Lula y su partido quedan al borde del abismo junto con Rousseff
EFE
El Partido de los Trabajadores (PT), nacido como fuerza obrera y marxista que llegó al Gobierno en 2003 con Luiz Inácio Lula da Silva, ha quedado a un paso del mismo abismo frente al que la Cámara Baja dejó hoy a la presidenta Dilma Rouseff.
La Cámara de Diputados decidió, con votos de la derecha y el centro que hasta hace meses o semanas estaban en el Gobierno, que el proceso que puede llevar a la destitución de Rousseff llegue al Senado, que tiene la palabra final sobre un posible juicio político.
La primera mujer elegida para gobernar Brasil se apoyó siempre en una amplia y variopinta coalición que heredó de Lula, encabezada por el PT pero que tuvo como principal fuerza al Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB, centroderecha), de su vicepresidente Michel Temer, hoy uno de los artífices de sus pesadillas.
En el PMDB conviven diversas tendencias ideológicas, pero sus más representativos dirigentes son históricos y férreos adversarios del ideario socialista que guió a los activistas e intelectuales que, convocados por Lula, fundaron el PT en 1980.
La fragilidad de una alianza de esa naturaleza quedó clara en las últimas semanas, cuando el PMDB rompió con el Gobierno y anunció su decisión de votar a favor del juicio político contra Rousseff que puede hacer presidente a Temer, primero en la línea sucesoria.
El PT tal vez descubrió hoy el riesgo de haber «dormido con el enemigo» durante más de una década en la que se apoyó en la derecha para continuar gobernando.
Fundado bajo principios marxistas, el PT se definía en su origen como un «partido sin patrones» y «adversario» de «banqueros», «latifundistas» y «multinacionales».
En 1989, cuando Lula postuló por primera vez a la presidencia, los estatutos fueron suavizados y un año después fue expulsada la facción trostkista Causa Obrera, que fundó su propio partido.
Entonces, toda referencia a la «dictadura del proletariado» fue eliminada de los documentos del PT, sustituida por la «búsqueda de una revolución democrática», y las purgas continuaron con la expulsión del grupo marxista Convergencia Socialista, en 1992.
La última gran depuración fue en 2003, cuando cuatro diputados que votaron contra una reforma del régimen de jubilaciones propuesta por el Gobierno de Lula fueron sumariamente expulsados y fundaron el Partido Socialismo y Libertad (PSOL).
En 2005, el PT perdió otros ocho diputados, que renunciaron en protesta por la línea económica liberal adoptada por Lula y por escándalos de corrupción que ese año hicieron tambalear al Gobierno y llevaron a casi toda la cúpula del partido ante los tribunales.
Ante la desbandada, Lula se apoyó en el PMDB, al que le ofreció varios ministerios y usó como bastón en el Congreso para concluir su primer mandato.
En la campaña de Lula para su reelección en 2006, el PMDB optó por la neutralidad, aunque cuando se instaló el Gobierno se plegó al oficialismo.
A pesar de ser el mayor partido de Brasil desde su fundación, en 1980, el PMDB sólo presentó un candidato presidencial en 1989 y perdió. En las elecciones de 1994, 1998, 2002 y 2006 se declaró «neutro», aunque siempre se unió al Gobierno tras de los comicios.
En 2010, por primera vez, decidió incorporarse a una fórmula y aportó a Temer como candidato a vicepresidente de Rousseff, con lo que adquirió otra dimensión e influencia en el seno del poder.
EL PMDB tiene como dirigente histórico al expresidente José Sarney (1985-1990), un controvertido político que durante la última dictadura militar, entre 1964 y 1985, fue jefe de partido, líder del Senado y corifeo del régimen, pero que ya en el Siglo XXI fue el sosten de Lula en el Congreso.
Rousseff también se apoyó en sus primeros tiempos en el poder en Fernando Collor de Mello, otro histórico adversario de la izquierda que gobernó entre 1990 y 1992 y respondió a un juicio político impulsado por el PT, aunque dimitió antes de ser destituido.
Tanto Sarney como Collor, así como otros influyentes líderes del centro y la derecha, apoyaron en sus dos mandatos a Lula, quien se valió de su carisma, su pragmatismo y su muñeca política para mantenerlos en armonía con los sectores más radicales del PT.
Rousseff, que se afilió al PT en 1999 y jamás hizo vida dentro del partido, no tuvo la misma habilidad y su base política entró en un proceso de desintegración al calor de la crisis económica que se desató el año pasado y al calor de los escándalos de corrupción en Petrobras.
Ahora, ella, su carismático padrino político y el antiguo «partido sin patrones» están al borde de ser desalojados del poder, por los adversarios de siempre que un día se volvieron aliados y hoy les han dado la espalda.