La prensa incómoda que migró a lo digital ahora sortea otro tipo de censura
Con información de El Carbobeño
Fue un disparo certero. El blanco estaba bien definido: La prensa incómoda. Y con una sutileza bien planificada se cumplió el objetivo. El Gobierno, detrás de la mira no se ensució las manos, pero sí la conciencia. Solo tuvo que crear el Complejo Editorial Alfredo Maneiro (CEAM) para sentenciar la muerte de medios de comunicación impresos que transparentan lo que se esconde en discursos políticos y medios oficiales. Hace un año fue el turno de El Carabobeño, al convertirse en la baja número 11 de 14 periódicos que han dejado de circular por el gatillo infalible de la censura gubernamental.
Se extrañan muchas cosas: El olor a tinta, el sonido de la página al pasar, el ruido de la rotativa encendida durante la madrugada. Se extraña todo. En el Diario Del Centro mucho ha cambiado desde aquel 17 de marzo, cuando sufrió la estocada final contra la Libertad de Expresión. Ahora se debate un lugar en la era digital, en un proceso que no se dio de forma natural, sino por obligación, por la negativa desde el Ejecutivo de venderle la materia prima.
Venezuela es un caso inédito. En otros países del mundo la transición del papel a la pantalla de una computadora se da de manera progresiva. Marcelino Bisbal, profesor e investigador de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB), explicó que en Europa, Estados Unidos y algunas naciones de la región se hace el cambio una vez que se comprueba que constituye una unidad de negocios rentable. “Aquí eso no ha sido posible porque muchos tuvieron que dar de golpe, ante la censura, el salto inmediato al medio digital”. Así lo reseña el-carabobeno.com
Para Francisco Velasco el último año ha sido un despecho. “Me siento como si me hubiese dejado mi pareja. Esto ha sido muy duro. Muy fuerte”, dijo con pausas bien empleadas para evitar demostrar su tristeza. A él se le ve muy poco en la redacción desde que se acabó el papel. Cuando camina por alguno de los pasillos solo saluda y sonríe tímidamente. Ya no se instala a debatir parámetros de diseño y diagramación con su equipo de trabajo. No tiene con quien hacerlo. Como gerente de producción de El Carabobeño coordinaba el montaje e impresión de cada una de las páginas, esas que ya no están.