Las nuevas sepulturas hongkonesas: arte con cenizas o cementerios virtuales - 800Noticias
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EFE

Recordar a los seres queridos en un cementerio virtual que muestra el lugar favorito del difunto, lejos de los rascacielos de Hong Kong, o convertir sus cenizas en obras de arte son algunas de las soluciones para una megalópolis en la que los muertos restan demasiado espacio a los vivos.

Durante generaciones, en Hong Kong han continuado las tradiciones familiares para honrar a los muertos, peleando por los mejores lugares para enterrarlos en las montañas y junto al mar, o gastando pequeñas fortunas en urnas de jade y ceremonias llenas de formalidades.

Aquellos que todavía pueden encontrar y hacerse con una tumba privada en los superpoblados cementerios hongkoneses pueden llegar a gastar en el privilegio entre medio y un millón de dólares de Hong Kong (equivalentes a 63.000-126.000 dólares o a 55.000-110.000 euros).

Como alternativa, una lista de espera de cinco años para un hueco en un columbario público por 3.000 dólares hongkoneses (380 dólares o 330 euros), donde se almacenan miles de urnas de cenizas cremadas.

Por eso, el Gobierno de la excolonia británica está tratando de poner fin a esas costumbres y promueve «entierros verdes», instando a los residentes a renunciar a los entierros tradicionales y al almacenamiento de urnas funerarias en edificios especiales después de la cremación.

«Mi padre falleció en 2016 a causa de un derrame cerebral -cuenta a Efe la azafata C. Lau, de 40 años-. Él amaba el mar y la libertad, por lo que decidimos rendirle honores esparciendo sus cenizas por el Mar de China».

Lau relata que esa opción no solo obedecía a los deseos del difunto, sino que respondía también a «la escasez de huecos en los cementerios y por ser más respetuoso con el medio ambiente».

Tras conseguir los documentos necesarios, la familia se unió «a la ceremonia de grupo a bordo de una embarcación perteneciente al Gobierno», donde se vigila que las bolsas biodegradables con los restos no sean echadas por la borda en zonas donde abunda el delfín rosado, una especie protegida.

Después, Lau y los suyos recurrieron a «un servicio gratuito de conmemoración en Internet a través del que los seres queridos pudieron rendir homenaje y expresar sus condolencias en cualquier momento y desde cualquier lugar».

Pero el mar es solo una de las múltiples alternativas y arquitectos, artesanos o empresarios han dado rienda suelta a la creatividad con ofertas de lo más dispares.

Una empresa de diseño propuso un rascacielos de 15 pisos para llenarlo de restos humanos, mientras que un estudio de arquitectura presentó un proyecto de un crucero que podría almacenar 48.000 urnas en alta mar.

Otra más se dedica a crear entierros en realidad virtual, donde uno se puede pasear, contemplar las vistas y caminar hasta la tumba para rendir homenaje a sus seres queridos, algo que acabará resultando difícil hacer en un Hong Kong hambriento de tierra.

Este nuevo sistema ofrecerá a los residentes la posibilidad de presentar sus respetos digitalmente, y permitirá a las familias «enterrar» a los difuntos en lugares más agradables, como parques y áreas públicas, en lugar de sólo necrópolis.

Por su parte, la fundadora de Glazden, Zimon Chow, captura la esencia de los seres queridos en un remolino de color y cenizas, sellado para siempre dentro del arte del vidrio.

«Intentamos conocer a fondo cómo fue la persona y darle forma en figuras de cristal», manifiesta Chow, que quiere ofrecer una alternativa más a una sociedad en la que los antepasados son incansablemente venerados, sea en su tierra ancestral o en una urna con las cenizas.

«Diseñamos increíbles piezas únicas junto a los familiares, que así reconfortan su aflicción, permitiéndoles sostener y atesorar sus recuerdos. Cada pedido es tratado con el máximo cuidado y respeto, siguiendo estrictos métodos de seguimiento y producción», asegura Chow.

Según la artista, cada vida es preciosa y merece ser honrada de una manera elegante y digna, por lo que se centran en hacer pocas piezas de manera exclusiva: «No queremos producir en cadena; es un trabajo artesanal y muy personalizado, por lo que, como mucho, admitimos cinco clientes al mes», apunta.

Chow manifiesta que tienen una gama de productos para todos los presupuestos. Mientras que a los más jóvenes -dice- tratan de atraerlos «con una metodología más ecológica».

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