Para la escritora Karina Sainz, lo único democrático en Venezuela es la pobreza
EFE
Hay tanta necesidad que a los muertos les roban «el RIP» para usarlo en otra lápida y la gente no sale de casa por miedo a que se la okupen. No es una distopía, es Venezuela, según Karina Sainz, autora de «La hija de la española», vendida a 22 países: «Lo único democrático en mi país es la pobreza», sentencia.
El libro, que edita Lumen, es la primera novela de la periodista (Caracas, 1982) y un «fenómeno editorial» porque solo dos semanas después de terminarla, el pasado mes de septiembre, se habían vendido los derechos a 22 países.
Además, el «boca a boca» ha funcionado de tal forma que a tres días de que llegue a las librerías ya va por la segunda edición y es la primera venezolana a la que publica la editorial francesa Gallimard.
«Cuando la terminé, quería dejarla reposar pero todo fue muy rápido. Estoy encantada, pero, sobre todo, sorprendida», describe en una entrevista con Efe la autora, hija de españoles y residente en Madrid desde 2006.
Empezó a escribirla porque «por primera vez» se vio capaz de «controlar y ejecutar» una novela sobre el tema que más le interesa: la supervivencia y el desarraigo.
«Nací en un país en demolición, donde los que lo querían gobernar acabaron saqueándolo, y esta novela es una alegoría, es decir, no menciona apenas a Caracas ni tiene marco temporal concreto porque quería que fuera universal», explica.
La protagonista es Adelaida Falcón, una editora de textos de mediana edad cuya madre fallece en la ciudad en la que los «hijos de la revolución», los que nacieron con Hugo Chávez y siguen con Nicolás Maduro, «han hecho del crimen un modo de vida, y el resto intenta sobrevivir a un régimen que se levantó sobre el resentimiento».
«Lo único democrático en Venezuela es la muerte y la pobreza», asegura la escritora, que asegura que «todo lo que pasa es real».
Aunque no forme parte de su biografía, señala, «sí forma parte de una biografía ciudadana». «Yo viví, hasta que me fui, todo el proceso de desmontaje de un Estado, de una sociedad, y luego la violencia se ha convertido en el único paisaje».
Su personaje de la «mariscala», describe, es «la metáfora del gobierno de Maduro»: «Una mujer gorda en un país que se muere de hambre, envuelta en vistosas licras de colores, que cree que todos le deben algo y que se apodera de lo que le viene en gana».
Venezuela, sostiene, «es un país que abraza a la muerte» y eso se refleja en las tropelías de los grupos paramilitares, las cárceles donde encierran «hasta la muerte» a los disidentes o al pillaje en las tumbas.
Su forma de contarlo, precisa, es fruto de su «mestizaje», es decir, de su cultura «de guayaba» y de la «fibra» de su vida y trabajo en España: «Quiero que el libro le hable a todo el mundo, a todos los que fueron a Venezuela y a todos los que expulsó».
Es una historia, resume, «terrible y hermosa al mismo tiempo» sobre un país en el que «hasta las flores depredan», en el que «lo único que falta es que lluevan muertos del cielo».
En su libro, Sainz describe, «tal y como ocurre en la realidad», cómo un régimen totalitario, en el que solo hay «pobreza, muerte y hambre», «puede desactivar y pulverizar al individuo que solo se puede ocupar de sobrevivir; en el que se mira para otro lado porque han sido anulados y se han convertido en fantasmas».
Por eso, añade, cualquier proceso democrático en Venezuela como el que pretende el autoproclamado gobernante interino del país, Juan Guaidó, «va a ser una travesía muy larga y dolorosa, porque el país está carbonizado, barbarizado; ha sido demolido el poder legislativo, la fiscalía, el ejército…, pero el venezolano ha perdido tantas cosas que creo que ha perdido el miedo».