OPINIÓN | Una necesaria polémica por Fernando Ochoa Antich
Artículo de opinión de Fernando Ochoa Antich
He querido aprovechar esta especie de tregua política de los días navideños para referirme a un extenso artículo de mi amigo Alfredo Coronil Hartmann sobre el 18 de octubre de 1945. Lamentablemente, no tuvo la suficiente objetividad para enjuiciar críticamente un hecho histórico de tanta importancia. No voy a refutar cada uno de sus argumentos, el espacio periodístico no lo permite, sólo me referiré a algunos de los más importantes, para después exponer mi visión sobre los hechos y las consecuencias de ese golpe de Estado. No ha sido “la capacidad de los deudos del neo-gomecismo que han querido hacer del general López Contreras el padre de la democracia y de Medina una figura de los altares”, sino el reconocimiento que nuestra historia hace de esos gobiernos por honestos, democráticos y modernizadores. En efecto, atribuir la paternidad de la democracia a López y elevar a los altares a Medina es una exageración, pero negar la indiscutible contribución de ambos al proceso democratizador es una injusticia.
Es imposible negar que el general López enfrentó con habilidad y carácter la compleja situación política que se produjo en Venezuela a la muerte de Juan Vicente Gómez. Además, aprovechó los acontecimientos del 14 de febrero de 1936 para romper con el pasado dictatorial al poder reemplazar de las presidencias de estado a figuras relevantes del anterior régimen como eran los generales Félix Galavís, José María García y Vicencio Pérez Soto; así como designar un nuevo gabinete con figuras de reconocido prestigio nacional como fueron, entre otros, los doctores Diógenes Escalante, Rómulo Gallegos, Néstor Luis Pérez, Santos A Dominicci y Enrique Tejera. A los pocos meses fue designado el coronel Isaías Medina Angarita, ministro de Guerra y Marina. De esa manera, incrementó su control sobre las Fuerzas Armadas. Además, la designación de Rómulo Gallegos, como ministro de Educación, fue un importante gesto de apertura hacia los jóvenes de la generación de 1928.
Lamentablemente, los principales líderes de esa generación, Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt, no lo entendieron de esa forma impidiendo que el general López pudiera establecer una política de mayor apertura democrática. La alteración permanente del orden público, los ataques a las Fuerzas Armadas y la convocatoria de la huelga petrolera de 1936, originada por la actitud intransigente de las compañías petroleras extranjeras al oponerse a la nueva y progresista ley del trabajo, obligó al presidente López, presionado por los cuadros militares de tendencia gomecista, a tomar un conjunto de acciones, entre ellas exilarlos del país, en contra de sus principales dirigentes. Su gobierno, de tendencia conservadora como era lo prudente después de la dictadura gomecista, realizó alrededor del programa de febrero profundas transformaciones, tales como la creación del Banco Central de Venezuela y del ministerio de Sanidad y Asistencia Social.
La constitución de 1936 estableció un conjunto de normas dirigidas a democratizar el régimen político venezolano al ratificar la no reelección inmediata del presidente de la República, reducir el período presidencial de siete a cinco años, establecer por cuatro años el período parlamentario, garantizar el derecho al voto a hombres mayores de 21 años alfabetas y a las mujeres, en las mismas condiciones, para Concejos Municipales. No obstante, que la ratificación de la elección de segundo grado para diputados y senadores, los cuales elegían al presidente de la República, limitaba ampliamente los derechos políticos de la mayoría de los venezolanos y la ilegalización de la ideología comunista, significó un importante avance en todos los órdenes. El resultado de la elección como presidente de la República de Isaías Medina demostró el control que el régimen lopecista mantenía sobre el Congreso Nacional: Isaías Medina: 120 votos, Rómulo Gallegos: 13 votos.
La campaña política se basó fundamentalmente en señalar la supuesta cercanía ideológica de Isaías Medina Angarita con Benito Mussolini. Esa supuesta cercanía al fascismo no influyó en el resultado electoral y mucho menos en la orientación del nuevo gobierno, el cual se caracterizó por ser absolutamente respetuoso de la Constitución y las leyes. Isaías Medina, desde el mismo momento en que asumió el poder, dio claras muestras de su espíritu amplio y cordial, mostrando, además, su interés en fortalecer fundamentales valores democráticos: un absoluto respeto a la libertad de expresión, el retorno de los exiliados, la inexistencia de presos políticos, la legalización de los partidos Acción Democrática, Acción Nacional, Partido Comunista, y constituyó el PDV, como base de su gobierno. También impulsó la aprobación de importantes leyes: la Ley del Seguro Social Obligatorio, la ley del Impuesto sobre la Renta, la ley de Reforma Agraria y la muy amplia Reforma Petrolera.
