La realidad del cambio climático en Sudán: sequía y hambruna - 800Noticias
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EFE

Los efectos del cambio climático son ya una realidad para agricultores sursudaneses como Samuel Yuot Nyok, que en los últimos años ha visto cómo la cosecha se reducía drásticamente por periodos de sequía extrema, un cambio en la estacionalidad e intensidad de las lluvias y la llegada puntual de plagas que echan a perder los alimentos.

De fondo, la inseguridad alimentaria de más de 7 millones de personas en el país, donde 1,65 millones de niños están desnutridos, según datos del Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas.

En su almacén de grano en las afueras de la pequeña localidad de Renk, en el estado septentrional de Alto Nilo y fronteriza con Sudán, Samuel guía a EFE a través de sacos de sorgo blanco, un cereal típico de la región e ingrediente principal de una variedad de platos con el que la población de Sudán del Sur trata de escapar del hambre al tiempo que intenta sobrevivir al desplome del mercado local, afectado también por el conflicto que estalló hace más de un año en su vecino del norte.

“La temporada de lluvia empieza normalmente a mediados de mayo y se extiende hasta pasado octubre, pero los tiempos están cambiando y debido al cambio climático a veces se adelanta o se atrasa”, explica a EFE, preocupado por los cambios en el clima, que le obligan a adaptar las labores en el campo en un intento de sacar el máximo rendimiento a la tierra.

“Últimamente no obtenemos ni la cantidad ni la calidad esperada de la cosecha”, lamenta.

Los datos lo corroboran. “Entre 2021 y 2022, cosechamos alrededor de 30.000 toneladas métricas de cereales, pero desde el año pasado esta cantidad se ha reducido a cerca de 8.000 toneladas métricas. Ahora, extendiendo el periodo de recolección hasta junio, no creo que pasemos de las 10.000”, dice a EFE Loboka Boko Moses.

Este responsable de la logística y almacenes del PMA en Renk supervisa a cuatro proveedores locales de grano. “No sé si es por el cambio climático o qué motivo, pero sí que la cosecha se ha reducido”, apunta.

De acuerdo con los últimos datos disponibles en Climate Change Knowledge Portal, las temperaturas promedio de Sudán del Sur normalmente están por encima de los 25ºC, con máximas superiores a los 35ºC, que a lo largo del mes de mayo se han situado entre los 42ºC y los 45ºC, constató EFE sobre el terreno.

Según esta web especializada, las precipitaciones anuales en Alto Nilo se sitúan entre los 700 y los 1.300 mm. a partir de mayo, aunque todavía no han empezado.

Plagas y problemas de suministro

La reducción de cosechas afecta directamente al mercado y a la población, que ve reducidas sus posibilidades de comprar este grano, la base de su dieta e, incluso, el único ingrediente que pueden permitirse.

A todo ello se suman otros problemas. Las condiciones ambientales han llevado a la aparición de algunos insectos que se comen las plantaciones antes de que el cereal crezca.

“Esto afecta a nuestro beneficio como agricultores. Y los meses de lluvia se están acortando. Tenemos tres meses, 100 días y no son suficientes para el sorgo”, afirma Samuel, quien añade problemas de suministro e infraestructura que dificultan su distribución en los mercados locales.

“A veces es difícil conseguir gasolina para el transporte. Estamos justo en la frontera entre Sudán del Sur y Sudán y muchas veces no está abierta para recibir el fuel o bienes que necesitamos para nuestro trabajo y desde Yuba (capital sursudanesa) no tenemos buenas carreteras y estamos muy lejos. Por eso muchos usamos cargos por avión, a veces transportamos por el río Nilo, pero no es seguro porque los barcos no son buenos”, relata este joven agricultor.

Entre otras acciones, el PMA ayuda en el país a 43.000 pequeños agricultores como Samuel, 29.000 de ellos mujeres, a desarrollar sus capacidades e infraestructuras para distribuir los productos en los mercados locales e impulsar el comercio en la propia comunidad, pero también más allá de las fronteras.

La idea es que parte de la producción llegue al vecino Sudán para atender las necesidades básicas de la población, víctima de la guerra que estalló a mediados de abril del pasado año entre el Ejército sudanés y el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR).

“Enviamos el producto a diferentes localidades como Mabán, Malakal, además de Renk. Ahora también (…) a Sudán”, indica Boko Moses, en referencia a esta iniciativa del PMA.

De la mano del PMA se han distribuido 7.000 toneladas de alimentos a los hogares que participan en actividades de creación de activos, 494.000 personas recibieron asistencia a través del mismo y se han rehabilitado 569 kilómetros de vías en 2023 para atender a las poblaciones afectadas por la inseguridad alimentaria.

“Nuestro reto actual es intentar dar lo mejor de nosotros mismos para ayudar a la gente de la región, pero cuanto más tarde empiece (la temporada de lluvia) más tarde conseguiremos resultados, que serán menores”, concluye Samuel en un mensaje sombrío.

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