OPINIÓN| Los generales López y Medina por Fernando Ochoa Antich
Fernando Ochoa Antich
La obra de teatro de Javier Vidal titulada La íntima del presidente ha recibido del público importantes aplausos y críticas favorables, pero ha generado, al mismo tiempo, una fuerte polémica entre algunos conocedores de ese período histórico que se inició, a la muerte de Juan Vicente Gómez, con la presidencia del general Eleazar López Contreras.
La polémica surge por la forma interesada en que se presenta en la obra la imagen de unos venezolanos de excepción como fueron Eleazar López Contreras, Isaías Medina Angarita, Arturo Uslar Pietri y Tulio Chiossone. A la figura ilustre del presidente Medina se le destruye presentándolo como una persona débil de carácter, bebedor y de limitada inteligencia. Al doctor Arturo Uslar Pietri, un intelectual de trascendente pensamiento, se le hace aparecer como un “Mujiquita” que se inclina ante el poder y al doctor Chiossone, un jurista de reconocida capacidad y honestidad, se le nombra como el mensajero del general López en el momento en que el doctor Uslar le entrega al general Medina un sobre con dinero para su amante.
Tratemos de colocar las cosas en su sitio. El general Eleazar López Contreras, un militar formado en la tradición gomecista, se diferenció de los demás cuadros militares de ese tiempo por su cultura, honestidad y formación profesional. Al ser designado ministro de Guerra y Marina, en 1931, se transformó en la esperanza de los venezolanos que aspiraban a superar el régimen dictatorial. Su indiscutible instinto político le permitió enfrentar las acechanzas de los sectores más conservadores del régimen que buscaban mantenerse en el poder rodeando a Eustoquio Gómez. Desde el inicio de su gobierno se sintieron los nuevos tiempos: redujo el período presidencial de 7 a 5 años, liberó a los presos políticos, permitió el regreso de los exiliados, lanzó al mar los grillos de 70 libras y derrumbó La Rotunda, la cárcel más emblemática del régimen. La presencia en Venezuela de los exiliados políticos, de la generación de 1928, liderados por Jóvito Villalba y Rómulo Betancourt, permitió una importante movilización popular en medio de amplias libertades.
Al iniciarse su gobierno enfrentó, con gran habilidad, los rezagos del gomecismo aprovechando los disturbios del 14 de febrero de 1936 para destituirlos de ministerios y gobernaciones que desempeñaban desde la muerte del dictador y designar un nuevo gabinete, constituido por personalidades de gran relieve como fueron Rómulo Gallegos, Isaías Medina Angarita, Alberto Adriani, Enrique Tejera y Luis Gerónimo Pietri. La designación de Rómulo Gallegos, como ministro de Educación, fue un gesto de acercamiento a la generación de 1928. Lamentablemente, la convocatoria a una huelga petrolera, a mediados de 1936, la cual fracasó, trajo por consecuencia la renuncia de Rómulo Gallegos y la expulsión de Venezuela de un grupo de jóvenes, entre los cuales figuraron Jóvito Villaba y Rómulo Betancourt. A partir de ese momento, el liderazgo del general López se consolidó, permitiéndole realizar una eficiente y honesta obra de gobierno, en la cual se debe resaltar el Plan de Febrero, la creación del Banco Central, la Ley del trabajo y la Ley de hidrocarburos.
