Laureano Márquez: «Escribir desde la libertad te da un criterio más amplio para tu trabajo» - 800Noticias
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Laureano Márquez es hoy un venezolano en el exilio, aunque su acta de nacimiento diga que es oriundo de Güímar, España. Según sus propias palabras, es especialista en estudios inconclusos de Teología, Filosofía o Derecho; pero ha sido el humor político el que lo ha convertido en referente para la opinión pública y en blanco del poder.

Basta recordar que hace 15 años, la justicia chavista obligó al diario Tal Cual a pagar una multa de 18 mil 600 dólares por el editorial de su autoría, titulado “Querida Rosinés”. El delito: Violar “el honor, la reputación y la vida privada” de la hija del ex presidente venezolano por una carta satírica en la que pedía a la entonces niña de 9 años hacer reflexionar a su padre sobre su desempeño político. Hoy, desde Tenerife, confiesa escribir con mayor libertad sobre los vaivenes de ese país al que llegó siendo un niño en 1971.

-Tiene un par de años viviendo fuera de Venezuela y sigue conectado al país a través de su columna “Humor en serio”, ¿cómo hace para no perder el cable a tierra?

-Yo no me he ido, mi alma no se ha ido; sigue en los asuntos nuestros, porque yo no sé vivir de otra manera. Mis noticias son lo que sucede cada día en Venezuela. Veo que siempre hay una tragedia a la que se le suma otra mayor. Siempre hay un componente de maldad, de arbitrariedad y abuso. Ahora mismo estaba viendo el tema de los venezolanos que están tratando de regresar a su país, que es lo más normal en momentos de incertidumbre. Noto la animadversión que hay y me parece cruel y duro, porque la situación de quienes han emigrado es sumamente compleja. Eso me parece muy triste. Lo que yo hago es tener el alma y el corazón en sintonía con lo que está pasando en el país y, después, desde mi modesta actividad que es la escritura y la reflexión humorística trato de que eso esté presente.

-La gente suele sacar a relucir la frase “por eso estamos como estamos” cuando alguien hace una burla de sus miserias. ¿Usted cómo lo ve?

-Es una frase muy común. Detrás de ella hay un debate que motivó la novela de Umberto Eco, “El nombre de la rosa”, porque la discusión es si la risa conduce a la tranquilidad, a la conformidad y a la pasividad, o si, por el contrario, la risa es instrumento de rebelión de la gente frente a las arbitrariedades. Yo he pensado mucho sobre ese tema y he llegado a la conclusión de que el humor puede servir para ambas cosas. Por ejemplo, dicen que la KGB tenía un departamento para hacer chistes contra el régimen de la Unión Soviética para aliviar la tensión política y así la gente tuviese una pequeña venganza, y no quisiera buscar venganzas más grandes. El régimen soviético permitía eso, pero no admitía la existencia de humoristas. Es decir, no había humor libre. ¿Qué significa esto? Que cuando el humor se ocupa de los asuntos políticos siempre se sale del control oficial y es un instrumento crítico que molesta al poder y, además, genera un estado de conciencia y de inconformidad que hacen al ciudadano proclive al cambio. Yo no hago humor para que la gente esté tranquila, yo hago humor para que la gente actúe sobre su destino cambiándolo.

-Usted usa las palabras conformidad y tranquilidad. Hay quienes dicen que hay resignación en el pueblo venezolano.

-A mí me da la impresión de que no somos tan conformes como a veces se nos quiere pintar. Yo veo en la cotidianidad de nuestro país manifestaciones constantes. La historia de estos 20 años ha sido de protestas reprimidas. Lo que sí ha logrado el Gobierno es generar un estado de miedo en la gente para que tema protestar y salir. Yo no creo que nosotros estemos conformes, ni tranquilos. Creo que estamos temerosos.

-¿Cómo conviven el humor y el miedo a ser judicializado? Mientras vivía en Venezuela usted fue acusado por escribir el editorial de Tal Cual “Querida Rosinés”. Ahora que ya no está en Caracas, ¿cómo ve todo esto?

 -Yo me siento más libre escribiendo sin generar el miedo a una sanción, a una represión o a una cárcel. Cuando escribía mis artículos en Caracas lo hacía con mucho más temor, y siempre con un componente de autocensura sobre muchos temas. Lo sigo haciendo aún desde afuera, porque hay temas que son muy difíciles de tratar y, además, yo tengo experiencia de humoristas cuyas familias han sido perseguidas por cosas que ellos hacen en el exterior. La actividad persecutoria de este gobierno es implacable. Sin duda, escribir desde la libertad te da un criterio más amplio para tu trabajo.

