Orgías y drogas de diseño: Un nuevo libro explora el lado oscuro de Silicon Valley
Con información de Infobae
«Más o menos una noche por mes, un viernes o un sábado, los technorati se reúnen en una fiesta recargada de drogas y sexo. A veces el lugar elegido es una mansión épica en el barrio de Pacific Heights, en San Francisco; a veces es una casa espléndida al pie de las colinas en Ahterton o Hillsborough».
Así comienza Brotopia, Breaking Up the Boys’ Club of Silicon Valley que describe el lado oscuro del universo tecnológico: un ámbito extremadamente machista, sostenido por el dinero y argumentos de progresismo sexual. Aunque el fragmento que publicó la revista Vanity Fair (lo único que se conoce hasta el momento del libro, que saldrá en febrero) no menciona nombres o empresas, describe una cultura generalizada.
Los lugares de las fiestas cambian, muchos de los participantes se mantienen idénticos en cambio. Y el propósito es siempre el mismo: una orgía, que dura una noche o un fin de semana, con éxtasis en pastillas que reproducen el logo de las empresas más conocidas del sector.
Aproximadamente 25 participantes de esas fiestas hablaron con Chang. Muchos no manifestaron la menor incomodidad: «Al contrario, hablaron con orgullo sobre cómo derriban las tradiciones y los paradigmas en sus vidas privadas del mismo modo que lo hacen en el mundo tecnológico que dominan». En esas fiestas de lujo proyectan su audacia, sintetizó la autora, de cambiar el mundo.
Lo curioso del caso es que esa cultura trasciende lo privado. «Las vidas sexuales liberales que buscan los hombres de la tecnología —desde la élite hasta la tropa— tiene consecuencias en el modo en que se hacen las cosas en Silicon Valley».
Chang reconstruyó que invitados y anfitriones «incluyen poderosos inversores de primera ronda, entrepreneurs reconocidos y ejecutivos superiores«. Para las mujeres los requisitos de ingresos son otros: «Algunas trabajan en tecnología en el área de San Francisco, pero otras vienen de Los Angeles y más allá, y están empleadas en industrias relacionadas»: agentes inmobiliarias, entrenadoras personales, relacionistas públicas.
Un asistente a las orgías, un inversor adinerado, le dijo a la periodista de Bloomberg TV: «Uno sabe cuándo es esa clase de fiesta. En las fiestas normales del mundo tecnológico, apenas si hay mujeres. En esta clase de fiestas, hay toneladas«. La proporción, estimó Chang, «es aproximadamente de dos por cada hombre, de manera tal que tienen suficientes mujeres para elegir».
Otro, un fundador, opinó: «Veo a muchos hombres que engañan a la gente, que duermen con una docena de mujeres al mismo tiempo. Pero si a cada una de las doce no les molesta, ¿es un delito? Uno puede decir que es algo desagradable, pero no es ilegal. Sólo perpetúa una cultura que somete a las mujeres«.
Los varones sólo pueden ingresar por invitación, y pueden llevar tantas mujeres como deseen. Las invitaciones circulan de boca en boca, por Facebook o en general por Snapchat, que tiene la virtud de borrar los mensajes. Ninguna dice nada explícito, para evitar alguna captura de pantalla. Se puede recomendar el atuendo, por ejemplo: «Aventurera glamazónica, safari chic o selvático-tribal».
Si una mujer no acepta la invitación, será muy difícil que desarrolle una conexión personal con un inversor. «En las fiestas hacen negocios, toman decisiones», dijo una mujer. Pero asistir con ese fin tampoco es una buena idea. Agregó: «Si una participa en estas orgías, no puede volver a pensar en comenzar una empresa o conseguir que alguien invierta. Las puertas se cierran».
Según la descripción de Brotopia, las fiestas suceden así:
Los invitados llegan a la hora de los cócteles; los guardias de seguridad privado los acompañan al interior o los echan si no están en la lista. El alcohol facilita la conversación mientras se cocina; luego de comer circulan el antiguo MDMA o sus versiones como Molly, y los extraños comienzan a convertirse en amigos afectuosos.
