Las telenovelas, ¿producto de primera necesidad? - 800Noticias
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EFE

Ramadán es el mes sagrado de los musulmanes pero también el mes de oro para anunciantes, cadenas de televisión y productoras que lo apuestan todo por conquistar a la audiencia a través de las grandes producciones de telenovelas. Sin embargo, en medio de la crisis sanitaria del COVID-19, muchos se preguntan: ¿son un producto de primera necesidad?

Después de cerrar fronteras, suspender las clases, clausurar comercios y establecimientos no esenciales y anular eventos culturales y deportivos, el Ministerio de Cultura de Túnez dio un paso atrás la semana pasada y permitió reanudar los rodajes televisivos.

Para obtener una autorización, todos los miembros del equipo, limitado a diez personas en el interior y a veinte en el exterior, deben pasar un test previo de detección del virus y permanecer en aislamiento durante todo el proceso, así como desinfectar el material utilizado.

La ministra de Cultura, Chiraz Latiri, defendió que se trata de ofrecer contenido para «incitar» a los tunecinos a respetar el toque de queda, impuesto a duras penas en algunas regiones del país y que se salda cada día con un centenar de detenciones.

Una medida que ha despertado un gran rechazo en el sector audiovisual, que denuncia presiones por parte de los lobbies publicitarios. Al dicho de «pan y circo» algunos ya han encontrado su equivalente contemporáneo: « harina- producto ausente del circuito comercial desde comienzos de la cuarentena- y culebrones».

«Una decisión irresponsable tomada por aquellos que ocupan los despachos y que desconocen el terreno », critica el director de cine Ala Eddine Slim, cuya obra se caracteriza curiosamente por personajes solitarios que tratan de aislarse del mundo que les rodea.

«Dan vergüenza tanto los que la patrocinan como los que la ejecutan obligando con artimañas a los más precarios, técnicos y actores, a aceptar trabajar en estas condiciones. Nos piden quedarnos en casa salvo que sea una actividad vital y los rodajes no lo son ahora mismo», declara a EFE el autor de «El último de los nuestros».

UNA TRADICIÓN MUY ESPERADA CADA AÑO

Una de las ficciones más esperadas de este año es «27», que reúne en la televisión pública a estrellas de la pequeña y gran pantalla para contar por primera vez la historia del ejército tunecino en la lucha contra el terrorismo.

«Por suerte no hay mucho contacto físico entre los soldados, lo que facilita la distancia social », bromea su realizador, Yosri Bouassida, que trabaja a contrarreloj para terminar las últimas escenas antes del estreno el próximo 23 de abril, inicio del ramadán.

«En condiciones normales somos un centenar de personas pero ahora estamos 35 y todo está organizado al milímetro para que sólo coincida el equipo mínimo y hemos retirado muchas secuencias secundarias. Nuestros «mercenarios», como nos califican algunos, no lo hacen por dinero sino por creer en este proyecto patriótico», relata Bouassida durante la pausa para cenar.

Tras el «iftar», la comida con la que los musulmanes rompen el ayuno, más de ocho millones de espectadores se reúnen cada noche frente al televisor, momento de mayor audiencia y fuente principal de financiación.

«Es el mejor momento del año: se invierte un 40 % del presupuesto anual, lo que supone unos diez millones de dinares (3,2 millones de euros)», explica a Efe el director general de la cadena «Nessma TV», la más vista del país, Zied Erriba.

LA INDUSTRIA TURCA DE TELENOVELAS AL RESCATE

Por primera vez desde su creación en 2009, el canal no emitirá una telenovela tunecina sino turca por falta de tiempo y de fondos. Entre los meses de marzo y abril, revela el responsable, se han registrado pérdidas en publicidad de hasta 100.000 euros.

«Fue una compra que hicimos hace meses y que nos sirve de plan B para salvar la situación, aunque no lograremos los mismos resultados», se lamenta Erriba desde el estudio de televisión situado a las afueras de la capital y que trabaja con la mitad de personal.

Los «moussalslat», como se conocen a las telenovelas en árabe, son también la ocasión para que el público pueda evadirse durante la que será la quinta semana de confinamiento, si el Gobierno decide prolongar.

Asrar Ben Jouria, de 26 años, es una incondicional de los melodramas desde su adolescencia aunque no está convencida del argumentario del Gobierno y cree «que son las leyes las que hacen que los ciudadanos respeten las normas y no las telenovelas».

«Hay una gran presión por parte de los lobbies porque saben que se presenta una oportunidad única: la gente estará encerrada en casa y tendrán la mayor audiencia de la historia. Podemos sacrificar las telenovelas a favor de la salud nacional», insiste esta joven originaria de la ciudad costera de Sfax.

Pero, como asegura el dicho popular, la realidad supera la ficción. «Awled Moufida» (El hijo de Moufida), inspirada en la aclamada serie norteamericana «Sons of Anarchy» y que monopoliza desde hace cinco años el 70 % de la audiencia de ramadán, se encuentra en la cuerda floja después de que su productor, Sami Fehri, fuera sentenciado el pasado mes de noviembre a prisión preventiva.

El magnate de la comunicación está acusado de un supuesto caso de corrupción en el que están implicados el cuñado del fallecido exdictador Zine El Abidine Ben Ali, Belhassen Trabelsi, un exministro de Exteriores y cinco exdirectores generales de la televisión nacional. Una trama que tiene en vilo a los tunecinos desde hace casi una década. EFE

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