La verdadera historia del niño indio que encontró a su familia gracias a Google Earth - 800Noticias
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Saroo Brierley vivió más en cinco años que otros en toda una vida. La curiosidad y la intención de sentirse útil le motivaron para acompañar una noche a su hermano Guddu al trabajo, pero un tren y un sueño profundo le alejaron de su familia.

Solo, malvivió durante meses en las calles de una Calcuta hostil con los desdichados. Vio cadáveres ante la mirada impasible del «pestilente» hormiguero indio, se escapó de un pederasta y recibió pedradas de otros niños que vieron amenazado «su terreno». Buscando sobras de comida, cartones para dormir y sorteando los peligros que acechaban en cada esquina, Saroo Brierley antepuso la realidad a los felices recuerdos, que guardó bajo llave para resistir. El instinto de supervivencia se impuso, y emprendió la inesperada aventura con esa renovada fuerza. Pero el destino aguardaba agazapado para dar otro vuelco a su vida.

Meses después de superar las desavenencias de su odisea callejera se hace el milagro y los Brierley, una familia australiana, lo acogen. «Mi madre adoptiva decoró mi cuarto con un mapa de India, lo colgó al lado de mi cama. Me levantaba cada mañana viendo ese mapa y era la manera de mantener ese recuerdo vivo», recuerda Brierley en «Un largo camino a casa», el libro en el que relata su historia y en el que se basa la película «Lion».

El rugido de un león

Un cuarto de siglo más tarde, a pesar de los privilegios de su nueva vida, la angustia por su pasado continuaba persiguiéndolo. El tiempo pasaba y la frustración comenzó a hacer mella, pero su arrojo permanecía inquebrantable: necesitaba saber qué había sido de su familia, y que esta supiese que seguía con vida y era feliz con sus «nuevos» padres. Sin eso, sin reconciliarse con su pasado, nunca habría podido seguir adelante.

Con esa determinación que conservaba de su madurez anticipada, y gracias a su memoria y a Google Earth, encontró su pueblo de nacimiento. «Era mi peor temor, me paralizaba de tal forma que lo había reprimido casi por completo: que cuando volviera a casa, mi familia se hubiera marchado», reconoce. Pero no lo hizo.

Cuando encontró por fin el camino a casa, recuperó a su familia, y también la identidad perdida, el nombre que hasta entonces había pronunciado mal. No se llamaba Saroo, sino Sheru, que en hindi significa león. Y como tal rugió, para reunir de nuevo a (casi) toda la manada. «Todas mis preocupaciones se esfumaron cuando vi a mis dos madres -que me habían dado no solo una vida, sino dos- abrazarse con lágrimas en los ojos». Porque, como escribe en el libro, «para saber quién eres debes saber de dónde vienes».

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