Removido embajador argentino que llamó “mugrientos” a los ecuatorianos
elpais.com
Luis Juez es un político argentino que cultiva el alto perfil. Mediático, desenfadado, suele hacer bromas sobre cualquier tema. Mauricio Macri lo eligió para representar al Gobierno ante Ecuador y durante dos años el diplomático rompió el protocolo todas las veces que pudo. Hasta que se pasó de la raya. Hace dos semanas, en una entrevista con una radio de Buenos Aires, dijo que los ecuatorianos eran unos “mugrientos”. El adjetivo formó parte de una broma, entre carcajadas, pero al Gobierno de Lenin Moreno no le cayó nada bien y pidió su remoción. Macri aceptó el miércoles el pedido y Juez ya no es embajador.
La carrera diplomática de Juez, un hombre que saltó a la política desde una intendencia en Córdoba, la segunda ciudad más grande de Argentina, y fue luego senador por su provincia, terminó por un exabrupto. El embajador estaba bromeando sobre la intensidad de su trabajo en Quito y contó al periodista que lo entrevistaba que había decidido cambiarse la camisa “para que no digan que este mugriento se ve que agarró hábitos ecuatorianos”. “He estado desde las 7.45 de la mañana en la escuela San José, y vos sabés que así yo no miento. Llegué hace media hora, me pegué una ducha, me puse un saco y una camisa, porque no quería estar con la ropa de esta mañana, porque van a decir: este mugriento se ve que agarró hábitos ecuatorianos», fue la frase completa del embajador.
Cuando luego quiso aclarar sus dichos empeoró aún más su situación: «Una de las más conocidas es el pueblo Otavalo. Ellos se visten a la mañana del sábado y están todo el fin de semana con la misma ropa. Me refería a eso, para no estar todo el día con el mismo atuendo pasé por casa a cambiarme», dijo.
Ecuador pidió entonces formalmente la salida de Juez de la embajada argentina en Quito. En una carta enviada a la Cancillería en Buenos Aires dijo que las declaraciones de Juez “ofenden la dignidad del pueblo ecuatoriano y contradicen el respeto y la amistad que deben regir las relaciones entre los dos países”. El argentino fue además declarada persona non grata en Otavalo.
La Cancillería argentina confirmó la salida de Juez mediante un comunicado oficial el miércoles por la noche. Allí consideró que el político “llevó a cabo su gestión con éxito”. Y, sin mencionar el incidente que forzó su salida, atribuyó la remoción a “un ofrecimiento para sumarse a los equipos del Poder Ejecutivo de la Nación».
Desde Córdoba, donde tiene su residencia permanente, Juez se deshizo en esfuerzos para pedir perdón y hasta amagó algunas lágrimas. Su explicación fue que tomarse los temas a la ligera hace a su naturaleza. «Hace 20 días que estoy pidiendo disculpas», dijo a un canal de televisión de su provincia. «La disculpa es inmediata, instantánea; te abrazo y me perdonás. Entonces, digo, no viejo, yo me tengo que ir, me quiero ir. No es bronca, es impotencia por explicarles que yo soy así», agregó, antes de explicar que su deseo profundo era abandonar la embajada porque extrañaba a su familia. «Qué tengo que hacer para que se den cuenta que soy así; soy franco, sincero, torpe. Capaz que no sirvo para algunas cosas. A los 54 años suena ridículo que tenga que contar quién soy yo», reflexionó.
No hay dudas de que Juez fue un embajador poco ortodoxo. Su gestión más recordada fue en febrero de este año, cuando se puso al frente del operativo para que Atlético de Tucumán llegase a tiempo para disputar un partido de Copa Libertadores contra El Nacional en Quito, luego de un atraso en su vuelo. Aquella vez viajó incluso con los jugadores en un bus que recorrió la ciudad a toda velocidad. En octubre, lideró la campaña de apoyo a la selección Argentina, que disputó ante sus pares ecuatorianos la clasificación al Mundial 2016. Juez invitó a los jugadores a un asado y hasta se jactó de ser el responsable de que Lionel Messi y el resto del equipo rompan la veda mediática que se habían impuesto. Sus aventuras en el exterior terminaron.