La historia del húngaro que inventó el Cubo Rubik
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Pasado el mediodía de ese luminoso 19 de mayo de 1974 en Budapest, un joven arquitecto y escultor húngaro de apenas 30 años piensa la manera de hacer que algunos conceptos geométricos sean más accesibles para sus alumnos universitarios de la Escuela de Artes Comerciales. Solo, y en el silencio de la habitación, crea un cubo, una suerte de rompecabezas mecánico, y a cada una de las seis caras le otorga un color.
Esa tarde, donde con piezas de madera y unas gomas elásticas que las sostenían le dio forma, Erno Rubik no imaginó que había conseguido la inmortalidad. Lo que él llamaría Cubo Mágico, pero que pronto sería bautizado con su apellido, se convertiría en pocos años en el juguete más vendido de la historia.
Erno Rubik generó un mecanismo de ejes que posibilitó que cada uno de ellos girara de manera independiente sin que el conjunto se desarmara. Lo pensó como una mera herramienta -aunque sofisticada en su concepción- para que sus alumnos entendieran los conceptos de espacio y geometría tridimensional. Para que se masificara sólo hubo que modificar los materiales. Esa herramienta universitaria, tras un recorrido azaroso, se convirtió en el juguete preferido por todos.
A pesar de que Rubik creó su rompecabezas mecánico en 1974 -porque eso es lo que es- la explosión del cubo se dio en 1980. Ese año se comercializó en Estados Unidos y rápidamente se expandió a todo el mundo.
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