Isaías Medina Angarita consolidó su prestigio militar durante los años en que se desempeñó como capitán de la compañía de cadetes de la Escuela Militar. El general López, conocedor de su ascendiente entre los oficiales de academia consideró de interés designarlo jefe de gabinete al ocupar el ministerio de Guerra y Marina. Desde allí logró fortalecer aún más su ascendiente sobre las Fuerzas Armadas. En el segundo gabinete del presidente López fue designado ministro de Guerra y Marina. El general López, al acercarse el final del período presidencial, creyó conveniente lanzar la candidatura de un civil: el escogido fue el doctor Diógenes Escalante, su íntimo amigo. “Esa casi definida postulación fue trastornada por rezagos del gomecismo que comenzaron a señalar como la más indicada la del ya general Isaías Medina Angarita quien, día a día, se transformaba en el líder natural del Ejército. Los cuadros superiores y medios se entusiasmaron con esa posibilidad y sigilosamente sembraron en los medios castrenses la candidatura de Medina”. (1)
El general López, perspicaz como era, entendió los riesgos que podía tener lanzar otra candidatura que no fuera la del general Medina. Aceptó los hechos y la apoyó sin ningún resentimiento. Su nombre fue rechazado por los sectores democráticos al considerar que representaba una amenaza para la evolución política que estaba ocurriendo en Venezuela. De todas maneras, una sólida mayoría parlamentaria lo respaldó, siendo electo el 26 de abril de 1941. La candidatura simbólica de Rómulo Gallegos solo obtuvo 12 votos. El gobierno de Isaías Medina Angarita empezó a cambiar aceleradamente de imagen. Los jóvenes políticos, expulsados de Venezuela en 1937, regresaron al país e iniciaron sus actividades políticas. Los partidos Acción Democrática y Comunista fueron legalizados. Jóvito Villalba fue electo senador por su estado natal y en los debates comenzó a darle apoyo al gobierno medinista. De manera inesperada, surgió un fuerte distanciamiento entre los generales López y Medina, de gravísimas consecuencias para la estabilidad del régimen.
El gobierno medinista garantizó plenamente la libertad de opinión, la organización de partidos políticos y el libre debate de las ideas. Fue tan amplia la libertad ciudadana que pudo afirmar: “Durante mi gobierno ninguna madre venezolana ha tenido que llorar por un hijo preso”. Además, impulsó con eficiencia la educación, la sanidad y el desarrollo agrícola y pecuario, a pesar de la Segunda Guerra Mundial. Estableció el Impuesto sobre la Renta, el Seguro Social Obligatorio, y se presentaron ante Congreso Nacional una avanzada reforma de la Ley de hidrocarburos y una muy bien orientada Ley de reforma agraria. Desde el principio del año de 1945 empezaron las tensiones para la escogencia del candidato presidencial. El general López planteó su aspiración presidencial. La respuesta del medinismo fue lanzar a Diógenes Escalante, considerando que de esa manera el general López se vería obligado a retirar su candidatura. Sorprendentemente, Acción Democrática apoyó al doctor Escalante transformándolo, de esta manera, en un candidato nacional.
Ese respaldo a la candidatura oficialista surgió como consecuencia del conocimiento que tuvieron Rómulo Betancourt y otros líderes de su partido de lo avanzado en que se encontraba una conspiración militar de oficiales jóvenes descontentos por la equivocada política militar del general Medina, quien dolorosamente había olvidado que su liderazgo se sustentaba fundamentalmente en los oficiales egresados de los Institutos Militares. Además, el punto coincidente entre militares y civiles fue el rechazo a la candidatura del general López. Lamentablemente, la grave enfermedad del doctor Escalante y la candidatura de Ángel Biaggini, condujeron al alzamiento militar. De manera sorprendente, el presidente Medina y el Alto Mando Militar, contando con suficientes medios militares, no tomaron las necesarias e inmediatas medidas para controlar la situación permitiendo que la insurrección militar tomara fuerza en la guarnición de Maracay. A las 10:00 am del 19 de octubre decidió rendirse. Su decisión la tomó convencido de que prolongar los combates traería por consecuencia un mayor derramamiento de sangre entre los venezolanos.
Es imposible negar, que los diez años de transición política de los gobiernos de los generales López y Medina tuvieron gran trascendencia para el futuro de Venezuela. Así lo reconoce nuestra historia.
1.- Ochoa Briceño, Santiago, Del andinismo a la democracia, Ediciones de la Presidencia de la República, Caracas, Venezuela, 1994.