PALABRA DE DIOS | Evangelio del jueves 7 de octubre
Redacción 800 Noticias
Primera lectura
Lectura de la profecía de Zacarías 2, 14-17
Alégrate y goza, Sion,
pues voy a habitar en medio de ti
—oráculo del Señor—.
Aquel día se asociarán al Señor
pueblos sin número;
ellos serán mi pueblo,
y habitaré en medio de ti,
Entonces reconocerás
que el Señor del universo
me ha enviado a ti.
Judá será la herencia del Señor,
su lote en la tierra santa,
y volverá a elegir a Jerusalén.
¡Silencio todo el mundo
ante el Señor que se levanta
de su morada santa!
Salmo
Sal Lc 1, 46b-47. 48-49. 50-51. 52-53. 54-55 R/. El Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo.
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador. R/.
Porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitaran todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí:
su nombre es santo. R/.
Y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón. R/.
Derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos. R/.
Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
–como lo había prometido a nuestros padres–
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre. R/.
Evangelio del día
Lectura del Santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó grandemente ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel. El ángel le dijo:
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
«¿Cómo será eso, pues no conozco varón?».
El ángel le contestó:
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido un hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, «porque para Dios nada hay imposible»».
María contestó:
«He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel se retiró.
Reflexión del Evangelio de hoy
He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra
Celebramos hoy la fiesta de la Virgen del Rosario, fiesta muy entrañable para nosotros los dominicos, porque tradicionalmente siempre se ha reconocido a Santo Domingo de Guzmán como el fundador del rosario, y a sus frailes como los divulgadores de su rezo. Históricamente esta fiesta nace en recuerdo de la victoria de Lepanto el 7 de octubre de 1571, atribuida al rezo del rosario. En el rezo del rosario, desgranando las avemarías, se repasan los misterios sobresalientes de la vida Jesús, donde la Virgen María tiene un papel muy importante.
María recibe la visita del ángel Gabriel que le comunica su mensaje. Su espontánea reacción ante este anuncio fue la del asombro: “pero ¿cómo puede ser esto?”. Cómo no iba a asombrarse positivamente pues la propuesta de Dios rompía todos los moldes: ser, ni más ni menos, la madre del Hijo de Dios, ser la madre Dios. Era un privilegio muy especial. Y después del primer susto se llenó de asombro. Esta es la primera enseñanza que nos brinda María a todos nosotros: la de asombrarnos ante todas las propuestas que Dios nos hace, a toda la humanidad y a cada uno de nosotros y exclamar como María ¿cómo podrá ser esto…?
Cómo no asombrarnos y alegrarnos de que:
Dios nos haya regalado su vida divina y que le podamos llamar Padre, porque realmente lo es y sentirnos hermanos de todos los hombres.
Jesús sea nuestro gran amigo. “A vosotros os llamo amigos” y que nos quiera tan entrañablemente que nada ni nadie nos podrá separar de su amor.
Nos regale después de nuestra muerte la resurrección a una vida de total felicidad y para siempre.
Nos regale a María su madre también como madre nuestra: “He ahí a tu madre”.
Pidamos a María que nunca perdamos la capacidad de asombrarnos y de alegrarnos de todo lo que Dios y su Hijo han hecho y sigue haciendo con nosotros y que como ella siempre aceptemos la voluntad de Dios, una voluntad que busca nuestro bien: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu voluntad”.