Laura Chinchilla: “La Constituyente lo único que hace es agravar la crisis”
Agencias
“No siempre triunfé pero siempre luché. La única derrota que no nos podemos permitir en la vida, es aquella que llega cuando dejamos de luchar”. Con esta frase la expresidenta de Costa Rica (2010-2014), Laura Chinchilla, gusta describirse. También puede servir para resumir o explicar su frontal oposición contra el Gobierno del presidente venezolano Nicolás Maduro.
Políticamente moderada, Chinchilla cree que de prosperar el proyecto de la Asamblea Constituyente “provocaría un daño gravísimo, una vez más, a la institucionalidad de Venezuela” porque, según ella, “lo que trata es de consolidar una configuración del ejercicio del poder político absolutamente dictatorial”.
Sobre la actuación reciente de la fiscal Luisa Ortega Díaz, dijo que al principio se tomó con escepticismo los señalamientos de la fiscal, cuando, por ejemplo, denunció una posible sentencia del TSJ para reducir competencias del Ministerio Público, aunque a medida que han pasado los días le reconoce a Ortega Díaz el seguir levantando su voz. “Esto es un paso interesante que debilita esa imagen monolítica que Maduro ha pretendido mandar al interior de su país e internacionalmente”.
Chinchilla es profesora invitada de la Escuela de Gobierno y Transformación Pública del Tecnológico de Monterrey, profesora de la de Universidad de Georgetown, miembro del Club de Madrid y de la Iniciativa Democrática de España y las Américas, desde donde junto con otros expresidentes de la región ha denunciado prácticas represivas en Venezuela, detenciones masivas, violación de los derechos humanos y la ruptura del orden democrático y constitucional en el país.
-Recientemente estuvo en Ecuador y en México, ¿qué novedades pueden haber en torno al caso de la crisis en Venezuela?
-Desde el punto de vista internacional no mucho más a lo que hemos visto en los últimos días, pero sí una positiva evolución de la comunidad de países en su toma de conciencia sobre la gravedad de los hechos en Venezuela, además de un cerco cada vez más notable alrededor del país suramericano. Concretamente, sobresale la voz de México, mucho más beligerante, con una Cancillería más proactiva en el tema venezolano, y que ha venido promoviendo, junto con otros países, una declaración que en la última Asamblea General de la OEA no se pudo conocer. Ahora todos los preparativos están encaminados hacia la Asamblea General ordinaria que tendrá lugar en México a finales de junio. Se espera que allí pueda conocerse esa declaración.
-¿Y qué esperar de esa Asamblea General de la OEA a escenificarse en México?
-Creo que será difícil que se produzca un consenso. Desafortunadamente, la Asamblea acostumbra a trabajar más por la vía del consenso más que por la vía de la votación. Hay que tomar en cuenta que un bloque importante de países del Caribe que fue muy afín al Alba del presidente Hugo Chávez sigue con su lealtad al Gobierno de Nicolás Maduro. Esos votos del Caribe son los que no se mueven y, si lo que se pretende es conseguir un consenso, que será difícil que se concrete, puede que llegue con una declaración absolutamente inocua. Sin embargo, creo que bebe someterse a votación el caso Venezuela y, si se consigue, trabajar por una propuesta de declaración más clara y más contundente.
-¿Por qué cree que todavía existen tantos países del área que apoyan al Gobierno de Maduro?
-Por desgracia, la diplomacia de los petrodólares es muy eficaz. En muchos países, Costa Rica fue una de las pocas excepciones, que establecieron los acuerdos con Petrocaribe y se suscribieron al grupo Alba, les fue muy bien recibiendo muchos recursos sin ningún tipo de condicionamiento y que de otra manera no habrían ingresado. Esto prostituyó bastante la política internacional de la región. No quiero decir que no haya excepciones de países o mandatarios que no se sienten identificados con otra línea, pero la mayor parte de los países siguen pagando deuda antigua y recibiendo recursos que, por cierto, el régimen venezolano no debiera repartir para poder atender a sus propios ciudadanos.
-Existen países que consideran que la solución a la crisis venezolana debe desarrollarse internamente a través el diálogo o de un acuerdo político, cerrándole las puertas a la participación paralela externa, ¿cuál es su análisis?
-Aunque parece un asunto de matices, no lo es. Cuando en lugar de diálogo se habla de negociación, a mi me parece que más que retórico es mucho más conceptual. Lo que pareciera estar claro es que la palabra diálogo se agotó, por lo menos en los términos que se pretendió hacer y que acumula más de dos años sin resultados importantes. Más bien lo que ha hecho es darle aire al Gobierno de Maduro y provocar un agravamiento de los problemas de Venezuela. Me parece que la oposición ya no está dispuesta a participar en ese tipo de diálogo. No obstante, en una posible etapa de negociaciones, la oposición pudiera entrar con demandas bien claras sobre la mesa, negociando una especie de calendario (electoral) y un mecanismo de seguimiento al cumplimiento de los acuerdos, particularmente al tema de las elecciones. Ahora bien, todo se ha complicado porque el Gobierno está decidido a convocar a una Constituyente que lo único que hace es agravar la crisis.
