Michael Jackson se inyectó hormonas a los 13 años
Con información de La Prensa de Honduras
Siete años después de su sorprendente muerte, el cantante Michael Jackson sigue copando titulares a medida que se desvelan nuevos datos sobre su excéntrica vida personal.
De hecho el doctor Conrad Murray, el médico personal del intérprete que fue condenado a cuatro años de prisión por haberle suministrado la dosis letal de Propofol que terminó con su vida, ha vuelto a la palestra mediática con un libro llamado «This is It«, como la gira mundial que el cantante nunca inició al fallecer solo unos días antes, en el que narra cómo el rey del pop le confesó que cuando tenía 13 años estuvo inyectándose hormonas para retrasar su pubertad y mantener así su peculiar voz aguda.
«Michael empezó a hablar vagamente, parecía que le costaba describir con precisión lo que le había ocurrido. Quizá estaba casi al límite de su liberadora confesión esa noche. Por lo que me dijo Michael, me dio la impresión de que le habían estado inyectando hormonas, probablemente para retrasar su pubertad. Después de haberme contado por primera vez su secreto mejor guardado, Michael paró de hablar», desvela el médico en un extracto de su libro recogido por el periódico The Mirror.
Precisamente este tipo de procedimiento endocrino es, en opinión del doctor Murray, el motivo principal que explica el estrafalario comportamiento mostrado por el artista en vida y sus extraños cambios físicos.
«Siempre vi a Michael Jackson haciendo gala de su lado más sincero y honesto. Solo me contaba cosas después de hacerme prometer que jamás se me iba a escapar una palabra. Yo estuve de acuerdo y él habló. Estas inyecciones explicarían el comportamiento inusual de Michael así como sus cambios morfológicos», explica en el libro.
Según la historia que narra el polémico médico en su obra autobiográfica, el cantante era muy celoso de su intimidad y prefirió sufrir en silencio antes que enseñarle a nadie sus pies, que acabaron produciéndole un gran daño debido a una grave infección de hongos.
«Sus pies estaban cubiertos de callos… y tenía una infección de hongos crónica. Resulta que siempre se ponía calcetines porque se sentía muy avergonzado del aspecto de sus pies. Le sugerí que viese a un podólogo. Un día después de que sus pies fuesen tratados, se quedó impresionado de poder andar y bailar sin dolor».
«Después le prescribí medicinas anti-hongos para acabar con el problema. Fue todo un éxito, pero el hecho de que los pies de Michael, algo esencial para él, estuviesen en una situación tan crítica era muestra no solamente de su negligencia a la hora de cuidarse, sino también de lo poco que se preocupaban por su bienestar todos aquellos que estaban a su alrededor», afirma Murray.