-Usted recordaba en una publicación en Instagram el primer trabajo que tuvo en Radio Rochela, en 1987, cuando le tocó representar al entonces candidato presidencial Eduardo Fernández. ¿Cree que la nueva generación de humoristas ha entendido el país y puede retratar el panorama venezolano como lo hacía Radio Rochela?

-Dentro del humor hay muchas tendencias. No todos tienen que hacer humor político, pero creo que a todos nos está costando entender el país. Si ves el drama de la oposición es que no ha entendido lo que está pasando en el país y los humoristas no somos la excepción de la regla. Uno de mis propósitos con el humor es tratar de entender al país. En eso llevo 30 años y no lo he logrado. Los humoristas de antes como, por ejemplo, Cayito Aponte, tenían un país distinto que, con todas sus limitaciones, tenía mayor libertad, donde la crítica se podía hacer, donde el humor político estaba presente en programas como la Radio Rochela. Creo que hay una tendencia a evadir esos temas, porque trae dificultades y problemas.

-Dice que la oposición ni usted mismo han entendido el país, entonces, ¿cómo evalúa el desempeño del Gobierno interino?

-Una de las autocríticas que hago es la falta de sentido unitario. Creo que parte de la estrategia del Gobierno ha sido dividir a los sectores opositores, siguiendo el viejo principio romano “divide y reinarás”. La división a quien más favorece es al régimen, porque encuentra a sectores opositores que -entre ellos mismos – se detestan mucho más de lo que detestan al régimen. Esa ha sido parte de la estrategia chavista. Cuando se habla de Juan Guaidó, yo siento que una de las cosas que sucede es que la gente le atribuye críticas por las cosas que supuestamente se esperaba que hiciera, pero antes de hacer una crítica, yo me pongo en su lugar y pienso si yo lo habría hecho diferente. Creo que deberíamos hacernos esa autocrítica. Vivimos en un tiempo de redes sociales. Es muy fácil cuestionar anónima e irresponsablemente. Las críticas que uno hace deben tener sustento, fundamento y comprensión de la situación y creo que la nuestra no está fácil. Buena parte del entorno de Guaidó está en el exilio y él mismo está corriendo riesgo en este momento.

-¿Qué consecuencias puede tener que pongamos nuestras esperanzas en un presidente de otro país como Donald Trump?, ¿eso qué dice de nosotros?

-Eso denota lo mal que está la situación. Nuestra esperanza tiene que ser nuestra capacidad de acción. Eso de estar esperando cosas de fuera, que vengan a hacer el trabajo que es nuestro deber y obligación hacer me resulta incomprensible y utópico. Creo que debemos evaluar los recursos, las acciones y lo que somos capaces de hacer para lograr lo que anhelamos hace tanto rato, que es cambiar la situación política del país.

-Cuando se ponen las esperanzas en Trump es porque dicen que el de Maduro es un régimen criminal y no se puede enfrentar con tácticas democráticas. ¿Hemos perdido la capacidad de luchar contra Maduro?

-Hemos perdido la capacidad de luchar con herramientas democráticas como elecciones, debate parlamentario y la alternabilidad en el poder. Ahora hay un debate sobre participar en unas elecciones, pero ¿cómo participar cuando la desconfianza en el sistema electoral es absoluta? Nosotros hemos perdido herramientas democráticas para cambiar la situación política, pero lo que nunca pierde un ciudadano son las herramientas cívicas de su inconformidad y de la protesta pacífica. He estado recordando el libro del francés Étienne de La Boétie, titulado “Discurso sobre la servidumbre voluntaria o el contra uno”. Lo que dice ahí es que llega un punto en el cual la no aceptación de la dominación se convierte en rebelión absoluta, es decir, cuando llegue un día en que nuestra vida entera nacional, en todos los lugares del país, sea una única protesta, ese día el poder y la fuerza cívica del ciudadano logrará transformaciones.

-En Venezuela se han registrado 4 mil protestas en lo que va de año, muchas de ellas por fallas en servicios básicos, sin embargo, el ciudadano termina cargando el botellón de agua o saliendo a comprar la leña porque jamás llegó el camión del gas. ¿Cómo lidian la conformidad y la esperanza de un cambio?

-Estamos viviendo un momento crítico, porque hay un sector político que está acorralado y no le queda otra que permanecer ejerciendo el poder de la misma manera que lo ha venido haciendo: Arbitrariamente; y hay un sector opositor que no se pone de acuerdo en los instrumentos para salir de esta situación. Más allá de todo está el ciudadano. Yo creo que los ciudadanos somos los dueños del poder. Hay mucha conflictividad social, por eso yo no digo que la sociedad venezolana se haya conformado, ni aceptado lo que le está pasando. Yo siento que necesitamos que todo eso se transforme en un movimiento orgánico de dimensiones nacionales y contundentes. La desobediencia total a un régimen que ya no puede ser el sistema político del país.

 

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