«Nadie se va porque quiere», el drama de los exiliados nicaragüenses
EFE- foto referencial
Amenazas de muerte, riesgo de detención arbitraria, acoso, hostigamiento, vigilancia permanente, entre otros, fueron los motivos que llevaron a cientos de miles de nicaragüenses a abandonar de manera forzada su país tras la crisis social y política que estalló en abril de 2018, concluyó el informe ‘Nadie se va porque quiere’ presentado este lunes en Costa Rica.
El informe, elaborado por un grupo de organismos defensores de derechos humanos, de las víctimas y periodistas en el exilio, recopila y sistematiza las experiencias de 40 nicaragüenses afectados de primera mano por la «represión» que ejerce el Gobierno que preside Daniel Ortega con su esposa Rosario Murillo en Nicaragua.
«Desde el nombre (del informe), ‘Nadie se va porque quiere’ ya te hace dejar claro que estamos aquí (en el exilio) de manera forzada», explicó durante la presentación del estudio la activista Linda Núñez, que forma parte del equipo de Educación y Memoria de la ONG Colectivo Nicaragüense Nunca Más.
Los nicaragüenses que participaron en las marchas contra el Gobierno, en acciones de denuncias, que formaban parte de organizaciones sociales o políticas, o criticaban la deriva autoritaria de Ortega en sus redes sociales, fue la población perseguida por el Estado y la que fue forzada a abandonar Nicaragua, indicó Núñez.
Las secuelas del exilio
El informe retrata el impacto y las secuelas en la vida de cada una de los exiliados entrevistados que tuvieron que dejar todo en Nicaragua: su proyecto de vida, su familia, sus bienes, y ahora tratan de reconstruir su vida en otro país.
«Son 40 historias de vidas que forman parte de la lucha y la resistencia por sobrevivir de la persecución y violencia del régimen de Nicaragua. Cuarenta personas exiliadas y su familia, porque el exilio fractura a todo el núcleo familiar» y afecta la parte afectiva, económica y generacional, razonó la activista, quien dijo que ese informe está dedicado «a quienes un día tuvieron que meter su patria en una mochila y salieron del país para salvar su vida».
Núñez consideró que los hechos descritos en los testimonios previos al exilio constituyen un crimen de lesa humanidad, porque, según dijo, la persecución está definida internacionalmente «como la privación intencional y grave de derechos fundamentales».
«Entre los derechos vulnerados, además de la libre circulación y residencia, están la protección de la familia, el trabajo, la salud y la identidad, el derecho a la libertad personal, el derecho a la participación política y a la libertad de civiles, el derecho a un debido proceso. Todos fueron violados», enumeró.
El estudio revela, además, basado en los testimonios, las violaciones que han vivido los nicaragüenses en los países de destino, entre ellos xenofobia, clasicismo, racismo, y discriminación.
«Las personas exiliadas están viviendo depresión, ansiedad, culpa, cansancio, estrés postraumático», sostuvo la activista, quien mencionó como los mayores impactos en las personas exiliadas los económicos, familiares, sociales y psicológicos.
«El régimen busca controlar, herir y destruir»
Para Núñez, «la estrategia represiva del régimen completa todos los ámbitos de la vida de las personas perseguidas».
«Se busca controlar, herir y destruir los cuerpos, destruir la reputación personal, castigar al colectivo del que proviene, hacer imposible un proyecto de vida», denunció.
Según el estudio, los daños causados por el exilio marcan de por vida a la persona exiliada y a su familia.
«Para las personas exiliadas no ha sido una elección personal salir del país. Hay una pérdida de su núcleo familiar, desarraigo, inestabilidad económica y emocional, limitaciones para un nuevo proyecto de vida», explicó la activista.
En el caso de las personas en el exilio que abrigan la esperanza de un regreso a Nicaragua, «viven la impotencia de no regresar, mantienen sentimientos de culpabilidad y angustia, miedo por las secuelas de todo lo vivido en sí», anotó.
A juicio de Núñez, el mayor impacto en las personas exiliadas es vivir con el duelo y la nostalgia de todo lo que dejaron atrás, como el núcleo familiar, los amigos, la comunidad, y «el vivir con la impotencia de no regresar a esa tierra».
Las personas entrevistadas se encuentran exiliadas en Costa Rica, El Salvador, España, Estados Unidos, Irlanda y México.
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