#Opinión | Militares bajo control, por Fernando Ochoa Antich
800Noticias
En un extenso artículo titulado “Venezuela: militares bajo control”, publicado en la revista Foreign Affairs Latinoamérica, del Instituto Tecnológico de Méjico, dos de sus colaboradores, Víctor Mijares y Alejandro Cardozo, desarrollan una nueva tesis que trata de explicar las profundas transformaciones ocurridas en el pensamiento y en la conducta de la Fuerza Armada Nacional a partir de los hechos del 11 de abril de 2002 y dar una respuesta a los venezolanos que no logran entender las razones por las cuales la mayoría de sus miembros activos se inhiben de tomar una posición ante la tragedia nacional y el debilitamiento de nuestra soberanía como consecuencia de la permanente intervención de Cuba en nuestros asuntos internos. Voy a analizar, en este artículo, los planteamientos que utilizan sus autores a objeto de expresar mis puntos de vista sobre el tema exponiendo mis diferencias y acuerdos.
El artículo comienza con un recuento del período histórico que se inició a partir del 23 de enero de 2019 al juramentarse el diputado Juan Guaidó como presidente encargado y establecer la oposición democrática una estrategia, que se resume en la consigna “cese de la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”, la cual fue respaldada por los Estados Unidos, Canadá, el Grupo de Lima y la Unión Europea. Esa estrategia considera que una transición política en Venezuela surgirá de una ruptura de la coalición gobernante bajo la premisa que el chavismo no es una alianza de partidos políticos sino una unión cívico-militar, en la cual tiene una marcada preponderancia la Institución Armada. Al considerar posible la ruptura de esa alianza, se estableció como primer paso en la estrategia “el cese de la usurpación”, dando por sentado que la Fuerza Armada Nacional reaccionaría ante la gravedad de la crisis nacional y el seguro reconocimiento internacional. Esa equivocada percepción condujo al fracaso del conato insurreccional del 30 de abril de 2019.
En la segunda parte del artículo se establece que “ en Venezuela se ha elaborado una mitología política alrededor de los militares ” que surge de nuestro proceso histórico: la guerra de independencia, el caudillismo, los gobiernos militares andinos y el muy débil control de los gobierno civiles sobre las Fuerzas Armadas durante los años 1958-1998. “ Finalmente, la elección como presidente del exmilitar golpista Chávez terminó por consolidar la tesis del control militar sobre el poder civil en Venezuela ”. Inmediatamente, se inicia una severa crítica de esta tesis al explicar que esa realidad histórica ha traído por consecuencia que se crea equivocadamente que la Fuerza Armada Bolivariana es el principal soporte del socialismo del siglo XXI, y que el gobierno de Maduro se sostiene porque cuenta con el respaldo de la burocracia castrense. En realidad, según el criterio de los autores, “ la Revolución Bolivariana ha dado muestra de ser, en efecto, el vehículo de una fuerza política civil de profundas raíces en la izquierda histórica castrista, guerrillera, universitaria, intelectual, gremial, sindical, policial y militar ”.
Los autores mantienen, como tesis central del artículo, que el error en la estrategia de la oposición surge del “ anquilosamiento teórico según el cual el régimen de Maduro es un autoritarismo pretoriano sin entender que el chavismo civil ha desarrollado un extraordinario sistema de control sobre la Fuerza Armada Nacional, especialmente por vía de la transferencia de conocimientos y experiencias políticas del régimen cubano ”. Ese control, principalmente en el área de inteligencia y contrainteligencia, ha tenido como objetivo central a los miembros de la Fuerza Armada Nacional. Además afirman que “ Esta intervención del poder civil sobre el militar ha fragmentado el mando y le ha restado eficacia operativa a las fuerzas armadas. Una somera revisión de las cifras de prisioneros políticos arroja un creciente número de militares en los últimos años ”. Esta situación es una consecuencia de las permanentes denuncias entre compañeros de armas y es un indicativo de la ruptura de valores fundamentales como son el compañerismo y el espíritu de cuerpo.
Comparto en algunos aspectos los razonamientos mantenidos por los autores del artículo. Sin embargo tengo algunas observaciones.
Ellos opinan equivocadamente que el control civil sobre los militares, durante el régimen democrático fue un espejismo, al afirmar que existe “ un abundante correlato historiográfico sobre los planes e intentos de golpes de Estado durante el ensayo democrático, con el que se pretende demostrar que el control civil fue un espejismo y los militares siempre estuvieron al acecho del poder en Venezuela ”. En verdad, durante esos cuarenta años, la gran mayoría de los cuadros profesionales acataron la supremacía del poder civil establecido en la Constitución de 1961. En las actuales circunstancias existe una situación diferente. Una parte sumamente importante del poder del Estado, está controlado por militares, observándose su presencia en numerosas empresas, institutos autónomos y otros muchos aspectos del funcionamiento del gobierno. La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Significa esta realidad formal que el régimen venezolano es actualmente un pretorianismo autoritario? Creo que no. A partir de la muerte de Chávez la dirección del “proceso revolucionario” se ha ido desplazando desde la Fuerza Armada Nacional al liderazgo civil. Esta realidad, no quiere decir que la estrategia de la oposición tiene que ser revisada. Lo que es necesario hacer es instrumentarla de una manera diferente.
El razonamiento que hacen al afirmar que una posible intervención militar humanitaria, planificada por un organismo multilateral, con el respaldo de los Estados Unidos, Colombia y Brasil, tendría un gran costo para las fuerzas interventoras debido a que Venezuela “ tiene un eficiente sistema de intercepción aérea «, lo considero equivocado. Realmente no creo que una alianza militar tan poderosa, la cual de inmediato obtendría el control del espacio aéreo, tenga dificultades para neutralizar, en muy breve tiempo, cualquier sistema de defensa aérea y los correspondientes sistemas de misiles. Tampoco creo que el reparto de “ lanzaderas de mísiles portátiles tierra-aire entre grupos insurgentes y del crimen organizado ” pondría en jaque la seguridad de la región y mucho menos que esta amenaza sea suficiente para evitar una posible intervención militar humanitaria. Creo que no ha ocurrido, por razones de política interna en los Estados Unidos.
Ojalá que mis compañeros de armas analicen con detenimiento el importante trabajo de investigación realizado por Víctor Mijares y Alejandro Cardoza y reflexionen el daño que le ha hecho a Venezuela el régimen chavista–madurista al destruir el profesionalismo militar alcanzado en casi cien años de permanente esfuerzo de las diferentes generaciones militares. La responsabilidad de Hugo Chávez y de los Altos Mandos Militares en el crimen que ha significado permitir la partidización de la Fuerza Armada Nacional es indiscutible. Más grave aún es haberlo hecho siguiendo las orientaciones de Fidel y Raúl Castro, para satisfacer su avieso deseo de controlar las riquezas venezolanas, en particular su petróleo, para ponerlas al servicio de Cuba y su nefasta revolución.