Las icónicas Torres de Darwin: la entrada norte de las Islas Galápagos
EFE
Las torres de Darwin, dos inmensas columnas de roca emergidas del mar, son la puerta norte para el ingreso a las Islas Galápagos (Ecuador) y se mantienen como uno de los principales atractivos de las también llamadas islas Encantadas, pese a haber perdido su dintel hace tres años, y con él su tradicional nombre de Arco de Darwin.
Era mayo de 2021 cuando colapsó el dintel de la icónica formación geológica y turística, tras un proceso de erosión natural, según informó entonces el Ministerio del Ambiente, Agua y Transición Ecológica de Ecuador.
Pero aún sin el dintel -que le daba la imagen del Arco del Triunfo de París-, la estructura sigue cautivando a los turistas, quienes ven maravillados las inmensas columnas que, aunque lucen roca firme en sus costados, presenta vegetación en su parte superior, que atrae a cientos de aves.
«Este arco, cuando estaba completo, medía 18 metros, y tenía una viga que unía las dos torres. Hace tres años, cuando colapsó dejó la imagen de las inmensas rocas paralelas», dijo la investigadora británica Sophie Cooke, de la organización ecologista Greenpeace.
Especialistas en buceo califican al lugar como el mejor del mundo para esa actividad y llaman a la inmersión como «el teatro», debido a que pueden permanecer quietos, asidos a las rocas bajo la superficie, para mirar el espectáculo de las especies marinas, que merodean alrededor.
Además, la zona no deja de maravillar a los científicos por la cantidad de biodiversidad que alberga junto a la isla Darwin, su vecina a menos de un kilómetro de distancia, y que debe su nombre al científico británico Charles Darwin, quien en el siglo XIX desarrolló en Galápagos su teoría de la evolución de las especies.
«El archipiélago entero fue la fuente máxima de inspiración para Charles Darwin en su estudio, y hay muchos sitios en las islas como éste, que honran su memoria y trabajo llevando su nombre», indicó.
Un paraíso de escala migración marina
«Este es un sitio muy importante para la biodiversidad y es un imán para especies como delfines, tiburones y mantarrayas», dijo Cooke a EFE durante un viaje hasta la zona en el que precisamente varios delfines se dejaron ver junto al bote en varias ocasiones, mientras a lo lejos nadaba una tortuga y en el cielo planeaban a muy corta distancia decenas de aves.
La zona tiene la «más alta protección de todo el archipiélago de Galápagos: no existe pesca ni otra industria extractiva, y el turismo está altamente reglamentado», aseguró Cooke.
«Es el último punto de escala en la migración de especies», dijo al agregar que hay cientos de millas al norte y miles al oeste antes de encontrar otra isla.
Y precisamente por eso, la organización ecologista llegó hasta las Islas Galápagos para documentar la riqueza de la zona en las profundidades del mar, pues forma parte del corredor marino usado en la migración de las especies y que conecta aguas de Ecuador, Costa Rica, Panamá y Colombia, así como aguas internacionales.
Con el barco Arctic Sunrise, Greenpeace apoya también a los científicos de la fundaciones Charles Darwin y Jocotoco que han tomado muestras de ADN del agua, y han lanzado cámaras a distintas profundidades para documentar la inmensa riqueza submarina.
Profundidades por descubrir
También han usado un pequeño robot para llegar a profundidades donde los buzos no pueden llegar, contó a EFE el oceanógrafo británico Stuart Banks, de la Fundación Charles Darwin (FCD), al recordar que hace muchos años la gente pensaba que las profundidades del mar «eran como desiertos, que no había tanta vida, pero mientras más se trabaja en ellas, es más obvio que no es así».
Y recordó que incluso anteriormente usaron un submarino de investigación tripulado y «cada rato encuentras algo nuevo, y muchas de esas especies que estamos encontrando son nuevas para Galápagos, son nuevas para la ciencia».
Como ejemplo, recordó que el año pasado encontraron fuentes hidrotermales, que son una especie de chimeneas de las que emana agua a 300 grados centígrados de temperatura, a más de 1.500 metros de profundidad, donde no hay luz, «y hay animales que se han adaptado por miles y miles de años».
Y por ello consideró indispensable seguir trabajando para proteger los océanos con pasos firmes como la ratificación por parte de 60 países del Tratado Global de los Océanos, suscrito el año pasado en el marco de las Naciones Unidas, pero ratificado únicamente hasta el momento sólo por Chile y la pequeña república insular de Palau.
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