Oklahoma decide gasear con nitrógeno a los presos condenados a muerte
Agencias
Oklahoma tiene una especial predilección por la pena de muerte. Este territorio del Medio Oeste, de casi 4 millones de habitantes y gobernadora republicana, no solo registra el mayor número de ejecuciones per cápita de Estados Unidos, sino que fue la primera administración del planeta en usar la inyección letal. Siempre en vanguardia del horror, ahora ha decidido emplear nitrógeno para matar a los 12 condenados que ya han agotado todos sus recursos legales.
El motivo alegado para gasearlos es que, debido a la negativa de las farmacéuticas, las autoridades no encuentran en el mercado las sustancias necesarias para la inyección letal. Un problema común en Estados Unidos y que ha llevado a estados como Nevada y Nebraska a buscar fórmulas tan poco ortodoxas como el fentanilo, un opioide sintético, para sus ejecuciones.
“No podemos quedarnos en los márgenes y esperar a que lleguen los fármacos. El nitrógeno es efectivo, sencillo de administrar, fácil de obtener y no requiere procedimientos médicos complejos”, afirmó en conferencia de prensa el fiscal general de Oklahoma, Mike Hunter.
“Hemos buscado las sustancias por todo el mundo, incluso en los callejones de la India y no hemos encontrado nada”, se justificó el director del Departamento Penitenciario, Joe Allbaugh, quien, tras admitir que jamás se ha probado este sistema para condenados a muerte, alegó que ha sido documentado en suicidios asistidos. Para redondear su argumento, afirmó que algunos presos de Oklahoma están recurriendo a métodos como la deshidratación para evitar las inyecciones letales.
LA PENA DE MUERTE PIERDE APOYO
En Estados Unidos la aplicación de la pena capital, legalizada en 32 estados, no ha dejado de caer desde 1999. Ese año se llevaron a cabo 223 ejecuciones; en 2016 fueron 30. Este descenso corre en paralelo a la pérdida de apoyo entre la población. En las últimas dos décadas, sus defensores han retrocedido hasta el punto de que en 2016 por primera vez quedaron por debajo del 50%, según un sondeo de Pew Research.
La inhalación del nitrógeno, aunque todavía falta desarrollar el protocolo, sería mediante máscara y generaría la muerte por falta de oxígeno (hipoxia). Su empleo ha encrespado a las organizaciones humanitarias. “Nunca ha sido usado antes. Se estaría utilizando a los presos como cobayas, podrían morir con enorme sufrimiento”, han alertado a los medios locales los abogados defensores de los penados.
Los antecedentes de Oklahoma abonan este esperpento. Ya ocurrió el 29 de abril de 2014, cuando al recluso Clayton Lockette, condenado por secuestro, violación y asesinato de una joven, se le inyectó un fármaco poco estudiado en aplicaciones terminales (midazolam). El resultado fue una agonía atroz. Desgarrado por terribles convulsiones y atado de pies y manos a una camilla, tardó 43 minutos en morir. El propio presidente Barack Obama calificó lo ocurrido de inhumano. Pocos meses después se estuvo a punto de cometer otra tropelía semejante y fue evitada en el último instante al darse cuenta un guardia de que se iba a administrar una combinación errónea de sustancias. Desde octubre de 2015 no se han practicado ejecuciones en el estado.