-¿Ganará tiempo el Presidente con su propuesta de Constituyente?
-El Gobierno está en un grado de desesperación tal que reacciona al calor de los hechos, sin una estrategia clara, todo lo que pueda hacer para ganar tiempo lo implementa y además utiliza cualquier factor para distraer, como la Constituyente. En caso que esta pueda prosperar provocaría un daño gravísimo, una vez más, a la institucionalidad de Venezuela porque en el fondo lo que trata es de consolidar una configuración del ejercicio del poder político absolutamente dictatorial. De modo que la oposición debe hacer todo lo que esté a su alcance para evitar que esto se materialice.
-¿Cuáles son para usted los puntos de honor de un proceso de negociación?
-Ojalá, en verdad, no esté agotado el diálogo político y exista espacio para negociar. Lo cierto es que, y es particularmente a lo que me refiero, que cualquier diálogo o negociación que venga debe ser sobre bases muy diferentes. Ahora la oposición no puede entrar cándidamente sin condiciones, claro que tiene que ser un diálogo condicionado, de otra manera la oposición le haría de nuevo el juego al régimen.
-¿Qué análisis hace de la posición asumida recientemente por la fiscal Luisa Ortega Díaz?
-Soy escéptica de su actual posición, por lo menos de lo mostrado al principio, particularmente cuando denunció el intento del Poder Judicial de restringirle una serie de potestades. Me parece que los fiscales, más que hacer denuncias retóricas, lo que hacen es actuar y denunciar a quienes están cometiendo un delito, en este caso un delito contra las instituciones del Estado venezolano. Sin embargo, a medida que han pasado los días, hay que reconocer que la fiscal ha levantado su voz, manifestado mucha de sus preocupaciones y expresado denuncias. Esto es un paso interesante que debilita esa imagen monolítica que el Gobierno de Maduro ha pretendido proyectar al interior de su país e internacionalmente.
-¿Por qué para usted el Gobierno de Venezuela puede ser considerado un régimen dictatorial?
-Llámenle como le llamen, ya sea régimen autoritario, dictadura o autocracia electoral, porque debemos reconocer que llegaron al poder con los votos de la gente, todo es en el fondo prácticamente lo mismo. Pero en el caso de Venezuela ya ni siquiera se puede comparar con algunas de estas autocracias electorales porque lo último que ha venido haciendo Maduro es negar la evaluación de su gobierno a través de unas elecciones. En este sentido, no quiso organizar el referendo revocatorio contemplado en la Constitución y no ha querido ponerle fecha a las elecciones locales. De esta manera el Gobierno se configura como un régimen absolutamente dictatorial.
-¿Cómo puede usted describir la magnitud de la crisis en el país?
-Todos los días decimos que ha tocado fondo, pero al día siguiente amanecemos con un escenario peor. Ahora Venezuela tiene la inflación más alta del mundo, una economía que decrece y pidiendo auxilio con la colocación de unos bonos a precios ridículos para poder pagar sus obligaciones externas. El país no tiene divisas para importar todo lo que requiere, empezando por lo más esencial que son las medicinas y los alimentos porque el aparato productivo fue devastado. En Venezuela hay muchos niños padeciendo hambre, el país experimenta las tasas de homicidio y violencia más alta del mundo. Si esto no es un escenario prácticamente de guerra, se parece, porque casi siempre lo que queda en la postguerra es una sociedad postrada. No es fácil tratar de comprender cómo hay gente que se aferra tanto al poder y no entiende que llegó la hora de dar un paso hacia atrás, de tender una mano para negociar con humildad, llamar a otros a sentarse en una mesa y tomar decisiones.
-¿Cómo visualiza en lo sucesivo la actuación del presidente Donald Trump sobre el caso Venezuela?
-La posición de Estados Unidos ha sido prudente, incluso, tímida, de tomar distancia, particularmente la administración de Barack Obama, que apoyó los esfuerzos de diálogo. Ahora con el cambio de administración estamos viendo algunos cuadros del Partido Republicano que parecieran gravitar sobre el conflicto venezolano, posiciones más duras y fuertes, como la del senador Marco Rubio y algunas iniciativas de ley que se presentan en el Congreso norteamericano para poder pensar en algunas sanciones en caso de que no avance el estado actual de la crisis. Sin embargo, el presidente Trump está metido en tantos pleitos, algunos gratuitos o en los que le gusta entrar, la gran sensación es que otra vez existe un vacío, con Washington distraído en sus problemas internos y distraído por otras regiones del mundo, en conflicto, como Medio Oriente, o Asía, en Corea del Norte.
Cortesía del periodista Juan Pablo Crespo @juanpamark