OPINIÓN | José Antonio Olavarría, un militar ejemplar, por Fernando Ochoa Antich
Por Fernando Ochoa Antich
La muerte del general José Antonio Olavarría, ocurrida el 9 de noviembre de 2021, produjo un doloroso impacto en varias generaciones militares. La desaparición física de un oficial, cuya dilatada trayectoria siempre estuvo enmarcada en los principios que deben caracterizar al militar venezolano: “Todo militar, cualquiera sea su grado, clase o empleo, deberá ser culto en su trato, aseado en su traje, marcial en su porte, respetuoso con el superior, atento con el subalterno, severo en la disciplina, exacto en el deber e irreprochable en su conducta”, deja siempre un vacío difícil de llenar.
El general Olavarría fue uno de los jefes militares que más luchó, en su generación, por la superación profesional de los cuadros militares, así como por la modernización y tecnificación de la Fuerza Armada Nacional, en particular el Ejército. Su extraordinaria formación académica: Grado de oficial, Academia Militar de Venezuela, 1951-1955; Pregrado en Ingeniería Civil, 1961-1962, Fort Belvoir, Virginia, USA; Maestría en Planificación de Ingeniería Económica, 1962-1964, Stansford University, California, USA; Curso de Comando y Estado Mayor, 1970-1972; Curso Superior de Seguridad y Defensa, 1974-1975, Escuela Superior del Ejército; y su experiencia como profesor en la Academia Militar, en la Escuela de Ingeniería Militar, en la Escuela Superior del Ejército, en la Universidad Simón Bolívar y en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional le permitieron obtener y desarrollar los conocimientos requeridos para poder impulsar tan importantes reformas, dedicándole el máximo tiempo posible en sus últimos años de servicio militar.
En el año de 1979 fui designado, con el grado de teniente coronel, para ejercer las funciones de Jefe del Departamento de Instrucción Militar en la Academia Militar por solicitud expresa de su director, mi superior y amigo, general de división Humberto Alcalde Álvarez. Me encontraba en el desempeño de dichas funciones cuando fue nombrado director de nuestra Alma Mater, el general José Antonio Olavarría, quien me nombró director de Planificación y Evaluación.
Apenas asumió sus funciones, se le informó detalladamente de los objetivos planteados en la gestión anterior y de la necesidad de mantener y continuar los importantes cambios que se venían realizando en el Instituto destinados a incrementar el nivel académico de los futuros oficiales. El general Olavarría manifestó su decidido respaldo a esa iniciativa e inició conversaciones con el Consejo Nacional de Universidades (CNU) a fin de satisfacer sus exigencias para obtener el título de licenciado en Ciencias y Artes Militares.
De inmediato se inició un detallado estudio sobre el contenido de las distintas asignaturas requeridas para ampliar el Plan de Estudio “Andrés Bello” No. 1 y transformarlo en el No. 2, orientado a alcanzar el nivel universitario. Este esfuerzo estuvo dirigido no sólo a incrementar los niveles de las asignaturas civiles sino también darle nivel universitario a las asignaturas militares, incluyendo, además, en el pensum materias tales como Filosofía de la Guerra, Estrategia y Relaciones Internacionales, entre otras y ampliar los estudios de Táctica e Historia Militar con la finalidad de fortalecer la cultura militar del oficial del Ejército.
El general Olavarría desempeñó a lo largo de su carrera militar importantes cargos, entre ellos: director de la Escuela Superior del Ejército, director de la Academia Militar de Venezuela, comandante de la Primera División de Infantería, director del Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, y Comandante General del Ejército, en los cuales fue permanente ejemplo, de dedicación al trabajo, honestidad administrativa y respeto a la Constitución y leyes de la República, para quienes tuvimos el honor de servir bajo su mando.
En su vida personal, fue también un permanente ejemplo a seguir. Todos sus subalternos recordamos la rigurosidad en el control de sus gastos personales y familiares, así como su rechazo a los excesos en celebraciones y halagos. Su honorable hogar, constituido con la señora Lucía Veluttini, fue un ejemplo a seguir por las jóvenes generaciones. Esa austera conducta, tanto en lo profesional como en lo personal, irradiaba una indubitable guía a seguir por sus subalternos.
Otro aspecto a destacar del general Olavarría fue su inquebrantable lealtad a la institucionalidad democrática. En este sentido mantuvo siempre un inteligente mensaje para disuadir cualquier conducta civil o militar que pudiese comprometer el cumplimiento de la misión constitucional de la Fuerza Armada Nacional, explicando, con ejemplos, las delicadas consecuencias que han tenido para Venezuela las intervenciones militares en el campo político y manteniendo que el acatamiento a la Constitución Nacional es el único camino posible para preservar su unidad interna.
Otra de las grandes pasiones del general Olavarría fue el estudio de nuestras históricas relaciones con Colombia. Siempre creyó que la Gran Colombia de Bolívar y la unidad latinoamericana eran el camino para que nuestros pequeños países superaran la pobreza y el atraso. En el problema limítrofe mantuvo, con gran firmeza, que las pérdidas territoriales que hemos tenido en nuestra historia se debieron a la incapacidad del Estado venezolano y de sus funcionarios, civiles y militares, de dedicar el tiempo requerido a la investigación de dicho asunto y a la obtención del material documental necesario para poder probar nuestros derechos.
Fue un duro crítico de las declaraciones altisonantes, de carácter patriotero, como alternativa al estudio y a la recopilación de evidencias que fortalecieran nuestros planteamientos. Conocedor profundo de la psicología de la élite colombiana buscó transmitir sus conocimientos sobre el tema a los cuadros militares, y al pasar al retiro y asumir responsabilidades diplomáticas, a los funcionarios de la cancillería. Fue designado Embajador ante el Reino de Bélgica y, posteriormente, ante el gobierno de la República de Francia.
También ocupó la presidencia de la Comisión Presidencial Para La Delimitación de las Áreas Marinas, Submarinas y Otros Temas en los años 2001 al 2005, a la cual renunció, con gran firmeza, en rechazo a la tendencia totalitaria que empezó a observarse en el régimen presidido por Hugo Chávez. Con este sencillo pero muy sentido escrito, he querido rendir un merecido homenaje a quien en vida fue un extraordinario militar y un gran venezolano.
Josefina se une a mí para enviarles, a sus hijos y familiares, nuestras sentidas palabras de condolencia. Paz a su alma.