Leonardo Da Vinci: viaje a la mente más brillante de la mano de expertos
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No hay viaje en el tiempo que nos permita comprender lo que ocurría en la mente de Leonardo Da Vinci, excepto por la voz de los estudiosos de su obra y su vida, personas que se animaron a traspasar los obstáculos del espacio y del tiempo para intentar entender cómo pensaba el hombre más brillante de la historia de la humanidad. ¿Cabe una etiqueta tan grandilocuente? «Sí, es así», dice José Emilio Burucúa al otro lado del teléfono en diálogo con Infobae Cultura.
Para este notable ensayista e historiador del arte, doctor en Filosofía y Letras, Da Vinci «es una de las personas que más se acerca al ideal del saber total. No sólo un saber adquirido, sino un saber que se renueva permanentemente a partir de la investigación tanto estética como científica. Es el hombre que cumple nuestros deseos más amplios: el de la curiosidad, sobre todo. Aristóteles daba tres reglas en este sentido: el animal curioso, el animal político y el animal que ríe. A Da Vinci esa definición le cabe como a muy pocos».
Fue pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista
Para Martín Hadis —informático, lingüista, antropólogo— también es apropiado hablar de Leonardo como la mente más extraordinaria. «Por innovar en tantas áreas y por ver en todos los siglos más allá de su propia época. Fue a la vez artista e ingeniero, pensador e inventor. Y en todas esas facetas creó e innovó de una manera increíble», le dice a Infobae Cultura.
Hay una palabra que define su destreza: polímata —persona cuya sabiduría abarca conocimientos sobre campos diversos de la ciencia, arte y humanidades—, ya que fue pintor, anatomista, arquitecto, paleontólogo, botánico, científico, escritor, escultor, filósofo, ingeniero, inventor, músico, poeta y urbanista.
El Renacimiento fue el tiempo en el que desarrolló su creatividad, que se expresa en el punto justo en que la humanidad pasó de la Edad Media a la Edad Moderna. Todos los cambios culturales que se estaban viviendo —donde la ciencia racional empezaba a destronar la hegemonía de la religión con inventos como la imprenta, la brújula y el telescopio galileano— quedan reflejados en sus obras, ya no sólo artísticas, sino también políticas y filosóficas.
Distancia temporal es demasiado grande y los cambios que atravesó el mundo hasta llegar a lo que es hoy son enormes. Bastará con poner un buen ejemplo: cuando la expedición capitaneada por Cristóbal Colón llegó a América —escena profundamente simbólica si las hay: aquel acontecimiento histórico del 12 de octubre de 1492—, Da Vinci tenía cuarenta años. Es decir, es contemporáneo a un mundo que a nuestros ojos ya se nos presenta lejanísimo.
Vayamos al punto inicial, su nacimiento. Fue el sábado 15 de abril de 1452 y si bien es el descendiente de una rica familia de nobles italianos, fue hijo ilegítimo, ya que su madre no era la esposa del canciller y embajador de la República de Florencia, Piero Fruosino di Antonio, sino una de sus amantes: Caterina, muchacha pobre y de familia campesina, probablemente esclava de Oriente Medio. ¿Cuánto lo habrá determinado durante su vida esa impureza de origen? Murió unos días después de que un sacerdote lo confesara y le concediera la extremaunción, el 2 de mayo de 1519 en Cloux, Francia, a los 67 de edad. De aquel hecho, hoy se cumplen quinientos años.
De inventos y matices
¿Quién fue realmente Leonardo Da Vinci, o mejor dicho: qué fue? ¿Por qué es una de las mentes más brillantes de la historia de la Humanidad? ¿Cuál fue su contribución a las sociedad contemporánea? «Hay tantos de sus inventos que siguen en uso hoy en día —dice Hadis— que resulta difícil hacer una muestra. Para solo decir algunos: el paracaídas, robots, los helicópteros, el ancestro de la ametralladora moderna, el anemómetro. Y cuatro siglos antes de los hermanos Wright, Leonardo ya estaba diseñando los antepasados de los aviones modernos».
Por su parte, Burucúa asegura que el legado «es un modelo de consecuencia, un modelo de probidad intelectual: un tipo que nunca aceptó nada dado definitivamente sino que siempre todo debía ser sometido al escalpelo de la crítica. Es un modelo de actitud frente al conocimiento». Y da como ejemplo el esfumado, un descubrimiento estético pero también filosófico: técnica pictórica que, al aumentar varias capas de pintura extremadamente delicadas, proporciona a la composición unos contornos imprecisos que dan la sensación de claroscuro.
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