OPINIÓN | Enrique Ochoa Antich: Tampoco Bachelet, Nico
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Te ves molesto, fuera de tus casillas. Claro, con tu modo elemental de pensar propio de la cultura extremista, ves las cosas en negro y blanco. Bachelet es de izquierda, es socialista, además fue defensora del gobierno de Salvador Allende y víctima de la dictadura de Pinochet, por lo tanto, según tus estrechas miras, habría de apoyarte a juro, respaldar tus tropelías, hacerse la vista gorda frente a tus atropellos.
Porque tu gobierno es la izquierda, toda la izquierda, y aquél que se le opone es no de derecha sino ¡de ultraderecha! Muy complicado que entiendas que no hay una izquierda sino muchas izquierdas, que tú perteneces sólo a una de ellas, la marxista, la comunista, cuando no te paseas por el patio del fascismo, pero que hay además izquierda democrática, democracia social, social-democracia, socialismo liberal, socialismo libertario, y un largo etcétera de matices y combinaciones ideológicas: en fin, un anchísimo espacio al que difícilmente podrás pertenecer jamás.
Vino Bachelet, te visitó en palacio, estrechó tu mano, incluso te sonrió, condescendiente. Tanto que los otros extremistas, la marabunta de María Corina y sus furiosos congéneres del teclado (esos que se parecen tanto a ti), la vilipendiaron, ofendieron, denostaron, injuriaron (al menos una disculpa le deben, dicho sea de paso).
Así que te frotaste las manos e imaginaste que la Alta Comisionada de los Derechos Humanos entregaría al país y al mundo un informe en modo Manifiesto Comunista, un libelo contra el imperio, las sanciones, la guerra económica, la oligarquía apátrida, la oposición golpista y otros tantos espíritus malévolos de este universo mundo, y que aplaudiría tus ingentes esfuerzos por alimentar a tu pueblo, darle salud y educación gratuitas, y defender a la patria de Bolívar de las acciones del patético Trump.
Uno te escucha y es como para pensar que en realidad tú te crees lo que dices, no importa que millones padezcan hambre en esta tierra de gracia (o de desgracias), que la mitad de las mujeres embarazadas se encuentren desnutridas y por tanto lo estarán millones de hijos de la patria (que ya, Nico, no podrán echar la película para atrás), que en uno de tus calabozos no hubiesen matado a golpes a un capitán de corbeta de esa Fuerza Armada Bolivariana tan encomiada y manipulada por ti o que en una calle de Táriba tu represión no le hubiese arrancado los ojos a un adolescente, en fin.
¿Y así querías que el informe de la ACDDHH de la ONU te fuese favorable? ¡Por Dios, Nico! Pies a tierra. Y mírate un rato en el espejo para que descubras ya no la faz de aquel joven luchador social que yo conocí por las barriadas de Caracas sino la de un burócrata autoritario y tiránico que sólo tiene las bayonetas para sostenerse en el poder… hasta que, cualquier día de éstos, volteen sus cañones hacia ti.
Entonces pronuncias 70 objeciones al informe Bachelet y pones a uno de tus comisarios a leerlas ante las cámaras. Sí. También me pareció algo sesgado el informe de Bachelet, pero no por ello descalifico su invalorable contenido ni mucho menos.
Tú querrías que la ACDDHH hablara de las numerosísimas violencias de una oposición extremista que con supina e imperdonable irresponsabilidad empujó a centenares de jóvenes pertrechados sólo de precarios escudos de cartón piedra a una muerte segura.
Los hijos de estos jefes del horror, claro, estaban a buen resguardo en sus quintas de Prados. Una oposición que también asesinó con guayas y balas inclusive. Pero ocurre, Nico querido, que los informes acerca de la violación a los derechos humanos se refieren generalmente a las responsabilidades del Estado, no de grupos políticos ni siquiera armados. Unos civiles violentos no cometen en puridad violaciones a los ddhh. Sí, actos de violencia condenables.
Es diferente la ejecución de un ciudadano por parte de un funcionario policial o militar y el asesinato de un ciudadano por parte de otro. Es así, amigo mío. Nada que hacer.
Quizá al final, la ACDDHH debió haberse referido en general a la situación de violencia política que envuelve a la nación como una tormenta de odio y de amenazas sangrientas, e incluir alguna referencia a la oposición extremista y a su indigna prédica de guerra civil e invasión militar de nuestra patria, pero no es su función específica.
Yo tuve ocasión de subrayarles a los funcionarios de la comisión que acompañó a Bachelet que si el conflicto político no encuentra una resolución democrática, pacífica, electoral, civil y soberana, podemos entrar en un territorio desconocido donde la violación a los ddhh será más masiva e intensa que hoy. Y les pedí que se aproximaran al tema de ddhh en Venezuela desde esta perspectiva política. Pero esto atañe a la secretaría general de la ONU y no a la Oficina de la ACDDHH.
El propósito de un informe como éste no es el de ayudar a resolver la crisis política de un país, como creen algunos. Si sirve a ello, es sólo tangencialmente. Aunque la crítica severa a la violación masiva y sistemática de los ddhh por un Estado, como es nuestro caso, ayude a los efectos.
Algo debería decirte, por cierto, que el aplauso a este informe haya sido casi unánime: ¿no será porque censura a un gobierno y a un Estado que se lo merecen con creces? Ponte la mano en tu pétreo corazón y por un momento piensa en quienes sufren o mueren por tu causa.
Y no mientas, Nico. El informe sí hace referencia al agravamiento que producen las sanciones «de un país» (en alusión clara a los EEUU.) pero subraya, como debe ser: a una crisis preexistente.
Y es correcto. ¿O no es verdad que esta emergencia humanitaria mostró su desesperada faz desde 2013 y que las sanciones comenzaron a aplicarse en 2017? ¿Cómo hacemos con esa diferencia de largos cuatro años? ¿No te vas a hacer responsable? La hiperinflación, ¿cuándo comenzó a emprender su demoníaco espiral? ¿Cuándo empezaron a pararse los pozos petroleros, antes o después de las sanciones? Seamos serios.
Tampoco Bachelet, Nico. Son pocos, muy pocos ya, los que apuestan a un gobierno con el sol en la espalda. Resístete lo que tú quieras, pero sabes que todo te lleva, más temprano o más tarde, a la puerta de salida. Negocia, Nico, antes que sea demasiado tarde, no digo para ti solamente sino para este país devastado y traicionado.
Estudia cómo hicieron Pinochet o los racistas de Sudáfrica o los sandinistas cuando la Chamorro o los comunistas de Europa oriental, para salir del gobierno pero mantener el poder, compartiéndolo. Y, en Noruega o en Barbados, disponte a esa audacia. Tus conmilitones, en particular los más jóvenes, esos que miran al horizonte y hacen planes, te lo van a agradecer.