Las razones por las que Corea del Sur se llena de solteros sin hijos
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El año pasado, la Comunidad de Madrid publicó en su web información para solicitar ayudas a la natalidad para madres menores de 30 años. En las elecciones generales de 2019, Ciudadanos hablaba en su programa electoral de «hacer España un país mejor para las familias: un país sin niños es un país sin futuro, hay que aumentar la natalidad». Incluso, un discurso de la periodista y escritora Ana Iris Simón en el que pedía a Pedro Sánchez más ayudas a la natalidad.
Para bien o para mal, España no es un país aislado en el que esté sucediendo tal cosa. En China la natalidad no va mucho mejor que aquí, pues según los datos de la Oficina Nacional de Estadística se sigue desplomando. La política del hijo único es algo pasado, e igual que en España, se insta a los ciudadanos a que tengan hijos. De hecho, hace unos años, un documental producido por la marca japonesa SK-II hablaba de las presiones a las que se somete a aquellas mujeres chinas que han pasado los 25 años y corren el riesgo de quedarse más solas que la una: las llamadas mujeres sobrantes.
En Corea del Sur está sucediendo algo parecido. Aunque el país asiático se ha convertido en pocos años en uno de los más avanzados del mundo, en cuanto a tecnología se refiere, y ha sabido exportar con éxito el kpop (pop del país) y los kdramas (series de televisión) al resto del mundo, se enfrenta también a los mismos problemas que España o China.
Los adultos del país evitan cada vez más el matrimonio y, como la gente no suele tener hijos fuera del matrimonio, la disminución de las tasas de matrimonio también influye en la fecundidad, que ha resultado en una disminución dramática. De hecho, según informa ‘Psychology Today‘, en 2018 tenía la fertilidad más baja del mundo. Su tasa de fecundidad total en 2023 fue de 0,78. Esto significa que las parejas coreanas tienen un promedio de menos de un hijo.
En 2018, Corea del Sur tenía la fertilidad más baja del mundo. Su tasa de fecundidad total en 2023 fue de 0,78
Las visiones tradicionales frente a las posmodernas
Existen dos visiones completamente diferentes en cuanto al matrimonio y la crianza que coexisten y generan tensiones. Esto se explica porque el país ha experimentado cambios sociales en un periodo muy corto del tiempo. Por un lado, hay nuevas institucionales más occidentales, frente a la idea confucionista arraigada desde hace siglos, que dicta que las personas prioricen las necesidades familiares sobre los deseos individuales. Sin embargo, en la actualidad, pocas personas quieren sacrificar sus logros personales para cumplir sus obligaciones familiares.
Los altos costes que supone criar hijos
Corea del Sur es una sociedad ultracompetitiva y el confucianismo dicta la excelencia académica de los niños para lograr el honor de la familia. Después de la crisis financiera de la década de 1990, la economía dejó de crecer, pero fue testigo de un aumento en el trabajo no estándar y por contrato, lo que contribuyó a aumentar la incertidumbre económica. Las familias invierten grandes cantidades en educar a sus hijos, dinero que quizá los jóvenes no pueden permitirse invertir a su vez como si hicieron sus padres, y además, si quieren seguir avanzando en su carrera tendrán que evitar el matrimonio.
La discriminación (hacia las mujeres)
Muchos coreanos asumen que las madres deben dar prioridad a sus responsabilidades domésticas. Por ello mismo, muchas mujeres evitan el matrimonio o los hijos para evitar que esto pueda interferir en su carrera profesional.
Y otras demandas que se les imponen
Como en otros países, Corea del Sur hizo la transición de hogares con un solo ingreso a hogares con dos ingresos. Las parejas casadas dependen cada vez más de las contribuciones económicas de las esposas. Aunque la participación de la mujer en el mercado laboral ha aumentado, las mujeres continúan realizando la mayor parte del trabajo doméstico. Por ejemplo, un estudio reciente descubrió que las mujeres que tenían a su segundo hijo dedicaban 420 minutos todos los días a las tareas del hogar; mientras que sus maridos dedicaban 63 minutos todos los días a las tareas del hogar.