La historia de los cubiertos y algunas normas en la mesa - 800Noticias
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Desde el principio de los tiempos, el hombre ha utilizado sus manos para comer. Las ánforas decoradas y las descripciones de los autores de la antigüedad demuestran que en el Imperio Romano se comía con los dedos. El poeta Ovidio recomiendaba a las damiselas que aprendiesen a comer con pulcritud y a llevarse los alimentos a la boca sin mancharse la ropa ni la cara y sin llenar las manos, sólo con las puntas de los dedos.

Esas mismas reglas o etiquetas a la hora de sentarse a la mesa persistieron durante la Edad Media. En esta época, aparece el “Codex Romanoff” (aprox. 1490), atribuido a Leonardo da Vinci, en el que indican hábitos indecorosos en la mesa, como: escupir frente al frutero o roer la fruta y volver a dejarla; poner la cabeza sobre el plato para comer; coger sin consentimiento comida de otros comensales; utilizar su cuchillo para hacer dibujos sobre la mesa; meter el dedo en la nariz o en la oreja mientras se está hablando; o poner comida en el bolso para comerla más tarde.

Mantener la boca cerrada mientras se mastica y no hablar con la boca llena, limpiarse la boca antes de beber de la copa, no agarrar la ración más grande de la fuente o usar prolijamente la servilleta eran otros buenos hábitos en la mesa, recogidos en la «Menanger de Paris», publicada en el siglo XIV.

En la corte de Francisco I de Francia (1515) se impone el previo lavado de manos como norma. Posteriormente, su nuera, Catalina de Médicis, intenta convencer a la corte de la gran utilidad del tenedor, pero los franceses la toman por cursi, como a su hijo, el rey Enrique III, quien establece el considerado primer código de buenas maneras para los comensales en la corte. Como curiosidad, este monarca, considerado afeminado, llegó a tener numerosos amantes, a los cuales paseaba por las calles de París con los labios pintados y vestidos de mujer.

El utensilio de mesa más antiguo fue el cuchillo, seguido por la cuchara. En el caso de las clases más bajas, el cuchillo era más que suficiente para cortar la comida, ya que la carne generalmente se emgullía, evitándose así su descomposición. En las cenas con invitados, el cuchillo que utilizaba cada uno siempre era el propio de cada uno, y nunca era proporcionado por el anfitrión. Junto al plato se disponía de un tazón de agua donde los comensales podían lavarse constantemente las manos.

Los romanos usaban cuchara, aun cuando ésta no tenía la forma moderna. Se trataba de pequeñas espátulas de madera o marfil, que llamaban «cocheare». Después de los romanos, los primeros en hacer uso de la cuchara fueron los suizos, posteriormente los españoles y a éstos le siguieron todos los demás.

Pese a los tímidos intentos de introducir la costumbre del uso del tenedor desde principios del siglo XI en Europa, no se generaliza hasta ya entrados en el siglo XVIII, cuando los comensales empiezan a utilizar su propio plato, vaso, cuchillo, cuchara, tenedor y servilleta (que debía colgarse sobre el pecho y no anudarse alrededor del cuello), y a comer su propio pan.

El primer tenedor sería más parecido a un pincho, de un solo diente. Fue mandado fabricar por una Princesa Bizantina llamada Teodora. Las razones de esta tardanza son achacables a múltiples causas. Inicialmente, la Iglesia lo consideró instrumento diabólico, pero su uso se propagó rápidamente. A su vez, la comida hasta entonces había sido cortada por sirvientes o nobles menores en caso de reyes y príncipes, de tal manera que las porciones eran ideales para ser agarradas con la mano sin problema alguno.

En España, aunque se tiene constancia de su aparición en el siglo XV, el uso del tenedor no se extenderá hasta el siglo XVIII, fecha en la que su uso se extiende por todo Europa, y fecha también, a partir de la cual, los tenedores fueron teniendo paulatinamente dos, tres, y cuatro diente.

En España y Portugal, para los caldos y sopas, se utilizó durante mucho tiempo un pan llamado «Mense», que servía de plato para el caldo y finalmente de comida una vez terminada la sopa. Justamente de éste pan nace la palabra mesa. Los modales también estaban presentes a la hora de utilizar los condimentos. Así, el comensal debía mantener su dedo meñique limpio y seco para con ello poder utilizarlo a modo de cucharilla y transferir el aderezo a su plato sin dejar residuos de comida o líquido en el tarro que los contenía. En referencia a la distribución de las copas, se ponía una copa cada dos invitados, quienes la compartían por ser familiares (de ahí que fuese una regla de buena conducta limpiarse la boca antes de beber).

A partir del reinado de Isabel la Católica los hombres y las mujeres comenzaron a comer en la misma mesa, corriendo el riesgo de la supuesta promiscuidad. Se lavaban las manos en palanganas de plato y luego se rezaba una oración. Entonces era permitido escupir en el suelo, limpiarse las manos con migajón de pan y comer con el sombrero puesto, costumbres que fueron modificándose a través del tiempo.

Con información de Culturizando.com

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