«La magia necesita presupuesto»: Cómo la decadencia del Miss Venezuela refleja la situación del país
Con información de BBC Mundo
El Miss Venezuela ya no es tanto un certamen de belleza como de nostalgia, reflejo televisivo del país que fue y del que es ahora.
En los años 70 y 80 hubo una Venezuela de la abundancia y del exceso; de los carros y las autopistas; de los viajes de fin de semana a Miami; del Concorde en Caracas y de las audacias arquitectónicas.
Y hubo un espectáculo de presupuesto rebosante que reunía a familias y amigos en torno al televisor, que influyó en toda América Latina y que creó una de las «industrias» más potentes del país: la de las reinas de la belleza.
«En los años 80 se crea esa idea de que producimos mujeres bonitas», le dice a BBC Mundo el escritor venezolano Alberto Barrera Tyszka, uno de los de mayor reconocimiento internacional en la actualidad. El novelista no usa por casualidad el verbo «producir».
Venezuela aún presume de tener las mujeres más bellas del mundo. Las misses eran —y son— parte del orgullo nacional junto a los beisbolistas estelares y las telenovelas.
Sthefanie Gutiérrez, elegida la noche del jueves como Miss Venezuela 2017, cumple con los mismos estándares de belleza venezolana que se han probado exitosos en las últimas décadas con siete coronas de Miss Mundo y siete de Miss Universo.
Por ello se podría decir que el certamen, que cumplió el jueves 65 años, sigue vigente. Pero no, ya no es lo mismo.
«El Miss Venezuela que uno recuerda ya no existe ni existirá», dice Barrera Tyszka.
La férrea academia de mujeres altas, de blanquísimas sonrisas forzadas y tupidas cabelleras que creó en los años 80 Osmel Sousa, el llamado «dictador de la belleza» continúa. Pero ya apenas hay presupuesto. Ni escenarios fastuosos. Ni estrellas internacionales de la canción.
Ya no se celebra en el Poliedro, un centro de convenciones en Caracas con capacidad para hasta 15.000 personas que gritaban el nombre de su favorita.
El jueves se realizó en un pequeño estudio de televisión con espacio para 300 invitados y con un escenario en el que las 24 participantes lucían apretadas. El escaso aforo fue la causa dada por los organizadores para negar a BBC Mundo la presencia en la gala en directo.
Ya tampoco actúa Celia Cruz ni ninguna estrella de la canción latina. Lo hacen jóvenes cantantes venezolanos. A veces en playback, a veces en directo. En ambos casos con un pésimo sonido.
La época dorada
Una de las representantes de la época dorada del certamen es Maite Delgado, que participó en el concurso en 1986 y luego presentó la gala durante 15 años.
«Era una Venezuela distinta, una época dorada a nivel de presupuestos y de factura. Era una escuela y referencia de televisión como uno de los grandes shows en América Latina», recuerda Delgado en conversación con BBC Mundo.
Su tradicional frase de arranque «Buenas noches, Poliedro» se incorporó a la vida cotidiana y el jueves fue recordada por los nostálgicos de Twitter, donde, pese a todo, Miss Venezuela se convirtió en tendencia ya fuera por seguidores, por los bromistas que afilan su ingenio contra un show depauperado o por los indignados que no entienden que durante cinco horas se invierta en frivolidad, mientras el país sufre por falta de medicinas, la violencia o por los precios rampantes de la comida.
«Era el espectáculo más costoso de la televisión venezolana y el de mayores ingresos publicitarios», rememora en diálogo con BBC Mundo Roland Carreño, quien fue jefe de prensa y relaciones públicas del certamen y cronista social.
El espectáculo de US$2 millones de presupuesto y de estética opulenta llegó a alcanzar unos 120 millones de telespectadores porque también se veía en México y Estados Unidos.
Carreño recuerda el lujo y los espectáculos musicales, basados en los de Broadway.
Era «la noche más linda», como reza el himno que tararean o al menos conocen los venezolanos de más de 40 años.
«Era una suerte de ungüento para curar las heridas del alma nacional. La gente se sentía feliz. Ahí es cuando se crea el mito de la belleza venezolana», afirma Carreño.
«A peor»
«Todo ha cambiado a peor», dice el experto, que critica que ahora, en un estudio tan pequeño, los tiros de cámara y las posibilidades técnicas sean limitadas y todo parezca tan «acartonado».
Los certámenes de belleza en todo el mundo empezaron a perder interés, pero fue la crisis de Venezuela en los últimos años la que golpeó a la cadena Venevisión, a los patrocinadores, a los diseñadores…
«Es fiel reflejo de la realidad del país», lamenta Maite Delgado en qué se ha convertido el concurso. «Es triste porque era un patrimonio importante. Es triste ver empequeñecer año a año algo que era grande», dice sobre una merma agónica.
«La magia necesita presupuesto», resume Delgado el diagnóstico de un certamen que, pese a todo, ve aún como una referencia a la hora de reflejar «la cara amable y bonita y los grandes logros de Venezuela».
En esos logros tiene mucho que ver Osmel Sousa, el hombre que impuso un canon de belleza en Venezuela, donde la mayoría de mujeres vive bajo la dictadura —aunque sea autoimpuesta— de lucir siempre perfectas aunque sea necesario para eso operarse la nariz o ponerse implantes en los senos y las nalgas.
«No es un concurso de naturaleza, sino de belleza», dijo una vez Sousa, que no duda en someter al bisturí a sus muchachas, que pasan meses de formación. «La belleza no nace, se hace», es otro de sus lemas. Sousa denegó los repetidos pedidos de BBC Mundo para realizar una entrevista.
Sousa admite que no dispone del presupuesto que tuvo y que le gustaría, pero defiende su producto, aunque su gala, pese a los cantantes jóvenes, siga teniendo un aire antiguo de los año 80.
La metáfora
El escritor Francisco Suniaga recurrió al concurso para hacer una metáfora de la decadencia del país en su última novela, «Adiós Miss Venezuela».
Para el autor el deterioro gradual del concurso comienza a final de los años 90, cuando el desencanto por los políticos y los partidos, que llevó a la elección como presidente de un outsider como Hugo Chávez en 1998, se extendió a la televisión.
«El Miss Venezuela fue una de las conquistas más exitosas como sociedad», reivindica Suniaga.
Del concurso salieron modelos, actrices, presentadoras de televisión y hasta candidatas presidenciales como Irene Sáez, que fue alcaldesa del municipio de Chacao, asiento tradicional de la clase media y alta caraqueña.
«Pero eso ya no existe más. El desafecto por el concurso es el desafecto por el país», le dice a BBC Mundo Suniaga, que lo vincula con la salida de miles de personas —sobre todo jóvenes— de Venezuela.
El novelista cree que la crisis ha hecho colapsar el sistema político y la economía, pero también la estética de un país con menos dinero y razones para abandonarse a la frivolidad.