Okinawa vuelve a la primera línea 50 años después de su devolución a Japón - 800Noticias
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EFE

El archipiélago nipón de Okinawa, que alberga la mayoría de los activos militares de Estados Unidos desplegados en Japón, presenta una importancia estratégica creciente para los aliados ante las amenazas de China y Corea del Norte, cuando se cumplen 50 años de su devolución a Tokio.

Okinawa volvió a estar bajo administración japonesa el 15 de mayo de 1972, veintisiete años después de que Estados Unidos efectuara allí el mayor desembarco anfibio de la campaña del Pacífico de la II Guerra Mundial y se impusiera en una de las batallas más sangrientas del conflicto, con más de 200.000 bajas militares y civiles.

Como herencia de la derrota nipona quedó el estacionamiento permanente de tropas estadounidenses en el archipiélago subtropical japonés, sellado dentro del acuerdo de devolución de 1971 y por el pacto bilateral de seguridad firmado una década antes, una presencia que durante este medio siglo ha generado rechazo de la población local y que ahora vuelve a estar de máxima actualidad.

BASTIÓN EN UN ENTORNO CADA VEZ MÁS HOSTIL

La situación de seguridad alrededor de Japón -un país que tiene sus capacidades militares capadas por su Constitución de posguerra- es «cada vez más severa», según admite el Ministerio de Defensa japonés en su último libro blanco, publicado el pasado verano.

Entre los desafíos crecientes que afronta el país destacan las continuadas provocaciones de Corea del Norte, que en lo que va de año ha realizado la cifra récord de 16 test de misiles, varios de los cuales han caído en aguas próximas a la costa nipona, o las crecientes actividades militares marítimas de la vecina China.

Navíos del Ejército o la Guardia Costera china transitan de forma «casi diaria» alrededor de las islas Senkaku, administradas por Tokio pero reclamadas por Pekín, en ocasiones llegando a penetrar en aguas territoriales niponas, según el citado informe.

Esta misma semana, Japón alertó sobre la presencia del portaaviones chino Liaoning en las proximidades de Okinawa, un navío desde el que se realizaron despegues y aterrizajes de cazas en maniobras calificadas como «preocupantes para la seguridad nacional» por Koji Yamazaki, jefe del Estado Mayor nipón.

«El entorno de seguridad es claramente peor ahora que hace 25 años», señaló Hitoshi Tanaka, director de estudios estratégicos internacionales del Instituto de Investigación de Japón, en un panel virtual celebrado el pasado lunes.

A las citadas amenazas se suma «el temor a una invasión por parte de Pekín de Taiwán», territorio que se ubica a sólo 112 kilómetros de la isla de Yonaguni, la más surocciental de Okinawa y de todo el archipiélago nipón, o las nuevas tensiones entre Tokio y Moscú (que también mantienen una disputa territorial sobre las Kuriles del Sur), destacó el experto.

«NO QUEREMOS VOLVER A SER UN CAMPO DE BATALLA»

En este contexto, la importancia de una amplia presencia de activos estadounidenses en Okinawa «es más importante que nunca», destacó Tanaka, quien añadió que Japón necesita también «tener capacidad mayor de disuasión» frente al auge de China.

Esto significa más gasto militar nipón en Defensa, algo que ya planea el Ejecutivo, además de acelerar el debate político para ampliar las competencias nacionales en materia militar -otra de las prioridades del partido gobernante conservador liderado por Fumio Kishida-, así como un posible refuerzo de las bases de EE.UU.

Okinawa alberga el 70,3 % de las bases estadounidenses en Japón y las allí ubicadas han sido empleadas como punto de partida para los bombardeos de la Guerra de Corea (1950-1953), Vietnam (1955-1975) o el inicio de la Guerra de Irak en 2003.

En el remoto archipiélago nipón «preocupan mucho» ciertos comentarios de políticos japoneses apuntando a que una potencial contingencia en Taiwán «sería también una contingencia para Japón» y conllevaría que Okinawa se vería «involucrada» en el conflicto, según dijo el gobernador de la prefectura, Denny Tamaki.

«Nunca debe permitirse que algo así suceda», dijo Tamaki en una rueda de prensa la semana pasada, en la que llamó a «garantizar que nunca se repitan los horrores de una tragedia como la Batalla de Okinawa».

El Gobierno y los habitantes de Okinawa llevan años tratando de reducir la carga que suponen las bases estadounidenses, que han generado problemas de contaminación ambiental y acústica y numerosos incidentes que han indignado a la población, entre ellos varios episodios de violaciones y asesinatos perpetrados por soldados y personal de las instalaciones militares de EE.UU.

Pero ni las movilizaciones multitudinarias ni las batallas legales de los okinawenses han servido para que se tenga en cuenta su opinión sobre el controvertido traslado de la base aérea de Futenma de la Marina, situada en el corazón de la isla principal de Okinawa.

Futenma es considerada de vital importancia para la capacidad de movilización rápida de las fuerzas estadounidenses en la región y es también un símbolo de desesperanza para los okinawenses, ya que su situación sigue estancada 25 años después de que EE.UU. y Japón acordaran reubicarla en otra zona de la isla, mientras que el Gobierno y la población reclaman llevarla fuera del archipiélago.

En torno a una quinta parte de la superficie de la isla principal de Okinawa es suelo militar estadounidense.

La región alberga a más de la mitad de los cerca de 50.000 efectivos en Japón del Ejército de EEUU, que planea redistribuir sus fuerzas en puntos estratégicos del Pacífico en el marco de su plan «Force Design 2030» ante el auge de China.

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