La popularidad de Michelle Obama la convierte en un activo político
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Lejos de apagarse tras abandonar la Casa Blanca, la buena estrella de Michelle Obama (56 años) en estos últimos cuatro años ha ido cobrando más y más brillo hasta eclipsar a su manera la figura de su marido, el expresidente Barack Obama (58). Y lo que es más: mientras su popularidad crece como la espuma, el carisma de Melania Trump (50), actual primera dama, resulta más bien pobre, diluido en un clamoroso silencio durante el confinamiento.
El éxito del reciente concierto benéfico organizado por Lady Gaga, «One World Together at Home», ha sido fundamental para apuntalar su éxito mediático: Michelle Obama apareció junto a su antecesora, Laura Bush, y ambas agradecieron el trabajo de los servicios médicos y de emergencia de todo el mundo. Faltó Melania, que, por cierto, no había sido invitada. Desde entonces, media América ha vuelto a rendirse en los brazos de Michelle, precisamene cuando acaba de estrenarse su nuevo documental de Netflix, «Becoming», en el que, entre otras cosas, reflexiona sobre cómo mantener su propia personalidad dentro de una pareja en la que a la otra mitad se le otorgó un enorme poder.
El desafío
«Barack era muy diferente de mí y me desafió de diferentes maneras. Sabía que era un tsunami y que si no actuaba bien, sería barrida. No he querido ser solo un apéndice de sus sueños. Eso me obligó a trabajar, pensar y tomar decisiones por mí misma», explica en la cinta. Y reconoce que tuvo que hacer algunas concesiones. «Si quería tener voz frente a este hombre tan obstinado, tenía que ser su igual, pero eso cambió con el nacimiento de nuestras hijas. Tenía que ceder y sacrifiqué mis aspiraciones y mis sueños. Hice esa concesión, pero no porque él dijera que tenía que renunciar a mi trabajo, sino porque no podía con todo».
En el documental, Michelle Obama también se abre a los momentos duros, cuando tuvieron que buscar asesoría matrimonial. «Buscar apoyo me ayudó a controlar mis miedos, no es fácil juntar dos vidas. Llevé a Barack a terapia para que lo arreglaran, porque él consideraba que todo era perfecto».
La próxima batalla
Más allá de sus apariciones televisivas, lo que verdaderamente está dando lustre a su figura es la campaña de varias organizaciones demócratas para que el candidato del partido a las próximas elecciones presidenciales, Joe Biden (77), apueste seriamente por Michelle Obama como su socia y la presente como su vicepresidenta. Según un comunicado del llamado Comité Demócrata a favor de Michelle Obama para vicepresidenta, «es la mujer más admirada en EE.UU., y será un activo vital en noviembre, cuando el candidato Biden se enfrente una batalla cuesta arriba para combatir las mentiras y el engaño que emana de la Casa Blanca».
De hecho, Biden en marzo se comprometió a elegir una compañera para completar su candidatura y se le preguntó sobre la posibilidad de recurrir a Obama para unirse a él. Si bien dijo que si por el fuera elegiría a la ex primera dama «en un abrir y cerrar de ojos», señaló que era poco probable que ocurriera. «Ella es brillante. Conoce el camino. Los Obama son grandes amigos. Sin embargo, no creo que sienta deseo de vivir otra vez en la Casa Blanca», admitió Biden en una entrevista.
Ya sea que Michelle Obama hable de su paso por la Casa Blanca en un escenario repleto de gente para motivar o lo escriba en sus memorias o lo cuente en el documental, lo cierto es que los jóvenes norteamericanos la admiran por su manera de hablarles. Obama cree que los jóvenes nunca deberían perder el tiempo esperando que un mundo injusto los trate con justicia. Ella quiere que la gente vea «el fracaso como un sentimiento que surge mucho antes de que se convierta en una realidad», y que fue exactamente eso a lo que ella se resistió. Si ella pudo, el resto de los jóvenes también pueden.
Toda la metodología de Obama orbita en torno a su mensaje de autosuficiencia y resistencia. Y aunque a lo largo de «Becoming» no deja de sonreír ni un momento, basta ver el documental con cierta mirada crítica para descubrir la ira que se esconde bajo su piel. De hecho, necesitó varias semanas para asimilar que Donald Trump había ganado la presidencia: «No quería reconocerlo, fue un choque de realidad».
El documental está inspirado en sus memorias, una narración que es pura auto-mitología. Vemos el rostro amable de su madre, escuchamos la voz risueña de su hermano, repasamos fotografías de su padre… pero se descubre poco de su vida personal. Esa estudiada imagen refuerza la idea de que podría acercarse a la política, pese a que en una entrevista, el año pasado, dijo a Conan O’Brien que solo estaba interesada en «reconstruir una vida normal».
ABC.es