Los cerebros con más vitamina D funcionan mejor
Agencias
Investigadores de la Universidad de Tufts (Estados Unidos) han completado el primer estudio en el que se examinan los niveles de vitamina D en el tejido cerebral, concretamente en adultos que sufrían distintos índices de deterioro cognitivo, y han descubierto que los que tenían mayores niveles de vitamina D en sus cerebros presentaban mejor función cognitiva, según publican en ‘Alzheimer’s & Dementia: The Journal of the Alzheimer’s Association’.
Se calcula que 55 millones de personas en todo el mundo padecen demencia, una cifra que se espera que aumente a medida que la población mundial envejece. Para encontrar tratamientos que puedan ralentizar o detener la enfermedad, los científicos necesitan comprender mejor los factores que pueden causar la demencia.
«Esta investigación refuerza la importancia de estudiar cómo los alimentos y los nutrientes crean resistencia para proteger el cerebro envejecido contra enfermedades como la enfermedad de Alzheimer y otras demencias relacionadas», afirma la autora principal y correspondiente Sarah Booth, directora del Centro de Investigación de Nutrición Humana sobre el Envejecimiento Jean Mayer USDA (HNRCA) en Tufts y científica principal del Equipo de Vitamina K del HNRCA.
La vitamina D contribuye a muchas funciones del organismo, como la respuesta inmunitaria y el mantenimiento de unos huesos sanos. Las fuentes dietéticas incluyen el pescado graso y las bebidas fortificadas (como la leche o el zumo de naranja); una breve exposición a la luz solar también proporciona una dosis de vitamina D.
«Muchos estudios han implicado factores dietéticos o nutricionales en el rendimiento o la función cognitiva de los adultos mayores, incluidos muchos estudios sobre la vitamina D, pero todos ellos se basan en la ingesta dietética o en mediciones de la vitamina D en sangre –explica la autora principal Kyla Shea, científica del Equipo de la Vitamina K y profesora asociada de la Escuela Friedman de Ciencia y Política de la Nutrición en Tufts–. Queríamos saber si la vitamina D está incluso presente en el cerebro, y si lo está, cómo se relacionan esas concentraciones con el deterioro cognitivo».
Booth, Shea y su equipo examinaron muestras de tejido cerebral de 209 participantes en el Proyecto Rush de Memoria y Envejecimiento, un estudio a largo plazo sobre la enfermedad de Alzheimer que comenzó en 1997. Los investigadores de la Universidad Rush evaluaron la función cognitiva de los participantes, personas mayores sin signos de deterioro cognitivo, a medida que envejecían, y analizaron las irregularidades de su tejido cerebral tras la muerte.
En el estudio de Tufts, los investigadores buscaron vitamina D en cuatro regiones del cerebro: dos asociadas a cambios relacionados con la enfermedad de Alzheimer, una asociada a formas de demencia relacionadas con el flujo sanguíneo y una región sin ninguna asociación conocida con el deterioro cognitivo relacionado con la enfermedad de Alzheimer o la enfermedad vascular. Descubrieron que la vitamina D estaba efectivamente presente en el tejido cerebral, y que los niveles altos de vitamina D en las cuatro regiones del cerebro se correlacionaban con una mejor función cognitiva.
Sin embargo, los niveles de vitamina D en el cerebro no se asociaron con ninguno de los marcadores fisiológicos asociados a la enfermedad de Alzheimer en el cerebro estudiado, incluyendo la acumulación de placa amiloide, la enfermedad de cuerpos de Lewy o la evidencia de accidentes cerebrovasculares crónicos o microscópicos. Esto significa que aún no está claro cómo puede afectar la vitamina D a la función cerebral.
«La demencia es multifactorial, y muchos de los mecanismos patológicos subyacentes no han sido bien caracterizados –recuerda Shea–. La vitamina D podría estar relacionada con resultados que aún no hemos analizado, pero que planeamos estudiar en el futuro».
También se sabe que la vitamina D varía entre poblaciones raciales y étnicas, y la mayoría de los participantes en la cohorte original de Rush eran blancos. Los investigadores están planeando estudios de seguimiento con un grupo más diverso de sujetos para observar otros cambios cerebrales asociados al deterioro cognitivo. Esperan que su trabajo permita comprender mejor el papel que puede desempeñar la vitamina D en la prevención de la demencia.
Sin embargo, los expertos advierten que no se deben utilizar grandes dosis de suplementos de vitamina D como medida preventiva. La dosis recomendada de vitamina D es de 600 UI para las personas de 1 a 70 años, y de 800 UI para los mayores; las cantidades excesivas pueden ser perjudiciales y se han relacionado con el riesgo de caídas.
«Ahora sabemos que la vitamina D está presente en cantidades razonables en los cerebros humanos, y parece estar correlacionada con un menor deterioro de la función cognitiva –subraya Shea–, pero tenemos que investigar más para identificar la neuropatología con la que la vitamina D está vinculada en el cerebro antes de empezar a diseñar futuras intervenciones».
Cortesía EP