#OPINIÓN | La Virgen de la Consolación, por María García de Fleury - 800Noticias
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María García de Fleury

El 15 de agosto la Iglesia Católica celebra la fiesta de Nuestra Señora de la Consolación. Santa Mónica, madre de San Agustín, pasó muchos años pidiéndole a Dios la conversión de su esposo y de su hijo. Ambos se convirtieron.

Después de convertido, Agustín fundó la congregación religiosa que conocemos como Los Agustinos, con mucha devoción a la madre de Dios.

Frente a los grandes consuelos que le brindaba la Virgen a Santa Mónica mientras pedía por la conversión de su hijo y de su esposo comenzaron a llamarla «La Virgen de la Consolación». De ahí viene la tradición de encomendarle a Santa Mónica y a la Virgen de la Consolación a los esposos y a los hijos para que Dios los proteja y los lleve por el camino del bien.

La imagen de la Virgen de la Consolación con el niño Jesús, la muestra entregándole la correa del hábito religioso a Santa Mónica y a San Agustín. Hay que fijarse que la virgen no carga al niño sino que lo está entregando a la humanidad, como el consuelo de Dios, para todos los seguidores de Jesús, a los que ella asume como sus hijos. Por eso, la misión de los agustinos y las agustinas es entregar a Cristo a a humanidad.

El culto a la virgen de la Consolación empezó en Venezuela en el lugar donde vivían los indios Táriba, en la Villa de San Cristóbal, fundada en 1561. Allí llegaron los padres agustinos en 1593. Venían de Pamplona, en España.

Los agustinos en San Cristóbal enviaron a dos religiosos de su convento a evangelizar. Solo llevaban sus breviarios de oraciones y una tablita de madera en donde estaba la imagen de Nuestra Señora de la Consolación.

Los dos padres llegaron ya entrada la noche, a orillas del río. Tomaron una caña amarga y amarraron la tablita para que no se mojara y agarrados de la misma caña cruzaron el caudaloso río. Al llegar a la otra orilla, caminaron hasta llegar a donde está hoy la Plaza Bolívar. Allí se sentaron.

Lo primero que hicieron fue construir una ermita donde oficiaban la Santa Misa y evangelizaban. Años después la tribu de los indios Capachos lucharon contra los indios Táriba y éstos huyeron del lugar. Los Padres también se regresaron para su convento.

Una india cristiana se llevó la imagen de la Virgen de la Consolación a su casa y le colocó un altarcito. Desde los campos de Pueblo Nuevo veían por las noches iluminada la casa de la mujer y venían a ver lo que sucedía. Como cristianos continuaron cultivando la devoción enseñada por los Padres agustinos.

Desde 1689 se ha reconstruido y mantenido la capilla en su forma actual. Los Obispos del lugar, hasta hoy día Monseñor Mario Moronta, se han encargado de mantener viva la devoción y la tradición a la Virgen como consuelo de todos, frente a los problemas de la vida diaria. Porque ella es la madre de Dios, y con Dios ¡siempre ganamos!

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