«No son orgías grupales per se, pero los invitados se agrupan de a dos o de a tres, o más. Pueden desaparecer en alguna de las muchas habitaciones del lugar, o pueden simplemente acostarse a la vista de los otros. La noche deja lugar al día y el grupo se reúne para desayunar», describió Chang. En ese punto todo puede recomenzar: comen, toman éxtasis, vuelven al sexo.
«No estamos en los años de la Ley Seca o de McCarthy, me recuerda la gente; es Silicon Valley en el siglo XXI«, siguió la autora. «Nadie ha sido obligado a asistir y nadie oculta nada, si está casado o en una relación seria. Simplemente son discretos en el mundo real».
Una mujer, que nunca había consumido éxtasis, se sintió emboscada, le dijo a la autora; en su relato, un importante inversor se pasó la noche emboscándola, de hecho. Pero en general cuando una mujer va por primera vez a este tipo de fiestas quien la lleva le explica de qué va el asunto, y le recuerda que nadie habla de eso luego. «Una sabe que si consume drogas con gente del trabajo no se lo debe decir a nadie, y lo mismo se aplica al sexo. En otras palabras, no ocultamos nada pero, en realidad, un poco lo hacemos», interpretó Chang.
Un fundador de empresas tecnológicas le explicó una condición de asistencia: «Se puede elegir no engancharse con alguien específico, pero no se puede estar sin engancharse con alguien, porque eso sería voyeurismo. Así que si no vas a participar, no vengas». Él no se consideraba un depredador: «Es una fiesta privada donde la gente poderosa se junta y hay muchas mujeres y mucha gente que está loca. En cualquier fiesta se puede dar una situación, que alguien se extralimite, pero eso no es una crítica a la orgía, es una crítica a que alguien se extralimite. ¿O eso no pasa en todas partes?».
Chang se preguntó por qué, si el argumento de fondo es la libertad sexual, estas fiestas se inclinan exclusivamente a la satisfacción de las fantasías de los varones heterosexuales. «Se espera que las mujeres participen en tríos que incluyen a otra mujer; la conducta homosexual o bisexual masculina está visiblemente ausente», escribió. Citó a un capitalista de riesgo que participa de las orgías: «Extrañamente, es impensable que los tipos puedan ser bisexuales o curiosos. Es una completa hipocresía».
Otra característica de estas fiestas es que encarnan una suerte de venganza del nerd. «Muchos de los nombres de primera fila en Silicon Valley tienen algo único en común: una adolescencia solitaria y privada de contacto con el otro sexo», escribió Chang.
El fundador de empresas le ilustró hasta qué punto el ego herido del pasado influye en esta cultura. «¿Por qué tengo que comprometerme? ¿Por qué tengo que casarme? ¿Por qué tengo que ser exclusivo? Si uno tiene un par de chicas que lo miran con interés, uno puede establecer los términos, decir: ‘Esto es lo que quiero’. Puede decir: ‘Me encanta salir contigo, pero no soy exclusivo’. Con eso pueden jugar hoy los tipos que no podían tener una chica en el secundario‘.»
Su atractivo, cree el hombre, es muy fuerte: «Tenemos más cachet que un tipo rico común porque hacemos productos que llegan a mucha gente. Uno hace una película y la gente la mira un fin de semana. Uno hace un producto, y afecta la vida de la gente durante años«.
Ahora que también los actores y los deportistas quieren participar de la movida tecnológica, Chang no se sorprende de que haya fundadores, capitalistas de riesgo y emprendedores que se valoren tanto a sí mismos, que se vean como «un aporte a la evolución del comportamiento humano». Pero, señaló también, «para muchas mujeres que lo describen, se trata de una nueva inmadurez —una conducta sexista disfrazada de conversación pretenciosa— que refuerza las estructuras tradicionales de poder, humilla a las mujeres e infla algunos de los egos más grandes de la historia: apenas otra manifestación de la utopía masculina».