Las bicicletas y los patines se adueñan de París en un día de parálisis total - 800Noticias
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EFE

Frente al cierre masivo del transporte público: patinetes y bicicletas. Los parisinos llenaron este jueves las calles de alternativas para compensar el impacto de la huelga contra la reforma de las pensiones, que sus participantes están dispuestos a prolongar durante días.

Los ciudadanos estaban avisados y se cumplieron las previsiones. En el metro parisino se suspendieron once líneas, tres funcionaron con restricciones y solo en horas puntas, y solo pudieron garantizar los trayectos las dos únicas automatizadas.

Silvio Braz, estudiante de 21 años, suele coger cada día el cercanías desde Versalles hasta la estación parisina de Montparnasse y desde allí se mueve en metro, pero este miércoles se hizo por primera vez por si acaso un abono para los patinetes eléctricos.

«Vas donde quieres, evitas los atascos y coger un taxi», cuenta a Efe, sorprendido de que el tráfico esté resultando fluido y de que ni en Montparnasse ni en el cercanías hubiera casi gente.

El temor a estaciones colapsadas y a que la capital se viera paralizada hizo que muchos parisinos aprovecharan la posibilidad de trabajar desde casa o se tomaran el día libre, dejando así la inusual imagen de estaciones vacías.

Jean-Bernad Soulié, de 59 años, es otro de los que en su día a día utiliza el metro para llegar a París, pero este jueves rescató su bicicleta por la huelga.

«La tenía desde hace tiempo y la he sacado. Vivo en el oeste de la ciudad. He tardado una media hora en hacer cinco kilómetros y medio. No había mucha gente», explica a Efe este financiero, que prefirió ir a la oficina aunque la empresa les ofreció teletrabajar.

El frío no impidió que el cambio le pareciera agradable, y no descartó incluso empezar a utilizarla más en los próximos días.

Para aquellos que dependieron de los servicios públicos, la empresa de bicicletas Vélib reforzó su personal para adaptarse a la demanda y poder vaciar o llenar los distintos puestos en la ciudad en función de las necesidades.

A otros el cierre del transporte les pilló de turismo. El español Gonzalo Pérez, de 52 años, llegó este miércoles desde Barcelona, un día antes de lo previsto en un principio, porque él y su familia cambiaron los vuelos por miedo a que se los cancelaran.

Alquilaron después un coche para no depender del metro o el cercanías y también se han movido en taxi o Uber. «Han sido todo imprevistos», señala Pérez, que mañana prevé ir a Eurodisney y finaliza su viaje el domingo.

Pero no todo han sido obstáculos, agrega. Los «bateaux mouches», barcos turísticos que recorren el Sena, no tenían casi gente: «Creo que están más vacíos gracias a la huelga», apunta poco antes de entrar en el Louvre.

Ese museo abrió al público, pero cerró puntualmente algunas salas. Otro, el Pompidou, canceló su apertura nocturna, a partir de las 18.00 horas (17.00 GMT); el Museo de Orsay no abrió sus puertas, y la Torre Eiffel también se vio obligada a cancelar su apertura.

La huelga había sido convocada por cinco sindicatos que protestan por la previsión del Gobierno del presidente, Emmanuel Macron, de sustituir los actuales 42 regímenes distintos por un sistema por puntos en el que cada euro cotizado dé los mismos derechos al alcanzar la jubilación.

La protesta comenzó pasadas las 14.00 horas (13.00 GMT), y poco tiempo después registró los primeros altercados entre grupos violentos y las fuerzas del orden, que habían movilizado a 6.000 agentes en toda la capital.

«La reforma de Macron busca privatizar la Seguridad Social. De hoy no espero especialmente que reaccione, pero sí que la gente escuche la palabra de sus hermanos y hermanas. Que sea escuchada la verdadera palabra del pueblo», señala Chatherine Luzet, manifestante de 60 años, que salió a la calle para «defender nuestros derechos». EFE

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