+VIDEO|El milagroso barco que salvó a decenas de personas en el tsunami de 2004
Crónica Efe
Nadie olvida en Banda Aceh, zona cero del tsunami de 2004, pero aún menos los vecinos del barrio de Lampulo, donde las olas arrastraron un barco que en el que se refugiaron decenas de personas, que lograron así salvar la vida.
La embarcación continúa sobre los tejados de las casas, como símbolo a la vez de la salvación y la tragedia.
En el decimotercer aniversario del desastre que segó la vida de al menos 280.000 personas en varios países bañados por el Índico, en la provincia indonesia de Aceh, donde se calculan unas 167.000 víctimas mortales, se atiende a rezos y se visitan camposantos.
En Lampulo, un barco pesquero de 25 metros de largo sirvió para que 59 personas sobrevivieran al subir a la embarcación, después de que el mar la arrastrase más de un kilómetro tierra adentro hasta quedar varada sobre las casas aquel 26 de diciembre.
Una de las vecinas que tiene una tienda frente al pesquero, Fauziah Basyariah, recuerda la llegada del seísmo, las olas sucesivas que alcanzaron los 30 metros de alto y la aparición milagrosa del barco, el único que se ha mantenido como monumento y atracción turística de los cerca de 15 que encallaron en el barrio.
Tras el terremoto de magnitud 9,3, la vendedora indonesia salió de su casa junto a sus cinco hijos, uno de cinco meses, y al llegar el tsunami media hora después, corrió a refugiarse en una vivienda que se mantenía en pie.
«Tras la segunda gran ola llegó este barco. En aquel momento, quedamos atrapados en el ático, estábamos casi pegados al techo, el agua estaba alta y yo intentaba salvar a mi bebe», dice a Efe Basyariah, de 50 años.
La mujer indonesia, que perdió a su marido y nueve familiares aquel día, cuenta que sus hijos varones abrieron un agujero en el tejado de la casa y desde allí accedieron al pesquero, donde estuvieron a salvo hasta que el agua retrocedió.
Otra de las vecinas, Nilawati Mak Nong, no tuvo la suerte de poder acceder al barco, y la primera ola le alcanzó cuando intentaba escapar en el automóvil de un conocido junto a su madre y su tercer hijo, Ihsan.
«Mientras luchaba por mantenerme a flote, vi a mis otros dos hijos, les apreté fuerte y nos agarramos a un cocotero, en ese árbol estábamos junto a otras diez personas», indica Mak Nong mientras varios residentes escuchan su relato.
La indonesia asegura que resistieron en el cocotero las embestidas de las olas durante siete horas, por lo que pudo sobrevivir junto a dos de sus hijos, pero perdió a su madre y a su hijo Ishan.
No lejos del barco, M Yusuf, que tiene una pequeña tienda de ultramarinos, habla del desconocimiento que existía por aquel entonces del peligro de tsunami.
«Tras el terremoto, fui a tomar café a la taberna, de repente, un hombre joven vino corriendo del norte y gritó ‘el agua está subiendo, el agua está subiendo’, pero la gente joven de aquí se burló de él», explica M Yusuf.
Más tarde, cuando la gente del barrio vio el agua avanzar, el indonesio, que entonces era conductor de motocarro, escapó en su vehículo junto a su padre hacia otra zona, donde pudo resistir el tsunami, mientras que su familia escapó en otra dirección.
«Cuando la marea bajó, corrí a mi calle y cuando llegué vi cuerpos esparcidos por todas partes. Se me quedó la mente en blanco», recuerda M Yusuf, que nunca encontró a su mujer y a sus hijos y ahora ha vuelto a casarse.
Sri Wahyuni, otra residente en Lampulo, explica que ahora existen protocolos de evacuación y la gente está preparada para correr hacia zonas elevadas.
Sin embargo, la indonesia asegura que es imposible borrar el recuerdo de aquel día en el que perdió a su hija cuando intentaban refugiarse del tsunami en el segundo piso de una mezquita.
«Mi hija dijo ‘madre, es el fin del mundo’. La escuché y lloré, entonces añadió ‘madre, dijiste que si ocurre el apocalipsis, todos morirán’, entonces me abrazo y me dijo ‘perdóname, perdóname'», recuerda Wahyuni.
«Vino la tercera ola, se soltó de mi abrazo y fue llevada por las olas», recuerda la indonesia frente a la embarcación pesquera. EFE