Desafortunadamente, esa trascendente gestión de gobierno se vio comprometida en el tiempo por la escasa visión política del presidente Medina. No entendió que su candidatura a la presidencia de la República había surgido fundamentalmente por su ascendiente en la juventud militar y no produjo las necesarias reformas institucionales, al no pasar al retiro a la mayoría de los cuadros de oficiales que no tenían suficiente formación académica. Tampoco percibió que las grandes transformaciones políticas realizadas durante su gobierno exigían establecer en la reforma constitucional de 1945 el voto universal, directo y secreto para todos los cargos electivos, a pesar de que figuras como Jóvito Villalba y Mario Briceño Iragorri se lo recomendaron. De haberlo hecho, las posibilidades electorales del general Eleazar López Contreras se hubieran visto totalmente disminuidas y mucho más si el propio presidente Medina hubiese decidido lanzarse como candidato.
La polémica sobre el 18 de Octubre de 1945 no tiene sentido: ¿Fue un golpe de Estado o una revolución? El propio Rómulo Betancourt lo reconoció. Definitivamente, fue una asonada militar y un accidente histórico. Esa conspiración se hubiera detenido si la candidatura de Diógenes Escalante, transformado en candidato nacional por el respaldo de Acción Democrática, no se hubiera visto comprometida por su repentina enfermedad mental. Su prestigio personal limitaba casi totalmente las posibilidades electorales del general López, de quien era su gran amigo, y eliminaba los temores que esa candidatura producía en la juventud militar y en Acción Democrática. La pregunta que si debemos hacernos es la siguiente: ¿Hubiese triunfado la asonada militar sin el respaldo de Acción Democrática? Pensar sobre lo que pudo haber ocurrido en un hecho histórico es una tontería, pero soy de los que creen que hubiera fracasado.
La enfermedad de Escalante produjo la escogencia de la equivocada candidatura de Ángel Biaggini, la cual buscaba satisfacer, al mismo tiempo, al siempre amenazante andinismo y dar una respuesta a una vieja aspiración de los venezolanos de que un civil alcanzara la presidencia de la República. Acción Democrática no lo entendió de esa manera, al considerar, con razón, que el poco peso político del doctor Biaggini no impediría la elección en el Congreso Nacional del general Eleazar López Contreras. Ante esas circunstancias, Rómulo Gallegos se entrevistó con el presidente Medina para plantearle que estudiara la posibilidad de la candidatura del doctor Rafael Vegas, prestante figura del PDV. Lamentablemente, el presidente Medina rechazó dicha alternativa. Al descubrirse la conspiración militar y detener a algunos de sus jefes, los mayores Julio César Vargas y Marcos Pérez Jiménez, los oficiales comprometidos tomaron la decisión de insurreccionarse.
En verdad, la asonada militar no logró controlar sino dos unidades en Caracas: la Escuela Militar y el cuartel de Miraflores. No existe una explicación suficiente para entender las razones por las cuales teniendo un número muy importante de unidades leales al gobierno constitucional, no se tomaron las medidas militares necesarias para controlar las unidades insurrectas a fin de evitar que se propagara el alzamiento militar. “Es inexplicable que el general Medina no dejara oír su autorizada voz en los canales de radio y así movilizar una opinión pública que le era tan favorable” (1) De manera sorprendente, el presidente Medina decidió rendirse a la diez de la mañana del 19 de octubre, entregándose prisionero a los mayores Marcos Pérez Jiménez y Julio César Vargas. La periodista Ana Mercedes Pérez, en su libro “Verdad Inédita” recuerda la frase de mi padre Santiago Ochoa Briceño, comandante de la Policía de Caracas, “¿Por qué hemos de rendirnos cuando la policía está en condiciones de sostener una larga lucha y es difícil que tomen este cuartel?”.
Las consecuencias del 18 de Octubre fueron nefastas: comprometió la progresiva institucionalización militar y generó las causas del derrocamiento de Rómulo Gallegos, el 24 de Noviembre de 1948, del asesinato de Carlos Delgado Chalbaud, del fraude electoral de 1952 y de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Nunca he negado los errores cometidos por Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, pero tampoco es posible silenciar la responsabilidad de Rómulo Betancourt y los miembros del CEN de Acción Democrática en ese golpe de Estado y sus resultados que aún se lamentan. Justamente, la aviesa tesis chavista de “la unión cívico militar” quizá tenga su origen en el propio 18 de octubre de 1945. Reconozco que después de 1958, Rómulo Betancourt siempre buscó rendirle homenaje a Eleazar López Contreras y a la memoria de Isaías Medina Angarita. Por supuesto, honrar honra.
Me he visto en la necesidad de polemizar con mi amigo Alfredo Coronil Hartmann, a quien respeto y aprecio, por considerar que su posición sobre el 18 de octubre de 1945 es demasiada apasionada. Estoy convencido que es un deber ineludible orientar a las nuevas generaciones, con versiones más objetivas sobre los hechos históricos recientes, para que puedan interpretarlos cabalmente y logren utilizarlos en el esfuerzo que tendrán que hacer para reorientar a Venezuela por el camino de la libertad y la democracia.