OPINIÓN | Hablando de las riquezas de la Iglesia, por María García de Fleury
800 Noticias
No podemos hablar de la Iglesia y sus riquezas sin hablar del Vaticano con sus grandes obras de arte. La Iglesia es una realidad muy compleja; tan compleja que incluye a los misioneros que trabajan en lugares muy marginales. Por ejemplo, la Madre Teresa de Calculta, Las Hermanitas de los pobres en Maiquetía, Las Siervas de los pobres en La India. Hay parroquias ricas, hay parroquias muy pobres. La Iglesia es muy amplia. Todos ellos ayudando a los pobres …allí está Jesús.
En El Vaticano entra el Papa con toda pompa, en la capilla sixtina, y ahí también está Cristo, con toda su pompa, para darle gloria a Dios. Hay que ver a la Iglesia en su totalidad. La Iglesia muestra el esplendor de Dios.
Los constructores de las Iglesias construían no como un insulto a su pobreza sino para darle gloria a Dios. Los pobres necesitan belleza, tanto como alimento y vestido. Es justo reconocer que a veces se ha abusado. Pero la Iglesia usa, y ha usado, su riqueza tanto para mostrar el esplendor de Dios como para embellecer el alma de quienes la ven y para aliviar a los necesitados.
Los tesoros de la Iglesia son un tesoro cultural, espiritual, histórico, porque se trata de Iglesia, imágenes, cuadros, ornamentos. Estos tesoros no tienen valor comercial ni financiero. Están dedicados al culto divino o expuestos en museos que conservan el patrimonio cultural de dos mil años de cristianismo.
Hay que tener presente que la pérdida de matrimonio cultural conduce a la pérdida de la identidad. Desde el punto de vista económico, el solo hecho de plantear las riquezas económicas del Vaticano es algo prehistórico.
Hoy en día las riquezas no están dadas por tener propiedades de algunos terrenos o piezas de museos. Hoy en día la verdadera riqueza está en las marcas. ¿Cuánto valen los logos de las grandes compañías? ¿Las acciones de la Bolsa? Y de este género de riqueza, la cual es la verdadera riqueza actual, la Iglesia no tiene nada. Es que ni siquiera tiene una Biblia patentada.
Recordemos el elogio de Jesús a María por haber derramado un perfume carísimo sobre sus pies y a la viuda que puso todo lo que tenía como limosna al templo. Es más, es lógico que la Iglesia necesite de bienes materiales.
La Iglesia no son un grupo de ángeles. Está compuesta por seres humanos que necesitan aprender el camino al cielo y para eso necesitan edificios, bibliotecas, computadoras, carros. Para dar culto a Dios se necesitan templos, altares. Para ayudar a la piedad se necesitan imágenes libres. Para enseñar a la gente se necesitan escuelas, universidades.
La Iglesia en estos más de dos mil años se ha dedicado a acumular tesoros que son objetos de culto. Normalmente quienes han cuidado de esos bienes han sido personas que vivieron y que viven voluntariamente pobreza. Que han dejado todo por seguir a Cristo, que se han desprendido de sus patrimonios personales. Porque saben que con Dios, ¡Siempre ganamos!