Militar ruso sin piernas sube 8 mil metros de la cima del Manaslu - 800Noticias
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Agencias

Es época de expediciones en el Himalaya, donde los alpinistas llenan los diferentes campos base de las montañas más altas del mundo. Cientos de aspirantes al alcanzar la gloria con la que llevan años (o una vida) soñando y que en muchos casos se hace realidad. Es el caso de Rustam Nabiev, que estos días asegura haber llegado a la cima del Manaslu (8.163 metros). Una hazaña si se tiene en cuenta que este militar ruso de 28 años sufrió la amputación de las dos piernas en 2015 y que no utiliza ninguna prótesis para caminar por la montaña.

La increíble historia de Nabiev comienza hace seis años, cuando la desgracia se ceba con él y varios de sus compañeros. Mientras dormían en un cuartel militar en Omsk (Siberia), la instalación se vino abajo. En el suceso murieron una veintena de militares y otros tantos sufrieron heridas de diferente consideración. El peaje para Rustam fueron sus dos piernas.

Nabiev tuvo que aprender a vivir sin ellas y lo hizo con tanta determinación que nada se le ha resistido desde entonces. Ni siquiera alcanzar la cima de un ochomil, reto que se propuso hace unos meses y que habría alcanzado en los últimos días.

En su cuenta de Instagram ha ido relatando su expedición al Manaslu, la octava montaña más alta de planeta. El ruso, que no utiliza prótesis, asciende únicamente utilizando la fuerza de sus brazos y la ayuda de sus compañeros de cordada en los pasos más comprometidos.

La suya ha sido una expedición larga (más de un mes), incluido su asalto final a la cumbre, que le ocupó cinco largas jornadas desde el campo base. «Casi nadie creía en este reto, pero lo conseguí. El 2 de octubre de 2021, a las diez de la mañana, estaba parado en la cima del Manaslu, escribiendo una nueva página en la historia del montañismo y convirtiéndome en la primera persona que escala un ochomil solo con la fuerza de sus manos», escribió el ruso en sus redes sociales.

Esa falta de apoyo hizo que Nabiev pusiera aún más tesón y ganas en su aventura. Cuando le flaqueaban las fuerzas, recordaba las miradas de lástima de algunos de los alpinistas con los que había coincidido en el campo base y seguía hacia adelante. «Durante el ascenso hubo tres momentos complicados para mí en los que dudé, porque estaba cansado. Fueron momentos de debilidad, pero después seguí mi camino. Cuando alcancé la cima no tenía palabras. ¡Había llegado a lo más alto de la octava montaña de la solamente con mis manos!», explica el alpinista en un mensaje. Importa poco, en su casa, si realmente llegó a la cima o si se quedó en la parte inmediatamente inferior, pues esa guerra que estos días enreda al alpinismo mundial pierde sentido en su caso.

De hecho, solo se dio cuenta de lo que había conseguido horas más tarde. «Llegó la primera noche en que bajé al campamento base me costaba dormir porque estaba digiriendo todo lo que había ocurrido. De repente, rompí a llorar. Acurrucado en la tienda, lloré durante media hora. Lágrimas como si me hubieran arrancado algo… Lloré y lloré. Todas las emociones que se habían acumulado durante estos días estallaron de repente», apunta Nabiev, feliz ya con su familia de vuelta a casa.

Su hazaña es ya una de las más grandes del alpinismo. Una historia increíble en la que muchos no creyeron y que su fe y tenacidad hicieron realidad. Un ejemplo de vida para afrontar los problemas de la vida y mirar al futuro con vitalidad y optimismo.

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