Marcelo Rebelo de Sousa, de los besos a la seriedad
EFE
De autodefinirse como «besucón» a anunciar que no piensa marcharse «en medio de una caminata tan exigente y penosa». Es el viaje que la covid ha impuesto a Marcelo Rebelo de Sousa, envuelto ahora en seriedad para seguir como presidente de Portugal durante cinco años que se prevén durísimos.
Templanza, estabilidad y menos emotividad. O en otras palabras, más presidencialismo. Es la propuesta con la que se ha ganado otro mandato Rebelo de Sousa, que ha calificado estos comicios de «combate decisivo» por el crítico momento que atraviesa el país.
Líder mundial en muertes y contagios por millón de habitantes y al borde del colapso sanitario, Portugal afrontaba unas elecciones presidenciales que, a juicio de este catedrático de derecho y excomentarista televisivo de 72 años, se resumían en saber si sus compatriotas querían «sustituir un componente esencial del liderazgo en la lucha» contra la covid.
ROCA ANTE UNA NUEVA MALA RACHA
Es el presidente de Portugal quien decreta el estado de emergencia, y también quien puede tender o quemar puentes que faciliten la vida política. No es poca cosa en un país que, acostumbrado a alcanzar consenso sin problemas, experimenta tiranteces tras casi un año de pandemia.
Ser árbitro, al final, no desagrada a Rebelo de Sousa, que en los último cinco años ha mantenido unas excelentes relaciones con el primer ministro, el socialista António Costa, a pesar de ser él mismo de tendencia conservadora.
Pero ahora empieza un tiempo nuevo. La pandemia y sobre todo la crisis económica derivada de ella tardarán años en superarse en Portugal, un país que empezaba a conocer la bonanza tras salir de su rescate y que está asumiendo ya que otra mala racha se acerca.
El presidente electo quiere ser una especie de roca ante esa incertidumbre, dejando de lado los besos, abrazos y selfis con los ciudadanos que en sus primeros años en el cargo dispararon su popularidad, y los lusos han recogido el guante.
Marcelo, como le conocen simplemente los portugueses, ha ganado prometiendo contenerse.
UN PRESIDENTE QUE INTERVIENE
Algo de esa nueva actitud que Rebelo de Sousa quiere desplegar se ha podido intuir en sus primeros cinco años en el cargo, en los que ha demostrado que da un paso al frente e interviene si lo considera necesario, siempre sin sobrepasar los límites de sus poderes.
Experto en Derecho Constitucional, como diputado participó en los trabajos para elaborar la Constitución portuguesa, y sabe bien hasta dónde puede llegar, desde disolver el Parlamento y convocar elecciones hasta vetar leyes y ser el comandante supremo de las Fuerzas Armadas.
Que el poder ejecutivo recaiga únicamente sobre el Gobierno no le ha impedido realizar frecuentes comentarios sobre temas que atañen a varios ministerios, que a veces han levantado críticas en el país sobre si estaba hablando de más.
Otras, directamente, han provocado la dimisión de ministros, como ocurrió con Constança Urbano de Sousa, que abandonó la cartera de Administración Interna (equivalente a Interior) tras los duros comentarios del presidente sobre la gestión ante los devastadores incendios de 2017, en los que murieron más de 100 personas.
VIGILANCIA DEL LEGISLATIVO Y EJECUTIVO
También se ha mostrado muy minucioso con las leyes que le llegan para ser promulgadas tanto por parte del Gobierno como del Parlamento, que ha vetado hasta en 23 ocasiones en cinco años.
El presidente de Portugal tiene poder de veto absoluto sobre las leyes que aprueba directamente el Gobierno y relativo para las del Parlamento.
En este caso, puede vetar y devolver una ley a la Cámara, pero si vuelve a ser aprobada en las mismas condiciones está obligado a promulgarla o enviarla al Tribunal Constitucional para que la revise.
Vientres de alquiler, cambios en la ley de financiación de partidos o el acceso del fisco a datos bancarios son algunos de los asuntos que ha mirado con lupa, sin rehuir polémicas.
UN PROFESOR EXIGENTE FRENTE A LA CRECIENTE ULTRADERECHA
«Trabajo, dedicación, independencia, estabilidad y proximidad», resumía al cierre de la campaña electoral. Tales fueron sus objetivos para el primer mandato y se repiten ahora, aunque ha insistido en que él pensaba marcharse tras un solo periodo y solo la covid le hizo cambiar de idea.
Se le ha creído lo justo, aunque haya repetido durante años que su verdadera vocación es ser profesor, y que incluso le relaja corregir exámenes, una pose que, con todo, se ha demostrado útil en campaña.
Su aire de docente exigente le granjeó la victoria en uno de los debates más esperados de estos comicios, el cara a cara que mantuvo con el candidato de ultraderecha, André Ventura, que entró en el ruedo político en 2019 con el 1 % de los votos y que ha ganado protagonismo durante la campaña.
La escalada no ha pasado desapercibida para Rebelo, que pidió a los portugueses en la presentación de su candidatura que le dieran cinco años más para hacer frente a una creciente crispación política y un ascenso de los populismos.
Con él en el Palacio de Belém, dijo, habría «un presidente independiente que no desestabilice» y que «no divida».
Al final no solo le obligó la covid.