La separación de Charlène de Mónaco recibirá 12 millones al año
Agencias
Según la prensa rosa bombón tradicionalmente bien informada, Charlène de Mónaco (44 años) habría negociado con su esposo, el príncipe Alberto II (64 años), un contrato de doce millones de euros, anuales, para vivir de manera «independiente», en Ginebra, Suiza.
Según el semanario ‘Voici’, entre otros, la princesa consorte habría «impuesto» a su esposo un contrato que establece muy minuciosamente las nuevas relaciones entre los esposos, tras un año largo de separación física, forzosa, que comenzó con el internamiento de Charlène en África del Sur, su patria natal, primero, y Suiza, más tarde, hasta el reencuentro oficial en Mónaco, hace semanas.
La pareja reinante en el principado apareció en público, el 30 de abril pasado, acompañada de sus mellizos de siete años, Jacques y Gabriella.
En las fotos de ese reencuentro público, el príncipe sonríe, bonachón, sin que la princesa consorte oculte por completo una aparente «distancia» olímpica.
No es un secreto que las relaciones entre la princesa Carolina, gran dama y abuela, y la esposa de su hermano, nunca fueron excelentes. La princesa consorte nunca soportó la imperiosa presencia de su cuñada, figura emblemática de todas las leyendas de Mónaco y la Costa Azul.
El distanciamiento era muy anterior a la sucesión de problemas íntimos y hospitalarios de Charlène de Mónaco. La sucesión de curas y cuidados médicos solo confirmaron un alejamiento íntimo que la pareja reinante ha decidido confirmar, en apariencia, al menos, con un contrato muy minucioso de carácter jurídico, inédito.
Charlène de Mónaco habría presentado e «impuesto» a su esposo un rosario de condiciones, finalmente aceptadas, según los medios franceses.
Por parte de la princesa consorte, se deseaba y se habría conseguido vivir su vida de manera «independiente», en Suiza, en Ginebra, contando con una dotación anual de 12 millones de euros. Esa cifra, para «gastos personales», estaría «completada» con otras cantidades de dinero, consagradas a la compra de una «residencia personal», donde vivir lejos de Mónaco.
Por parte del príncipe Alberto II, se han enumerado con mucha precisión las responsabilidades maternas en cuestiones sensibles: cuidado de los niños (que seguirán su educación en Mónaco), presencia «oficial» en las grandes celebraciones de la vida social del Principado: fiestas nacionales, bailes de galas, grandes acontecimientos deportivos, etcétera.
Alberto II y su esposa evitan el fantasma de la «separación» oficial, negociando, en apariencia, la aceptación de una vída «independiente» con presencia «regularizada» en la vida social de Mónaco.
El acuerdo confirma el puesto de Carolina de Mónaco en la cúspide del poder y la imaginería del peñón, castillo y principado de los Grilmaldi desde principios del siglo XIV.
Por ABC,es