Las tumbas de Hegra y los mensajes esconde la necrópolis de un pueblo
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Al norte Al-Ula en Arabia Saudita, entre matorrales aislados, emergen algunas rocas y peñascos del tamaño de edificios. Tallados con detalle, poseen frentes y columnas de estilo clásico, que parecen un jardín sembrado en la arena de modo armonioso. Con las luces del sol cayendo sobre las construcciones, los tonos recrudecen, evidenciando el tallado del tiempo. En este sitio, hace milenios hubo un próspero centro de comercio, el sitio arqueológico de Hegra, también conocido como Mada’in Saleh.
El lugar ha permanecido prácticamente intacto durante casi 2.000 años. Pero recientemente, Arabia Saudita ha abierto el lugar a los turistas. Los visitantes notarán que las construcciones excavadas en la roca en Hegra se parecen a su sitio hermano más famoso de Petra, que fuera capital del reino nabateo, situado más de mil kilómetros al norte, en Jordania. Hegra fue la segunda ciudad de Nabatea, pero podría tener la clave para descubrir los secretos de esa antigua civilización casi olvidada.
Ahora, con nuevos bríos, Arabia Saudita apuesta por el turismo como una nueva fuente de ingresos. Durante las próximas dos décadas tiene como objetivo transformarlo en un centro mundial para el comercio y el turismo que conecte África, Asia y Europa.
Arabia Saudita lanzó visas de turista por primera vez en septiembre de 2019, lo que permitió la entrada de visitantes ocasionales sin un propósito comercial o religioso. Hegra, con su arquitectura misteriosa y llamativa, es una opción para destacar. Gran parte de su atractivo radica en el hecho de que es prácticamente desconocido a pesar de sus similitudes con Petra, que ahora recibe casi un millón de visitantes al año y podría clasificarse como un sitio del patrimonio mundial en peligro si no se cuida adecuadamente, según ha advertido la Unesco.
¿Quién produjo estas tumbas? ¿Quiénes fueron las personas que mandaron a construir el lugar? ¿De dónde procedían? ¿Cuánto tiempo estuvieron aquí?
El origen del misterio
Los nabateos eran nómadas que habitaban en el desierto convertidos en maestros comerciantes y controlaban las rutas del incienso y las especias a través de Arabia y Jordania hasta el Mediterráneo, Egipto, Siria y Mesopotamia. Caravanas tiradas por camellos cargadas con granos de pimienta, raíz de jengibre, azúcar y algodón pasaron por Hegra, una ciudad provincial en la frontera sur del reino.
Los nabateos también se convirtieron en proveedores de sustancias aromáticas, como el incienso y la mirra, que eran muy apreciadas en las ceremonias religiosas. Prosperaron desde el siglo IV a. C. hasta el siglo I d. C., cuando el Imperio Romano en expansión anexó y absorbió su enorme franja de tierra, que incluía la actual Jordania, la península egipcia del Sinaí y partes de lo que hoy es Arabia Saudita, Israel y Siria.
Gradualmente, la identidad nabatea se perdió por completo. Olvidada por Occidente durante siglos, Petra fue redescubierta por el explorador suizo Johann Ludwig Burckhardt en 1812, aunque las tribus beduinas locales habían estado viviendo en las cuevas y tumbas durante generaciones. Quizás se podría decir que Petra fue realmente vista por la mayoría de los occidentales por primera vez un siglo y medio después gracias a haberse convertido en escenario de Indiana Jones y la Última Cruzada en 1989.
Los nabateos dejaron muy poca historia de primera mano. Al igual que Petra, Hegra es una metrópolis convertida en necrópolis: la mayoría de las estructuras restantes que se pueden ver hoy en día son tumbas, con gran parte de los restos arquitectónicos de la ciudad a la espera de ser excavados o ya perdidos.
Uno de los únicos lugares donde existen las palabras de los nabateos es en las inscripciones sobre las entradas a varias de las tumbas. Fueron antiguos pioneros en arquitectura e hidráulica, y aprovecharon el entorno desértico para su beneficio. El agua de lluvia que caía de las escarpadas montañas se recolectaba para su uso posterior en cisternas a nivel del suelo. Construyeron cañerías de agua natural alrededor de las tumbas para proteger sus fachadas de la erosión, lo que las ha mantenido bien conservadas miles de años después de su construcción.
Hegra contiene 111 tumbas cuidadosamente talladas, mucho menos que las más de 600 en la capital nabatea de Petra. Pero en Hegra a menudo están en mucho mejores condiciones, lo que permite a los visitantes ver más de cerca la civilización olvidada. La arquitectura clásica griega y romana influyó en la construcción, y muchas tumbas incluyen columnas rematadas con capiteles que sostienen un frontón triangular sobre la entrada o un entablamento a lo ancho de la tumba.
Una corona nabatea, que consta de dos juegos de cinco escalones, descansa en la parte superior de la fachada, esperando transportar el alma al cielo. Esfinges, águilas y grifos con las alas extendidas, símbolos importantes en los mundos griego, romano, egipcio y persa, se ciernen amenazadoras sobre las entradas de las tumbas para protegerlas de los intrusos. Otros edificios están protegidos por máscaras similares a las de Medusa, con serpientes que se extienden en espiral como si fueran cabellos.
Inscripciones intimidatorias, comunes en muchas de las tumbas de Hegra pero raras en Petra, están grabadas en la fachada y advierten de multas y castigos divinos por traspasar o intentar ocupar subrepticiamente la tumba como propia.
“Que el Señor del mundo maldiga a cualquiera que perturbe esta tumba o la abra”, proclama parte de la inscripción en la Tumba 41. “Y maldiga aún más a cualquiera que cambie las escrituras sobre la tumba”. Escritas en un precursor del árabe moderno, a veces se leen como jerga legal confusa, pero un número significativo incluye fechas. La tumba fechada más antigua de Hegra es del 1 a. C. y la más reciente del 70 d. C., lo que permite a los investigadores llenar los vacíos en la línea de tiempo de los nabateos, aunque construir una imagen clara sigue siendo problemático.
Algunas tumbas en Hegra son los lugares de descanso final para los oficiales de alto rango y sus familias, quienes, según la escritura en sus tumbas, se llevaron al más allá los títulos militares romanos adoptados de prefecto y centurión. Las inscripciones también subrayan la importancia comercial de Hegra en la franja sur del imperio, y los textos revelan la composición diversa de la sociedad nabatea.
La tumba más grande de Hegra, que mide unos 22 motros de altura, es la monolítica de Lihyan Son of Kuza, a veces llamada Qasr al-Farid, que significa “Castillo Solitario”, debido a su posición distante en relación con las otras tumbas. Quedó sin terminar, con marcas de cincel ásperas y sin alisar bordeando su tercio inferior.
Algunas tumbas fueron abandonadas a mitad de la construcción por razones poco claras. El trabajo abandonado en la Tumba 46 muestra cómo los nabateos construyeron de arriba abajo, con solo la corona escalonada visible sobre un acantilado sin cortar. Tanto la Tumba de Lihyan Hijo de Kuza como la Tumba 46 tienen inscripciones breves que las designan para familias específicas.