Merkel cumple 65 años de edad apuntando a un relevo en su cargo
EFE
La canciller alemana, Angela Merkel, cumple este miércoles los 65 años apuntando a un relevo tras su largo liderazgo, a escala alemana y europea, y en medio del debate en torno a su salud precipitado por repetidos episodios de temblores físicos.
No está claro aún cuándo ni cómo se pondrá fin a la «era Merkel», pero los sucesivos ataques de temblores, en actos públicos, llevaron al plano de lo físico la percepción de que, ahora sí, se acerca la retirada de la más decana entre los líderes de la Unión Europea (UE).
Con casi 14 años al frente de la primera potencia europea, Merkel entra en la edad en que muchos de sus conciudadanos se jubilan, aparentemente firme en su compromiso de agotar la legislatura, en 2021.
La elección como presidenta de la Comisión Europea (CE) de quien era su ministra de Defensa, Ursula von der Leyen, ha colocado al frente del bloque europeo a quien se consideró durante años su posible sucesora al frente de los conservadores alemanes.
La vacante en Defensa la cubre desde hoy Annegret Kramp-Karrenbauer, presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU) desde el pasado diciembre y, por tanto, teórica aspirante a luchar por la Cancillería, ya que Merkel ha anunciado que no optará a otro mandato tras 2021.
El término «Merkel-Dämmerung» -el crepúsculo de Merkel- había venido saltando en los medios alemanes a cada crisis en sus sucesivos gobiernos de coalición o disensos europeos, aunque hasta ahora siempre se refirió al desgaste político, no a problemas de salud.
Sus temblores han precipitado los rumores de una retirada, por mucho que la propia líder haya tratado de quitarles hierro asegurando que se encuentra bien, aunque sin dar más explicaciones y amparada en la práctica alemana de tratar estas cuestiones como un asunto privado.
Merkel había dejado ya la jefatura de la CDU el pasado diciembre, tras 18 años en su presidencia, acuciada por las presiones internas ansiosas de un relevo generacional.
Kramp-Karrenbauer -apodada AKK-, no ha cuajado aún como líder de la formación y su incorporación a Defensa es un arriesgado desafío, por tratarse de una cartera maldita que ha acarreado más impopularidad que triunfos a sus antecesores, incluida Von der Leyen.
El bloque conservador acumula mínimos históricos en las urnas, el desgaste de sus socios socialdemócratas es aún más dramático, mientras que Los Verdes empujan como fuerza emergente, con posibilidades de erigirse en primera fuerza de celebrarse elecciones anticipadas.
La imagen de Merkel, una líder acostumbrada a controlar cualquier situación, luchando por recuperar el control sobre manos y piernas, han dado un nuevo giro al perfil de una líder atípica cuya biografia aún no puede darse por cerrada.
Sus cuatro legislaturas han agrandado su imagen como paradigma de la sangre fría y la perseverancia como forma de ejercer el poder, sin estridencias ni insultos.
Cada una de ellas ha dado una perspectiva distinta de quien, en 2005, se convirtió en la primera mujer y el primer político crecido en la República Democrática Alemana (RDA) que accedió a la Cancillería alemana, tras arrinconar a cuantos cometieron el error de creerla un rival fácil.
Al primer mandato accedió tras imponerse por la mínima al canciller socialdemócrata, Gerhard Schröder, quien tras abrirse las urnas negaba aún la victoria a Merkel pero acabó viendo cómo su rival se ponía al frente de una gran coalición.
En su segunda legislatura, con los liberales como socios, selló el adiós a la energía nuclear, un plan que había firmado ya el gobierno roji-verde de Schröder, pero que Merkel reactivó, bajo el impacto de la catástrofe de Fukushima.
Impuso el dogma de la austeridad en la UE bajo la crisis del euro y en las generales de 2013 rozó la mayoría absoluta, pero tuvo que regresar a la gran coalición al quedar los liberales sin escaños.
Los signos claros de «Dämmerung» empezaron en la tercera legislatura, asediada por las críticas tras haber permitido la entrada en Alemania de casi un millón de refugiados en 2015.
Dos años después fue reelegida con el peor resultado para su partido, obligada a convencer a los socialdemócratas a ser de nuevo sus socios y con la ultraderecha en el Parlamento federal, por primera vez desde los años 50.
La trayectoria de Angela Merkel, o Angela Dorothea Kasner, el nombre con el que vino al mundo el 17 de julio de 1954 en Hamburgo, da para muchas lecturas y ni siquiera los lugares más comunes de su biografía aciertan a reflejarla al cien por cien.
Se suele recordar como figura esencial a su padre, un pastor protestante e izquierdista que dejó Hamburgo para ejercer en Templin (este), una parroquia del territorio comunista.
La relación con ese padre fue más bien distante, mientras que su puntal familiar fue su madre, Herlind Kasner, la mujer que casi hasta su muerte, el pasado marzo y a los 90 años, siguió ejerciendo de maestra de inglés en la escuela pública de esa misma parroquia.
Su entierro fue tan discreto como lo es todo lo que envuelve la vida privada de la canciller, quien sólo en ocasiones especiales aparece con su esposo, el catedrático Joachim Sauer.
De resistir a la mil veces pronosticada «Dämmerung» y agotar su cuarta legislatura habrá igualado el récord de permanencia en el poder de Helmut Kohl, quien estuvo 16 años en la Cancillería (1982-1998).