Miles de estudiantes marroquíes temerosos buscan salir de Ucrania
EFE
Yousra tiene 21 años y su voz suena aterrada al otro lado del teléfono desde su residencia de estudiantes. «Llevo escuchando bombardeos desde las cinco de la madrugada y me pregunto: ¿alguno de ellos me alcanzará?».
Yousra cursa en Jarkov su tercer año de Medicina, como miles de jóvenes marroquíes que estudian la carrera en Ucrania y buscan ahora la manera de salir.
Al igual que muchos otros, desoyó los consejos del Gobierno marroquí y no dejó el país por temor a represalias de la universidad:
«No podíamos volver antes porque nuestras universidades no nos permitían volver», explica a Efe desde esa ciudad del noreste del país, a unos 50 kilómetros de la frontera con Rusia.
Solo ayer su facultad anunció que las clases pasarían a ser a distancia y, rápidamente, compró un billete para el domingo a Casablanca, pero con el espacio aéreo ucraniano cerrado las posibilidades de que lo pueda coger son escasas.
Ahora se encuentra atrapada en uno de los enclaves bombardeados por Rusia y mientras envía un vídeo grabado desde la ventana de su habitación en el que se escuchan los bombardeos, Yousra no alcanza a encontrar palabras para describir lo que siente:
«Estamos viviendo una de las peores situaciones que podría vivir un estudiante en su vida. No sabemos qué va a pasar, estamos esperando que nos ayuden».
Marruecos emitió una recomendación el pasado 12 de febrero a todos sus nacionales de que abandonaran Ucrania y puso a su disposición tres vuelos de la compañía estatal Royal Air Maroc, en los que, según fuentes oficiales marroquíes, volvieron 850 estudiantes.
Las mismas fuentes calculan que otros 850 jóvenes regresaron en vuelos vía Turquía, pero la comunidad de estudiantes marroquí asciende a unos 8.000 jóvenes, según datos de 2020 del Ministerio de Educación ucraniano.
Marruecos, Nigeria (4.000) y Egipto (3.500) copan el 20 % de alumnos extranjeros en las universidades del país exsoviético.
Y ahora, en Jarkov la situación es inestable y cambiante. «Los bancos están cerrados, no tenemos dinero en efectivo y es imposible pagar con tarjeta, tampoco nuestros padres pueden mandarnos dinero a través de agencias de envío. Las grandes superficies están cerradas, solo quedan tiendas pequeñas pero no encontramos allí lo que necesitamos».
Según Yousra, en esta ciudad y en Kiev es donde más estudiantes marroquíes hay, sobre todo de Medicina y Odontología. «Todo el mundo tiene miedo. Los ucranianos están muriendo aquí, ¿qué va a pasar con nosotros que somos extranjeros?», se pregunta la joven, que está en contacto con otros compatriotas en un chat con 2.000 miembros.
«En Jarkov y Odessa la situación es dramática», afirma la joven; En Odesa se encuentra Abdelaziz, de 24 años y que cursa el séptimo año de Odontología en esta ciudad del sur de Ucrania.
Como Yousra, no salió del país cuando escuchó la advertencia de su embajada porque cuando consultó al jefe de su departamento en la universidad, éste le tranquilizó y le dijo que las clases continuarían.
«No podía tomar otra decisión porque es mi último año y me queda solo un examen determinante que no puedo perder», explica a Efe también al teléfono. De hecho, hoy mismo ha ido a clase y hasta hoy no se ha dado cuenta de la gravedad de la situación.
En cuanto vio hoy los informativos ucranianos, salió a llenar el depósito del coche y se encontró con cincuenta vehículos haciendo cola. Tras dos horas esperando, llegó al surtidor y luego se fue a un supermercado, donde «no quedaba ni un grano de arroz» pero sí pan y pasta.
Ahora, explica que la ciudad está vacía y pide que el gobierno marroquí les saque del país por vía terrestre. «Ayer la cosa estaba normal, pero hoy ha cambiado muchísimo, hay mucho miedo».
La razón por la que tantos padres marroquíes eligen Ucrania para enviar a sus hijos a la universidad son varias, explica desde Casablanca Maruan, que compró un billete a su hijo de 17 años en cuanto vio la recomendación a los marroquíes de Ucrania.
Según explica, el coste de vida en Ucrania es alrededor de un 20 % más bajo que en otros países europeos, los estudios de medicina tienen buena reputación y la inscripción es fácil.
«Quedan muchos estudiantes allí y ahora se encuentran con muchos problemas, si la situación no se soluciona no van a encontrar ni qué comer», opina.
La situación se compensa parcialmente con el gran «espíritu de solidaridad» entre ellos, en un país donde «nada funciona: ni el transporte público, ni los bancos ni los supermercados». EFE