OPINIÓN | «La falacia del bloqueo», por Fernando Ochoa Antich
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Hace algunos días sostuvo la secretaria juvenil femenina del PSUV, Aurora Paredes, en el programa de Vladimir Villegas, con gran convencimiento, que la tragedia que vive nuestro pueblo es la consecuencia del bloqueo que realizan los Estados Unidos a Venezuela. Causa tristeza ver la forma en que se engaña a un sector de nuestra juventud. La inmensa mayoría de nuestro pueblo sabe que eso no es verdad. Los grandes problemas nacionales, que actualmente padece nuestra Patria, surgen del modelo estalinista, caracterizado por un creciente totalitarismo, de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. Los jóvenes deben conocer que esa ideología ensombreció la historia del hombre durante el siglo XX al conducir a la muerte a 70 millones de personas durante la revolución de Mao Zedong, 21,5 millones bajo el régimen de Stalin, provocar el martirio que todavía sufre el pueblo cubano y nuestra actual catástrofe nacional. Además, en Venezuela han ocurrido centenares de muertes a manos del régimen, como lo certifica el reciente informe de Michel Bachelet.
Conviene recordar brevemente la evolución política, económica y social de Venezuela, en estos últimos veinte años, para entender las causas del inmenso fracaso de los gobiernos de Hugo Chávez y Nicolás Maduro. El problema político venezolano surgió de la propia constitución de 1999, la cual fue electa a través de un retorcido sistema de votación que no respetó el principio de la representación proporcional de las minorías. De esta manera, con el 52 % de los votos, el oficialismo se hizo con el 95 % de los escaños y la oposición sólo logró obtener el 5%, es decir, 6 diputados. De todas maneras, aunque no existía un real pluralismo político, su contenido preservó importantes principios democráticos, pero no ratificó nuestra tradición histórica al instaurar la reelección inmediata del presidente de la República por un período presidencial. Además, Hugo Chávez trató, posteriormente, de incluir la reelección indefinida en todos los cargos de elección popular, la cual fue rechaza por nuestro pueblo. Sin embargo, a través de una argucia jurídica hizo aprobar la reelección indefinida del presidente de la República. Estos abusos iniciales permitieron al establecimiento de un régimen de marcada vocación totalitaria.
Los dos gobiernos de Hugo Chávez se caracterizaron por ser personalistas, clientelares, corruptos, de marcada tendencia totalitaria, irrespetuosos del Estado de Derecho y de los principios democráticos. Si bien se podría argumentar que tuvieron legitimidad de origen al haber triunfado en varias elecciones, no se puede negar que en todos los procesos comiciales hubo un gran ventajismo. De todas maneras, su legitimidad de ejercicio siempre estuvo cuestionada en virtud de su permanente irrespeto a la Constitución y a las leyes. Su prematura muerte le evitó sentir el rechazo popular que, con certeza, habría ocurrido con la disminución de los ingresos nacionales. Los dos gobiernos de Nicolás Maduro se han caracterizado por tener los mismos defectos anteriores incrementados por una total falta de legitimidad tanto de origen como de ejercicio. Ninguno de sus supuestos triunfos electorales ha sido reconocido por la oposición democrática, con el agravante de que el último, tampoco lo fue por los gobiernos de 59 países democráticos, por ser absolutamente fraudulento. La independencia del poder Legislativo ha sido irrespetada permanentemente, así como también la inmunidad parlamentaria. Cabe destacar la permanente violación de los derechos humanos, en ambos gobiernos, los cuales han dado origen a la aplicación de sanciones internacionales.
Afirmar que la inmanejable crisis venezolana es consecuencia de las sanciones de los Estados Unidos es un argumento falaz. Nuestra economía presenta un conjunto de factores estructurales tales como la exagerada dependencia de un solo producto, la tendencia a acumular gestiones fiscales deficitarias, el peso excesivo del Estado en la actividad económica, el escaso dinamismo del sector privado no petrolero etc., que debieron ser resueltos durante los años del esplendor petrolero. Nada se hizo. Al contrario, se promovió, por razones políticas, un sistema distributivo, sin percibir que esa forma ligera de administrar traería por consecuencia la inmensa crisis económica que padecemos: en el año 2017, Venezuela sufrió una caída del Producto Interno del 40 %, encontrándose el Banco Central sin reservas para poder enfrentar el pago del servicio de la deuda externa, la cual alcanzó en el año 2012, no existen datos oficiales más actualizados, la inmanejable cifra de 113.000 millones de dólares, con vencimientos concentrados en un corto plazo, en medio de una creciente caída de la producción petrolera, consecuencia de la destrucción de PDVSA. Aunado a ello, la corrupción no disminuyó. Todo lo contrario, continuó incrementándose al paso de los días
Esta desbastadora crisis económica se inició con la aprobación del “Plan de Desarrollo Económico 2007-2013”, inspirado en el Socialismo del Siglo XXI y orientado por el ministro Jorge Giordani, en el cual se estableció la nacionalización de todos aquellos sectores considerados estratégicos de la economía nacional. Las acciones comenzaron a partir del año 2007 al nacionalizar los sectores de comunicaciones, las grandes industrias básicas del hierro, del acero, del cemento y de la minería. Ese mismo año, las empresas extranjeras que trabajaban en la Faja Petrolífera del Orinoco fueron obligadas a aceptar nuevos términos de propiedad y control sobre los proyectos de explotación. La Exxon-Mobil y Conoco Phillips no aceptaron, generándose costosos procesos de arbitraje. En esos años Venezuela despilfarró más de 23.377 millones de dólares en pagar expropiaciones y nacionalizaciones de empresas, las cuales mayoritariamente quebraron, mediante un importante incremento de la deuda pública.
En el año 2010 empezaron las presiones sobre el Banco Central. El caso PDVSA es un buen ejemplo: el año 2013, la empresa petrolera adeudaba al Banco Central 65.000 millones de dólares. Al empezar a disminuir los precios petroleros, en el año 2014, todo colapsó. Su expresión inmediata fue el surgimiento de una creciente recesión. Naturalmente, esta irresponsable manera de administrar el esplendor petrolero condujo a la actual tragedia venezolana. Veamos la dolorosa situación social a finales del año 2019: desempleo 35%; inflación 7.374%; pobreza 25, 8 %; pobreza extrema 61,2 %. Esta tragedia es la gran responsabilidad histórica de Nicolás Maduro. En el año 2013, debió rectificar el equivocado rumbo económico. No lo hizo. Su gobierno, como es natural, ha tenido que enfrentar, de manera permanente, una grave crisis política que ha dificultado una posible rectificación económica. En lugar de buscar una solución negociada con la oposición, convocando a unas elecciones presidenciales justas y equitativas, ha preferido desafiar, con consecuencias impredecibles, a la Comunidad Internacional. Recomiendo a nuestros jóvenes documentarse sobre estos hechos para evitar ser engañados por intereses políticos y ambiciones personales.
Caracas, 16 de febrero de 2020.
fochoaantich@gmail.co