LOABLE LABOR| Voluntariado alivia las necesidades de los niños en el J. M. de los Ríos - 800Noticias
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Trabajo especial de El Nacional

Greiver tiene 8 años de edad y nunca ha ido a un colegio. Su madre de 26 años, Mariannys González, con el conocimiento que le dejaron los 5 semestres cursados en Educación cuando vivía en el estado Apure, se esfuerza por enseñarle las letras y a hacer caligrafía en su cama de hospitalización desde el J. M. de los Ríos. La insuficiencia renal con la que nació le impide una escolarización normal y desde hace 4 meses Greiver no recibe la diálisis por falta de un catéter especial.

Sus días transcurren con sus colores, con la pelota en el pasillo del piso 5 del centro o en la sala de digitalización que la Fundación Telefónica habilitó con cuatro computadoras para que los niños tengan acceso a Internet. La habitación provisional en la que está Greiver en el Hospital de Niños está decorada con sus dibujos. Un Simón Bolívar con colores estridentes firmado con su nombre y edad luce en su armario para demarcar el espacio que le pertenece, mientras espera una diálisis o un trasplante de riñón que le devuelva la rutina a su madre y lo deje a él conocer un aula de clases y vivir como un niño normal.

Un libro de caligrafía y ahora un gusano de peluche enorme que le dobla su tamaño lo acompañan en su cama, pero no sabe quién lo regaló. A la madre no le impresiona el juguete nuevo porque al hospital entran y salen una especie de padrinos anónimos: voluntarios, fundaciones y empresas privadas que le hacen el día más ameno a los niños.

El Día del Niño fue propicio para que la Organización Nacional de Trasplante de Órganos llevara a sus voluntarios para hacer una dramatización de la película Frozen de Disney. Comenzaron a pasar la lista de niños en diálisis, pero en varias oportunidades nadie contestaba. La madre de Greiver susurró que ya varios habían muerto en espera de trasplante. «Los voluntarios tratan que cada día sea distinto. Si no tocaría estar en cama todos los días o jugando en los pasillos con los amigos que sí pueden pararse de sus camas», expresa González

En el Servicio de Hematología la crisis no puede ocultarse. Las paredes muestran la protesta que tienen sus empleados. Avisos en cada pared citan mensajes a los padres: «¿Tu hijo tiene anemia? No hay reactivos para hacer exámenes de hierro, ácido fólico y vitamina B #SOSJMEnCrisis». En ese contexto reciben su quimio los pacientes con leucemia. Allí una maestra los estimula con juegos y dibujos, mientras están en observación cuando culminan sus dosis de tratamiento de la semana.

Pero las paredes también son el soporte de mensajes trazados con tiza de colores: «Sé valiente», «Sé fuerte», se lee. Nadie recuerda ya quien los colgó, pero están allí.

En Neurología al menos ocho niños con hidrocefalia necesitan válvulas para drenarles el líquido del cráneo. Anyelis Alcalá tiene a su hija de cuatro años hospitalizada, esperando por la cirugía. Los exámenes deben hacerse en centros privados, necesita anticonvulsivantes que no tiene el hospital y desde hace tres meses es madre viuda porque a su esposo lo mataron.

«Desde que el papá no está las convulsiones son más seguidas. Ahora no habla. Sus piernas y brazos están más rígidos», explica su mamá. Sin embargo, durante su estadía en el Hospital de Niños consiguió padrinos para su hija: los miembros de la ONG Prepara Familia, que se encarga de apoyar a las familias, llevaron un sacerdote y en la habitación la bautizaron. A través de las redes sociales de esa fundación encuentra donativos de anticonvulsivantes escasos en las farmacias.

Pioneras longevas. Las madres no pueden trabajar ni salir a rastrear los insumos escasos en estos tiempos porque deben estar al lado de sus hijos, pero las ONG las ayudan con insumos. La Asociación de Damas Voluntarias, también conocidas como «ángeles azules», por el color de sus uniformes, se incluye en el voluntariado.

«La fundación comenzó el 14 de noviembre de 1969. Éramos 60 mujeres, pero ya murieron 28», repite de memoria Margarita de Sanz, de 92 años de edad. Ella, junto con otras 30 damas, distribuye los pañales y recibe donativos de ropas en una oficina habilitada para ellas. Solo lamentan que la escasez no las deje otorgar más de 3 pañales por paciente, pese a que los niños necesitan al menos 8 al día.

La escolarización. Una niña meciéndose con tapaboca en un columpio y tocando un violín dio la bienvenida a la escuela hospitalaria del centro de salud el jueves en la mañana. El centro educativo pertenece al Gobierno del Distrito Capital y tiene a tres maestras en la mañana y otras seis en la tarde para enseñar a los pacientes a tocar instrumentos con la ayuda de Fundamusical. También dan clases de teatro y refuerzan conocimientos de los niños mientras están hospitalizados, pero no pueden promover de grado.

La mamá de Greiver evalúa esa opción para nivelar a su hijo cuando por fin pueda ingresar a estudiar al primer grado. Por ahora, teje para ganar dinero en el hospital, mientras espera que pueda hacer un examen de compatibilidad −que están suspendido en el país por falta de reactivos– para donarle un riñón a su hijo.

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