuatro Óscar en 2020, el público parece haber cambiado su modo de acercarse al cine asiático; para el japones Kyusuke Hamaguchi, guionista y director de «Drive my car», esa película supuso «un antes y un después» para creadores como él.

«‘Parasite»‘ abrió las puertas del cine asiático al gran público y demostró que los contenidos que tratan sus películas también son interesantes» para quienes no lo son, consideró Hamaguchi, que habla vía telemática con Efe desde Japón, sobre su cinta, nominada este año al Óscar de mejor película en lengua extranjera, y a punto de llegar a las salas españolas.

En cuanto al Óscar, Hamaguchi (Kanagawa, 1978) no sabe las posibilidades de ganar -«no soy miembro de la Academia (de Hollywood)», dice- aunque confesó que lo espera «con emoción».

De hecho, tras los premios y los halagos de los profesionales, que la consideran una de las mejores películas de 2021, Hamaguchi confió en que guste al público porque «trata de temas cotidianos y relaciones humanas: familia, novios, amantes, padres e hijos. Creo que los espectadores la asimilarán bien, a pesar de que dura tres horas -se ríe-: ya sé que es un poco larga», dijo.

«Pero no hago las películas así de largas a propósito, es accidental», bromeó el japonés, que se defiende de quienes le dicen que, en lugar de largometrajes, debería hacer series, o telenovelas, con un rotundo «a mi me gusta el cine».

De hecho, ninguna de sus películas es corta. Su debut con «Shinmitsusa»» (2012), trabajo de fin de carrera de la ENBU Seminar en Japón, dura 4 horas y 15 minutos; su siguiente ficción tras cuatro documentales, «Happy Hour» (2015) dura cinco horas, y también «fue un accidente»-, dijo con un guiño. Su aspiración es que la próxima no pase de las dos horas.

El director de «Wheel of Fortune and Fantasy» contó a Efe que eligió el relato «Drive my car», de Haruki Murakami (en el libro «Hombre sin mujeres» de 2014), por «su proximidad a Kafka».

«Drive my car» sigue a Yusuke Kafuku (Hidetoshi Nishima), un actor y director de teatro que ha perdido a su esposa y musa, Oto (Reika Kirishima), que acepta dirigir en Hiroshima una versión multilingüe de «Tío Vania», de Chejov, un proyecto personal que había iniciado con ella en el que pone en marcha su particular método: incorporar el texto centenario a las vidas y personalidades de los actores.

«Chejov es aterrador. De sus líneas sale tu verdadero yo», explicó el director a uno de los actores elegidos, no casualmente, ex amante de su mujer.

La cinta, sin embargo, comienza mostrando la intimidad de la pareja un par de años antes, cuando -siempre que terminan de hacer el amor- Oto, casi en trance, le cuenta una historia, aparentemente inventada en ese momento. Un día, Kafuku vuelve a casa repentinamente y descubre a su mujer con un joven.

Pero él sale discretamente del hogar y se sube a su Saab 900 rojo, un coche viejo, pero impecable, donde recupera su estabilidad y ensaya sus papeles.

Para cumplir con su contrato en Hiroshima, el dramaturgo debe desplazarse con chófer, lo cual no le agrada en absoluto, pero la chica de 23 años que le han asignado como conductora, Misaki (Toko Miura), es fantástica, además de discreta, y Kafuku acaba conectando con ella.

La película se recrea en cada personaje, en sus historias y dramas personales, y se detiene en cada uno el tiempo necesario; de hecho, Hamaguchi no «interrumpe» la narración con los títulos de crédito hasta pasados los 40 minutos de empezado el filme.

Y lo hace con largos planos secuencia en los que los diálogos acaban siendo escenas teatrales, momentos en los que la emoción casi siempre se apoya en el silencio.

La «comunicación en todas sus vertientes» (Kafuku da el papel de Sonia a una actriz muda -verdaderamente sobrecogedora en escena-) es uno de los ejes centrales de «Drive my car», y más aún, «la incomunicación de la pareja protagonista», explicó Hamaguchi.

Es una historia de pérdida, de duelo, de amor y de sexo como motor de creación, pero también de teatro y de redención, aunque Hamaguchi aseguró que no elige los temas que serán importantes en sus películas; él parte de un guion, que desarrolla «frase por frase, palabra por palabra», y deja que los espectadores decidan qué es lo fundamental.

Hamaguchi, que ha definido en ocasiones sus películas como «documentales que siguen a los actores», confesó a Efe que siente debilidad por «el movimiento de los cuerpos de los actores», en definitiva, por la actuación.

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